Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • domingo, 28 de abril de 2024
  • faltan 350 días para el Domingo de Ramos

Astorga Olvidado. Manuel Jesús Roldán Salgueiro.


 Año 1849. Últimas horas en la cama de su dormitorio. Vivía en la calle Trajano. Tenía ya setenta años. Muchos para la época. Se llamaba Juan de Astorga. Un escultor para recordar...

Había nacido un día de agosto de 1779 en Archidona (Málaga). Era profesor de la Escuela de Bellas Artes desde 1810. había realizado un sinfín de imágenes. Quizás sobresaldrían sus dolorosas: la de la Angustia, Esperanza de la Trinidad, Buen Fin, Subterráneo o la intervención en la Virgen de la Presentación. También las figuras del Duelo del Santo Entierro. Su obra era mucho más amplia. Pero ya se sabe que pasa a la posteridad lo que queda en la Semana Santa, Lo demás, quizás pasa al olvido. Aquel último día pensó que otras obras suyas merecían salir en procesión. Que la ciudad era ingrata y podría condenarlas al olvido. Y tres obras vinieron a su mente..

1. El Cristo de la Providencia. Lo hizo para la Capilla de la Escuela de Cristo en 1818. Fue contratado por Francisco Nicolás de la Barrera, hermano de la corporación para sustituir al antiguo titular, el Crucificado de los Mulatos o del Calvario.

En el contrato se estableció el material para la talla, la madera de cedro o, en su defecto, la de pino de flandes pero “sin nudos”. El contrato incidía en otras cosas: “se deja libertad para que obre en ella con toda la franqueza y la grandiosidad que sea posible, para que salga lo más dulce y sensible que sea dable, con la circunstancia que el rostro se goce bien desde el pavimento”.

No lo olvidaba: serenidad, quietud, la inspiración en el crucificado de la Buena Muerte, el acabado suave y el atrevido tratamiento en el paño de pureza. Una anatomía al descubierto. Ni sangre ni violencia. Una muerte ideal.

2. La Virgen de la Soledad del Convento de Capuchinos. Se la había encargado doña Francisca Lorenza de Segovia, esposa de don Pedro Pumarejo, para que recibiera culto público. Le salió realmente hermosa. Romántica. Sin sobresaltos. No sabía que estaría a punto de desaparecer en un asalto posterior al convento, ni que pasaría por la iglesia de San Luis de los Franceses. Al final, regresaría con los capuchinos. Su amigo, el padre Fray Ángel estaría contento...

3. La Virgen de la Soledad de la Parroquia de San Ildefonso. La hizo ya con sesenta años. Le tenía especial devoción. La artrosis de sus manos no le impidió llevar la belleza a un rostro de mujer, trasladar la delicadeza a un vulgar trozo de madera. Esa era la grandeza de un escultor...

Tres obras sin cofradía. El escultor pensó en que alguien descubriría aquellas imágenes para crear una hermandad. Una forma pública devoción. Hubo quien lo intentó décadas después. La belleza tallada del romántico escultor sigue habitando en los rincones del olvido...

Más info en: http://elalmanaquedesevilla.blogspot.com










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.