La estrella que siempre iluminará el barrio de Torreblanca. A la memoria de Miriam Caro. Jesús Rodríguez Endrina
Amanece un día triste, un día que se torna gris.
La fiel y eterna sonrisa del barrio torreblanqueño nos deja y lo hace con un tocado y hundido. Dejas huérfana a esa cuadrilla de hombres que gobernabas como madrina; esos 90 costaleros a los que sabías levantar con tu sonrisa cuando la calle más apretaba y los kilos pesaban más.
Llega tu ausencia, pero dejas en nosotros huella, peque Miriam. Dejas tu risa entre nosotros y el surco de la inmensidad de besos que solo tú sabías dar.
¿A quién vamos a coger ahora cuando la tarde del Sábado de Pasión se haga noche y el Cautivo, que es tu Señor, llegue a tu puerta?
Nos queda el consuelo -y la seguridad- de saber que allí a donde vas tienes el sitio que siempre has merecido. Allí, junto a tu hermana, aquella otra Estrella que voló prematuramente hacia el cielo de la calle San Jacinto y será quien te espere para enseñarte, de frente, los ojos de tu Virgen de los Dolores.
Miriam, querida, aquí abajo nos dejas rotos y hundidos, pero con el fiel convencimiento de que tu recuerdo perdurará por siempre en tu cuadrilla, tu Hermandad y tu barrio y que volveremos a encontrarte, cada Sábado de Pasión, en los ojos de tus padres.
Míriam, que la tierra te sea leve, fuerte pá arriba, y a volar...
Te quiero, te queremos.
Jesús Rodríguez Endrina