Arte Sacro
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“La sombra de la noche”. …A la memoria de Juan Manuel Martin, capataz y amigo. Mariano López Montes


Te has marchado de frente, marchando con el paso lento, pausado y acompasado a una Madrugá Eterna. A esa que, en esa Sevilla de color azul celeste, no tiene horarios e itinerarios, controles de hora, igualás, levantas o chicotas. Seguro que ya estarás con El, aquel que un día lejano te eligió para que guiaras sus pasos en este mundo de tinieblas.

Te has ido sin hacer ruido, casi sin enterarnos de tu partida, siempre con esa voz cascada por la emoción y el sentimiento, esa voz que desde hace muchos años rompía del silencio y el letargo, La Eterna Madrugada de San Román. Esa voz que año tras año con la dureza del yunque y la tenacidad del martillo sabían crear el arte en el calor de la fragua. Esa voz que brotó desde hace mucho tiempo en el saber de otros que te precedieron y que se convertía año tras año en aquel fiel lazarillo de un Dios que desde su condición de hombre, volvía a pisar y cruzar las calles de Sevilla.

Piedra angular y liderazgo de una gente que siempre considerabas como algo tuyo. Costaleros de antaño, de hoy y de siempre, que mediante la pasión y el sentimiento, han sabido imprimir a tus pisadas divinas, la emotividad y la sencillez cercana de lo humano. Cielos y tierra, devoción, sentimiento y pasión, en un oficio que aprendimos de nuestros mayores y que se mueve por el amor y nunca por el interés de la plusvalía.

Y como no, los recuerdos, esas vidas vividas que nunca se olvidan, nuestra juventud y adolescencia en la calle Alhelí, donde ejercías el oficio que te legaron y aprendiste de tus padres. El barrio del Retiro y Pio XII escenario de esa película personal de nuestras vidas, y como no los amigos, Lérida, Fernando Morrondo, Macías, Fosquitos, Pablo el Negri, El Camarada y otros que no olvido, pero tengo que dejar en el tintero. Jóvenes y menos jóvenes que desde la ilusión y las ganas, nos sentimos llamados a formar esas primeras cuadrillas de costaleros, juntos y de diferentes ámbitos sociales, pero con el sentimiento de serlo y el orgullo de haberlo sido.

Y de nuevo con los recuerdos, noche cerrada del Sábado Santo, un año más después de haber sacado a la más bella representación de la vida y la muerte allá por el antiguo barrio de San Marcos, me acercaba a verte ante el portentoso palio de La Esperanza Trinitaria, y me decías como muchas veces lo hicisteis: ¡Mi arma vete pa El Cristo y dile al Lope que te deje dar una chicota, que se lo mando yo! Desgraciadamente ya no existe ni El Lope, ni muchos de aquellos primeros costaleros, ni tan siquiera El Cristo de Las Cinco llagas es el mismo……….

Lo que si perduran como si hubieran ocurrido ahora mismo, son nuestros recuerdos, cada vez que tomamos el rápido o a veces lento tren que maneja la memoria.

Y por encima de todo, siempre Tu Cristo de La Salud y tu Hermandad de Los Gitanos, porque en este mundo cofrade cada uno tiene la suya propia, porque es la suya, aunque sus sentimientos puedan estar repartidos como pasa tantas veces, pero pienso que salvo raras ocasiones cada uno conoce sus orígenes y sabe al final para donde tirar.

Cristo que desde su tez morena reparte ese bien tan preciado y a veces olvidado cuando eres joven, que es la Salud, la que más hace falta, más que cualquier otra cosa para algo tan fácil y a la vez tan bonito como es vivir.

Jesús de La Salud o Cristo de Los Gitanos, cuanto debes saber Tú y haber visto de penas y alegrías siendo el referente de una raza que ahora se le suele llamar etnia, que desde su historia ha vivido la exclusión, la marginalidad y esa visión la mayoría de las veces tópica e irreal, llena de farándula ignorancia y gracia al más puro estilo de Miguel Ligero y Lola Flores en esa película ya clásica y trasnochada de Morena y Clara, donde “echándole guindas al pavo”, se generalizaba la cultura de una raza que nunca ha tenido “sangre de reyes en la palma de la mano” ni ha tenido parentesco alguno “con el rey faraón” por mucho que se empeñara Doña Concha Piquer.

“Pasa la vida, pasa la gloria y aunque nos ciega la soberbia, pasa la gloria, pero un día de tu obra ya no queda ni la memoria”. Cuanta verdad encierra la letra de esta canción, y más en una ciudad como esta con bastante tendencia al olvido de sus cosas y gente más querida. Pero tú, Juanma, seguirás viviendo en el corazón de tu familia y en la de los que algún día te conocieron, gracias a ese tesoro que cada uno llevamos dentro, que son nuestros recuerdos. Y de nuevo te veremos caminando y enseñándole el camino a tu Cristo de La Salud, ese que sabe tanto como tú mismo de noches frías de luna, amaneceres de cansancio y mañanas y medios días de sol quemante, de soledades y de silencios, de alegrías y tristezas.

Ayer igualaste en esa trabajadera inmensa en que un día, quizás lejano o cercano, igualaremos todos, y con aquella oración hecha lamento en forma de seguiriya, martinete o carcelera, te irás con Él para toda una eternidad. Porque este pueblo andaluz siempre necesita, como dijera Antonio Machado, que le dejaran unas escaleras para subir a la Cruz. 

 

Fotos: Archivo de Mariano López Montes










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