Pequeños detalles en una ciudad grande: La calle Laraña de Sevilla. Reyes Pro Jiménez
Sevilla es una ciudad GRANDE. Esto es algo evidente, o por lo menos debería serlo, tanto para los que la visitan como para los que viven en ella. Grande por su historia, por su patrimonio artístico, por su Cultura… por su carácter, que luchamos por no perder, por su tradición, su presente y sus esperanzas en el futuro.
Pero puede que por esa misma evidencia se nos pasen detalles “pequeños”, que pueden parecer insignificantes o sin importancia, pero que nos hablan de ese carácter, de esa historia. Se repite como un tópico que Dios está en los pequeños detalles. También puede residir en ellos el alma de la ciudad, eso que se definió tan acertadamente por José María Izquierdo como su gracia.
Vamos a ir repasando de forma breve esos pequeños detalles, varios de ellos. Seguros que quienes lean estas líneas podrán sugerir otros muchos.
La calle Laraña antes de los ensanches del siglo XX
Comenzamos por el nomenclátor de la ciudad, el nombre de sus calles, concretamente por una de ellas rotulada “Laraña”. Así sólo, de una forma breve, lacónica, como es el uso sevillano.
Por eso mismo existen dos interpretaciones sobre esta denominación en honor de “Laraña”. Lo más probable es que se refiera como homenaje al Rector de la Universidad de Sevilla Manuel Laraña Fernández (1815-1903), eminente abogado sevillano, Catedrático y Decano de la Facultad de Derecho, posteriormente Rector de la Universidad. Como hombre piadoso no sólo se inclinó por el estudio de la abogacía, también cursó los de cánones. Por desacuerdos e incidentes con otros miembros de la Universidad fue separado de cargos pero pronto sería restituido en los mismos, llegando a tener un gran prestigio académico. Fue también miembro de la Sociedad Económica sevillana de Amigos del País y Senador del Reino en representación de la Universidad de Sevilla.
Manuel Laraña Fernández (1815-1903), en la galería de
rectores de la Universidad de Sevilla
Pero no hay total seguridad de que la calle se refiera sólo a este Rector, pues incluso parece que tras el laconismo de “Laraña” se encuentra la intención de recordar además a Manuel Laraña Ramírez (1844-1908), hijo del anterior y que también fue Catedrático de Derecho y Rector de la Universidad de Sevilla. Nos da idea de su personalidad el hecho de que no quiso prestar juramento a la constitución de 1868, el año de la Revolución “Gloriosa” que tanto perjudicó al patrimonio histórico y monumental de Sevilla, dicho sea de paso. Tras la restauración de la monarquía sería nombrado Concejal del Ayuntamiento de Sevilla y Diputado provincial.
Manuel Laraña Ramírez (1844-1908)
Y ya llegamos al “PEQUEÑO DETALLE” de hoy. A Laraña hijo le dedicó la Universidad una lápida conmemorativa, redactada en latín (a comienzos de siglo XX aún se estudiaba Latín y era lengua conocida por todos los profesores universitarios), que se colocó en el edificio de la Universidad, entonces en la calle llamada Compañía, como se conocía desde el siglo XVI por la Casa Profesa Jesuita, después Universidad, y que hoy se denomina Laraña, puede que tanto por el padre como por su hijo.
Lápida honorífica de Manuel Laraña Ramírez (1844-1908)
Pero el pequeño detalle que nos habla de Sevilla no es esto, es algo que nos deja sin palabras porque habla por sí mismo, es el emplazamiento donde se encuentra hoy día tal lápida honorífica: se usa… como parte de la solería de un bar cercano a la plaza del Salvador. Así pasan las glorias del mundo sevillano… «sic transit gloria hispalis».
Reyes Pro Jiménez
Historiadora y bibliotecaria