Guadalupe. Luís Chamorro García
Entre nubes de incienso,
surge tu palio soñado.
Y dentro de él una Virgen,
sin igual hermosura y belleza palpitante.
¿Dónde miras Guadalupe?
¿Donde fijas tu mirada?
¿Donde anclas tu dolor?
¿Donde señalas la Fe?
No puedo apartar los ojos de ti.
No encuentro nunca la luz que te favorece,
y, a la vez, todas me sirven.
Guadalupe parece un sueño.
Guadalupe es el sueño.
Guadalupe es el sendero del camino.
La vereda que atraviesa el bosque.
Guadalupe es
el principio y el fin de la Esperanza.
La noche con la luz del sol,
el día entre las tinieblas.
Guadalupe eres el secreto que guardo
y el anuncio inesperado.
Eres sencillamente la felicidad.
Eres andar costalero elegante
y extravagancia exuberante
de la rosa perfumada.
Eres sencillez
y austeridad de recogimiento,
eres unción y cariño,
eres la gloria en nuestro mundo
y el cielo de nuestro descanso.
Todos te miran, Guadalupe.
Y yo los miro a ellos
mientras suspiro.
Extasiados te miran,
las preocupaciones apartan.
Se recrean con tu son,
de tu mirada no se hartan.
Se arremolinan para verte
en mitad de la bulla.
Me sujetas las entrañas,
mi corazón murmulla.
Tu nombre, Guadalupe,
suena estruendo en el vacío.
De algarabía me estremezco,
me recorre escalofrío.
El lucero de tus ojos
congrega las miradas,
la miel de tus lágrimas
añoranza de alborada.
La luz de tu rostro,
con misterio nos guiara,
por el sublime recorrido
del almíbar de tu cara.
El palpitar de tus labios,
faro para quien va perdido,
y hablarte desde dentro
con el corazón encogido.
El quiebro de tu cintura
a los tuyos te acerca,
sutil manera de llamarnos
a beber de tu alberca.
Sevilla te suspira
desde el suelo y los balcones,
como el hambriento que mira,
lo que arde en los fogones.
No corras tanto,
llévala con mimo capataz,
que dé tiempo a recrearse,
en lindeza tan audaz.
Cae la cera a borbotones
formando tu candelería,
entre varales crece, gótica,
Catedral de la anarquía.
Se cincela el compás
a medida de la bambalina
con mecida de bordados
sobre terciopelo azulina.
Sin estar seguros
acordamos ponerte un nombre.
Hoy nos convences tú
el acierto de aquel hombre.
Tu cara y boca recogidas
en sublime compendio de arte.
Niño talla sobre ciprés,
Luis Álvarez Duarte.
Cementerio de Sevilla,
árbol, la materia elegida,
recuerdo de los que no disfrutan
con la nueva amanecida.
Hoy esas manos rudas
siguen devastando la madera
y soñando atardeceres
de perpetua primavera.
Perdido estaba
sin rumbo y sin destino
y en tus ojos, Guadalupe,
apareció mi camino.
Elegante y con age
se mece tu costalero
porque el sueño del niño
es ahora sonajero
que pasea bajo palio
de la noche la más bella.
Cincuenta años pasan
de mocita a doncella.
Estimulas tú mi vida
avivando mi felicidad,
compromiso conmigo primero
actuando en honestidad.
Querer, por encima de todo,
al que odia sin entender. Comprender a los que no me quieren
aunque no sepan volver.
Llenas mi alma, madre mía,
de loco amor por mi compañera.
Guadalupe mi pasión desbordas,
cofradía, Las Aguas, mi bandera.
Foto: Juan Alberto García Acevedo.