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Opinión. Las asociaciones civiles. El Diputado de Cruces


El pasado día de la Inmaculada creo que en el mundo cofrade vivimos una gran noticia que pasó bastante desapercibida. Me refiero a que una asociación "civil" cofrade, la de la Virgen de la Caridad de Santa Aurelia, dejó de serlo para integrarse en la vida de la parroquia de su barrio como grupo parroquial. Y aunque parece que las gestiones para tal integración se iniciaron antes de que Palacio emitiera el conocido comunicado ante la ya excesiva proliferación de las tales asociaciones civiles, qué duda cabe que éste ha influido muy positivamente. También parece que otra de estas asociaciones, la de la Virgen de los Reyes de Amate, ha iniciado el camino para integrarse en su parroquia.

Como digo, estas son muy buenas noticias y todos debemos sentirnos muy felices por ello. Y también  hay que valorar en su justa medida (muy positiva) la importancia y oportunidad del comunicado de Palacio en el que, además de indicar a hermandades, congregaciones religiosas, administradores de templos y demás que se abstengan de ayudar a estas corporaciones "civiles" con el préstamo de enseres y espacios y tras reconocer la buena labor que algunas de ellas realizan, se abre una puerta al diálogo para la normalización de las mismas. Y aquí, en mi opinión, está el único "pero", ya que, inteligentemente, el guante ha sido recogido por parte de la federación de asociaciones cofrades, mostrándose totalmente dispuestos a dicho diálogo. Ahora, ¿con quién dialogar? Porque eso no queda claro. Uno piensa que, ante la desmesura que está tomando el tema, el peso de las posibles conversaciones  debería llevarse desde el mismo Palacio Arzobispal, de donde, también, se deberían emitir las directrices adecuadas para conseguir las citadas normalizaciones. Sin embargo, parece que el diálogo se está dejando en manos de los párrocos, algunos con una visión absolutamente feudal de lo que significa el gobierno de una parroquia.

Paralelamente al comunicado se ha desatado una campaña mediática en favor de las asociaciones civiles, destacando a aquellas que realizan algún tipo de actividad social (muchas), pero olvidando a aquellas otras (muchas también) que sólo se dedican a sacar los pasos a la calle (aunque esto, a la vista de lo que está cayendo con el famoso Vía Crucis del Año de la Fe, a lo peor, no es tan malo). Y sorprende como sectores tradicionalmente muy conservadores en este mundillo están manifestándose a favor de las citadas asociaciones, es decir, en contra de la Iglesia. El argumento más utilizado se refiere a aquellos curas cuya predisposición a recibirlas en sus parroquias es nula y, en algunos casos, con formas deplorables. Este tipo de sacerdotes lamentablemente, como escribí más arriba, existe y haría bien Palacio, si de verdad hay intención de dialogar, en tomar cartas en un asunto que sí es de su total competencia, ya que tales actitudes pueden llegar a ser muy dañinas al provocar que algunos movimientos auténticamente fundados en la fe, aunque quizás mal enfocados por falta de formación o desconocimiento, se vean truncados en sus inicios o avocados a tomar una dirección equivocada.

Ahora bien, también hay mucho de lo otro y no siempre son los curas "culpables" de la existencia de asociaciones fuera de la Iglesia. Voy a ilustrar lo que digo con dos ejemplos, uno reciente y otro más antiguo. El primero de ellos ha sido relatado por un periodista de bien ganada credibilidad, por lo que no me cabe la menor duda de su autenticidad. Los responsables de una de estas asociaciones se dirigen al párroco de su barrio para "normalizar" su situación. El sacerdote se muestra totalmente dispuestos a orientarlos y ayudarlos en sus intenciones de crecimiento en la fe, pero les pone como condición asistir a las catequesis de la parroquia para formarse previamente y olvidarse de la imagen, paso, enseres y demás chimpún, chimpún. Ante esto, los asociados se retiran y parece que se olvidan del asunto. Esta situación me recuerda el encuentro del  joven rico con Jesús. Tras explicarle el Maestro qué debía hacer para entrar en el Reino, el joven replica que ya hace todo lo que se le dice. Entonces, Jesús le pide que deje todo lo que tiene y le siga. Cuenta el Evangelio que el joven se alejó, pues era muy rico.... Pues eso, a mí, la actitud del párroco me parece muy correcta: empezar la casa por los cimientos y no por el tejado. Quizás podría haber sido un poco más práctico y haber admitido la imagen en el templo, bendecirla y complementar las catequesis con progresivos cultos internos, hasta que llegara el momento de dar el paso siguiente, quizás, pero los asociados demostraron muy a las claras qué era lo que de verdad les interesa.

La segunda historia la viví personalmente hace más de una veintena de años. En una parroquia donde no había hermandad (hoy la hay), el párroco pretendía formar un grupo que se encaminara a constituir una hermandad, pues creía (y sigue creyéndolo y tiene razón) que un tal grupo podría ayudar mucho y vertebrar la vida parroquial. En la zona, existía un colectivo de jóvenes que se agrupaban en torno a una imagen de dolorosa, a la que sacaban anualmente en procesión desde un local-garaje. Conocidos comunes los pusieron en contacto y el sacerdote aceptó a la imagen en el templo y la bendijo. A los dos años, asistí a la salida de la asociación de la parroquia. Me contaron que aquellos jóvenes, de vida parroquial, ir a misa, asistir a catequesis o reuniones, nada de nada. Sólo estaban interesados en cambiar la ropa de la virgen y en la procesión. La situación se volvió insostenible y el párroco los invitó a dejar la iglesia. Hoy, la imagen está en un barrio periférico y no sé si los mismos u otros la sacan de vez en cuando desde un tinglado que montan. En la parroquia de la zona se está gestando un grupo pro-hermandad, que cuenta con el beneplácito y apoyo total del párroco del lugar y que ya los ha autorizado a sacar en procesión una imagen del templo, cosa que no sé si ya han hecho o van a hacer próximamente (quiero decir con esto que en el citado barrio no hay un cura contra-hermandades, sino todo lo contrario).

Estos casos y otros parecidos contrastan, por supuesto, con aquellos de signo totalmente contrario, que bienvenidos sean. Por ello, el asunto es muy complicado, ya que este fenómeno de las asociaciones está provocando bastante confusión (y no menos situaciones equívocas) en nuestro entorno, ya de por sí  bastante convulsionado por los últimos acontecimientos. A causa de la falta de formación cofrade (sin duda, algo en lo que todos hemos colaborado por dejadez y omisión de nuestras responsabilidades), llamativa especialmente entre los jóvenes, estamos olvidando nuestras raíces, relegando lo primordial ante lo secundario y propiciando un excesivo, por exclusivo, protagonismo de la cultura del disfrute, ferozmente defendida desde algunos medios de comunicación, lo que nos puede causar daños de consecuencias irreversibles. Por ello, urge que los cofrades nos pronunciemos y dejemos muy claro qué somos, qué queremos y por qué hacemos lo que hacemos. Y cuanto antes, mejor.

diputadocruces@yahoo.es

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