Juan Manuel Labrador meditó ante los titulares de la Sagrada Lanzada
Daniel García Acevedo. La Hermandad de la Sagrada Lanzada realizó ayer sábado, 12 de marzo, la Meditación ante la Virgen del Buen Fin y el Stmo. Cristo de la Sagrada Lanzada, como pórtico del besapies y besamanos que se desarrollará hoy domingo de Pasión, durante todo el día.
Esta meditación la pronunció el compañero Juan Manuel Labrador que el pasado miércoles pasó por el atril de la parroquia de Santa Ana para pregonar a la Semana Santa de Triana.
Labrador hizo una meditación exquisita, perfecta de duración y con unos versos que invitaban a la contemplación de las imágenes.
Dividió la pieza en tres partes: a Buen Fin, a la Lanzada y al Miércoles Santo.
De la primera parte destacamos esta bella semblanza en forma de poesía.
Pareciera que estás sola
pero nunca ha sido así,
pues Tú, Virgen del Buen Fin,
vas desprendiendo tu aroma
sobre todas las personas
que, por cualquier derrotero,
acuden hacia tu encuentro
para cuidar del legado
de un fervor bicentenario
que atrás se dejó los miedos.
Y la parte final del mismo, donde recuerda a otra de las titulares de la Sagrada Lanzada.
Toma hoy mis oraciones
y guárdalas en tu manto
con las de tantos hermanos
que te ofrecen sus loores
a través de aquellas voces
que perviven con su brío,
habitando en Ti ese signo
que en tu vientre se tradujo
como Esperanza de un mundo
que no es otro que Dios mismo.
De la segunda parte, dedicada al Stmo. Cristo de la Lanzada, el meditador nos invita a visitar a la Real presencia de Jesucristo en la capilla Sacramental donde, encima de él, encontraremos al crucificado, una cruz de la que pende toda nuestra vida. De la maravillosa pieza, entresacamos esta parte.
Entre tantas miserias y descuidos,
la humanidad tropieza sin querer
setenta veces siete en esa piedra
que entorpece el camino que nos lleva
a la luz salvadora de su gloria,
a pesar de clavarle esa Lanzada
con nuestros malos actos y pecados,
la lanza del insulto y del desprecio
hacia tantos hermanos ofendidos
por la infausta conducta que demuestra
aquel que no valora la amistad
de quien estuvo siempre cerca suya,
rompiendo de ese modo la hermandad
que a todos aglutina en torno a Él.
La última parte, llamada Miércoles Santo, Labrador recordó los años en los que la Virgen del Buen Fin salía en el paso de misterio hasta pasar Ella sola a ocupar el segundo de los pasos para resaltar su importancia. Destacamos la parte final de la meditación.
Fueron pasando los años
con grises melancolías,
y cada Miércoles Santo
otra vez se repetía
aquel injusto tormento
que de forma desmedida
iba sembrando su mal
para dejar aturdida
a aquella Madre sufriente
cuyo busto se encogía
al reventarse su amor
en la tosca sacudida
que impactaba sobre Ella,
y por eso llegó el día
en que vieron sus devotos
cómo su frente fruncida
no aguantaba más escarnios,
decidiendo, pues, subirla
a otro paso diferente,
y llevarla por Sevilla
custodiada bajo palio
al son de las bambalinas
que se mecen con ternura
ante un rostro que cautiva
a todo aquel que le rece
con la oración que rubrica
que no habrá mejor Buen Fin
que el que existe en sus pupilas,
entonando todo el pueblo
esa plegaria que agita
la emoción que nos embarga
ante esta Mujer sencilla
que recoge nuestros besos
en esas manos que abrigan
nuestro espíritu cristiano
en las horas más benignas,
culminando estas palabras
al decir: Ave María.
Entre las partes de la Meditación, se intepretaron piezas musicales a cargo de un dúo de hermanos de la corporación de San Martín, Ricardo Bedoya al órgano y Miguel Ángel Abad al violón, entre las que interpretaron la marcha “Sagrada Lanzada” o el "Ave María” de Caccini.
Fotos: Juan Alberto García Acevedo.