Pintura restaurada de la Inmaculada en la Iglesia del Santo Ángel

Francisco Santiago. Aunque era conocida de algunos historiadores cuando se encontraba en el templo carmelitano de la calle Rioja, se presenta esta bellísima pintura para ser contemplada de nuevo en el Santo Ángel. De hecho es una pintura prácticamente desconocida al haberse custodiado en la clausura del convento desde hace varias décadas, aunque antiguamente estaba en el presbiterio, lugar al que regresa de nuevo tras su restauración.

Se trata de una valiosa pintura del primer tercio del siglo XVII, de hacia 1610, que muestra a la Inmaculada rodeada de una gloria angelical que portan los símbolos de las letanías e instrumentos musicales. A los pies un espléndido paisaje donde aparecen símbolos como el Hortus conclusus, Jardín cerrado, y el dragón apocalíptico. Los angelotes se multiplican por toda la superficie de esta enorme pintura, ángeles en las más variadas posturas y expresiones. En la parte superior tocan instrumentos musicales, mientras que otros querubines miran a la Virgen o al espectador o juguetean entre ellos.

La figura de la Virgen emerge de una dorada luz, donde hay también tonos malvas y carmines. Vestida con túnica carmín y manto azulado con preciosa decoración de pedrería en la orla.

Sobre la autoría de esta espléndida pintura está siendo estudiada por varios historiadores, coincidiendo todos en su elevada calidad y en la presencia en ella de la estética que recuerda a diversos pintores, con ecos de Roelas, Vázquez o Castillo. Todos coinciden en lo mismo: es una de las pinturas más bellas y valiosas sobre la Inmaculada que se pinta en la ciudad de Sevilla a comienzos del siglo XVII.

Esta restauración ha sido posible gracias a la donación de la National Gallery de Londres, como contraprestación del traslado del Cristo de Montañés para una exposición en próximos meses.

Fotos: Francisco Santiago