Cita anual. Antonio Sánchez Carrasco

Se van los días con esa presteza con la que el otoño tardío arranca la luz del sol de nuestras calles y en esta andaba yo, en Valladolid, pensando en que escribir para esos lunes que ahora es cuando menos sol tienen de todo el año. La Rosa de oro recogida o la recogida de la Rosa de Oro, que se acerca. Todos los actos del Congreso que aquí llamamos segundo, aún correspondiéndole otro ordinal, con la Magna, perdón procesión de clausura en ciernes y media España viniendo a Sevilla. Las exposiciones, los dimes y diretes, de que, si las luces están demasiado altas o qué, pero bueno, para que me voy a meter yo en na como diría mi amigo Bogart. Así que me dio por escribir por el colofón al viaje por tierras de Castilla. Esa estepa castellana por" donde al destierro con doce de los suyos, polvo sudor y yerro, el Cid cabalga".

En Valladolid la Ciudad que vio nacer a mí abuelo Tomás aquel electricista de la Parrilla del Hotel Cristina, que gustaba de tomarse una torrija por cada paso que pasara en Semana Santa, como para no gustarme el dulce. Y llegamos a las dos exposiciones. La de la Catedral con obras de Montañés y Goyo Fernández, así lo llaman en Pucela, Raquel dixit, en la que imágenes como San Bruno tomaban una entidad que no se les da en origen. Y luego el momento Luisa Roldán con ese gusto con el que montan las exposiciones temporales en el Museo Nacional de Escultura. Y encuentros cofrades en plena Ciudad que te llenan el alma. Sobre todo, el último del viernes, con mi amigo Luis y su esposa. Llegar a San Quirce es llegar a tu casa y aún estaba mi Cristo en el altar de besapiés. Abrazos, conversación agradable y enfrentarme en vivo al de la estampa que suele ir entre mi móvil y su funda. Salvo lo de mi abuelo no tengo ningún nexo con Valladolid, pero Jesús con la Cruz al hombro me remueve algo donde se remueven las cosas que importan. Por unos instantes le di las gracias por las cosas que le pedí a su foto y me coloqué allí donde su mirada me llegaba, o mejor me traspasaba. Su mirar es etéreo y profundo a la vez. Te reconforta y te exige, te cuida y a la vez te pide compromiso, es implorante y enérgica y tiene la virtud de señalarte el camino con ese tablón en cruz que luxa sus muñecas en el martirio. El Cristo que anda por Valladolid, y eso que yo nunca lo he visto en la calle, pero mientras pueda nunca faltaré a mí cita anual con la salvación, que para mí siempre está en la mirada del Nazareno y en un cigales, Raquel nunca me acordaré de la marca, en copa con amigos hablando de la casa de locos que será Sevilla la semana que viene. Bendita locura.

#LosLunesAlSol

Foto: Antonio Sánchez Carrasco.