Arte Sacro
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“Aquel hombre que limpiaba la plata a su Virgen de La Amargura”. Mariano López Montes


Hace poco más de una semana se nos fue para siempre Jose Maria Martin Ruiz, al que todos conocíamos con el cariñoso apelativo de “Pepe el droguero”, aquel hombre enjuto que desde siempre regentaba como propietario aquella antigua Droguería Martin, que heredó de sus mayores y que se situaba en la esquina de Amor de Dios con la estrecha calle Morgado, cerca de la Alameda. Leyenda viva hasta hace poco de la historia de una Sevilla comercial de antaño que fue desapareciendo poco a poco con la evolución del nuevo comercio. Caserón que siempre albergo su vivienda arriba y en el bajo su comercio, que era gran parte de su vida, color verdoso en su fachada  y arriba sus dos hornacinas que el arquitecto Antonio Delgado Roig dedicara a esos dos “Herculitos de la Alameda” que aparecieron allí cuando el arquitecto reconstruyo la casa en 1940.

¿El porqué de este articulo y este recuerdo a un hombre que paso por nuestras cofradías casi de puntillas y sin ser visto?, quizás precisamente este motivo es el que me ha impulsado a dedicarle este recuerdo, el ser uno más de esos cofrades que dan todo lo mejor que tienen y saben, sin pretender ningún reconocimiento por ello, sin pretender ningún ascenso en esa escala de prestigio personal y social que se están convirtiendo nuestras hermandades. Al igual que aquella otra señora, que por estas fechas vendía lotería de su hermandad desde una ventana de la misma calle de La Feria, con el único fin de ayudar a su hermandad, y sobre todo por un amor a sus titulares que conocía desde siempre, y con un deseo casi irracional de que nunca les faltara “un perejil” como se suele decir coloquialmente.

Pepe daba lo mejor de el mismo limpiando la plata para que a su Virgen no le faltara el brillo cada Domingo de Ramos, ni las flores que año tras año le ofrecía cuando la Señora pasaba por su casa.

Alquimista de los metales argenticos que había descubierto su piedra filosofal en su mundo compuesto de alcohol y bicarbonatos según la fórmula que sabía utilizar en su justa medida. Droguero de los antiguos de los que sabían aplicar el remedio justo desde una conversación siempre amena y comedida, cajones y estanterías y mostrador de madera que el tiempo y el oficio se habían encargado de patinar con el paso de los años, barnices, brochas, pinturas de titán y hasta aquel antiguo detergente y blanqueador que desde los años cuarenta, se anunciaba, con la imagen cándida de un borreguito y que se llamaba Norit, que tenía como lema publicitario; “me he lavado el vestidito, lo he dejado muy blanquito y muy sedoso me ha quedado”.

Pero lo más interesante de Pepe, y que realmente muchos no saben era su amistad y relación con los imagineros, artistas y artesanos que trabajaban para nuestras cofradías en aquella época, ya que compartían su amistad y saberes para desarrollar su oficio, incluso un amigo y hermano actual de San Juan de La Palma, me comentaba hace dos días la anécdota de la venta que un día hizo de panes de oro que hoy adornan aquel ostentoso pabellón de Marruecos.

Siempre libre en la duda y libre en el deseo, en tiempos difíciles, donde su manera de ser, sentir y querer siempre quedaba en entredicho, lo cual nunca le resto su caballerosidad que ponía de manifiesto en todo momento, su educación, bondad y devoción incondicional a sus creencias y tradiciones. Amigo y gran entendido en los  artistas de la copla de aquellos tiempos, donde esta ya caía en la decadencia a favor de otros estilos y ritmos que siempre considerabas como más modernos.

Estilos de vida y condición de una época hecha de capotes de grana y oro, cinco farolas o Maria de La O, evocados en aquellos preciosos abanicos que decoraban su casa de la calle Morgado, recuerdos de fotos, vírgenes y otros elementos que eran los retazos de su vida y su manera de entenderla. Y cada año desde su balcón la cita con su Virgen pétalos de flores y aquellas saetas que siempre iba a interpretar aquel muchachito principiante que traía cada año y que según Pepe iba a llegar muy lejos en esto del arte y siempre la misma cantinela con el amigo Alejandro, ¡Que una saeta es una saeta!.... ¡que me la ha parado aquí que me la ha parado allí!......

En estos tiempos que vivimos en nuestras cofradías donde el protagonismo, la prepotencia y como no la envidia, se ha adueñado y potenciado cada vez más dentro del mundo cofrade, donde las varas no significan una condición de servicio a la hermandad y sus hermanos, como debiera ser y se consideran como un elemento simbólico de un poder y prestigio social en este mundo cofrade un tanto sobredimensionado en que vivimos, donde nos arrancamos la piel por ser alguien o algo, en este mundo que ha perdido parte de su verdad y esencia, donde el odio y la inquina por ser y que te vean,  ser aunque no seas nada, se imponen al entendimiento y al sentimiento tradicional de pertenecer al mundo de las cofradías, herencia tradición y orgullo de ser y sentirse sevillano y a la vez cofrade.

Donde pregones por doquier de calidades y formas cuestionables, exaltaciones y meditaciones que potencian el personalismo  y un cierto protagonismo publicitario del que lo dice, aunque lo dicho no aporte más que una repetición cadenciosa y un tanto acaramelada de lo ya dicho por otros anteriormente. Donde el protagonismo y la grandeza mal entendida han llegado incluso a aquel mundo tan querido para mí de ese mundillo de capataces y costaleros que viví desde mi juventud.

Y frente a todo esto, creo que aún siguen existiendo gente en el mundo cofrade como el amigo “Pepe el Droguero” que siempre supo dar lo mejor que tenia y sabia sin esperar y recibir nada a cambio.

En estos días de Noviembre cuando la Señora de la Amargura nos reciba en San Juan de la Palma desde la cercanía de su besamanos, en cada brillo de su peana corona o tal vez candelero seguirá viva en el recuerdo el alma hecha de plata, de un hombre bueno y sencillo que solo pretendía que con su trabajo anónimo su Virgen reluciera más que nunca cada Domingo de Ramos.

Brillos de plata y flores cada año para su Virgen de la Amargura, ¿Quién puede dar más por menos?

 

                                                  ….   Dedicado con cariño a Pepe “El Droguero”

 

Fotos: Archivo de Mariano López Montes










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