Arte Sacro
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  • domingo, 28 de abril de 2024
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Francisco Robles: "Recuerden" (II)


 Recuerden que la vida es una cadena en la que se van engarzando las edades como tramos de nazarenos hasta componer la cofradía de nuestra vida. Recuerden que esa cadena nos convierte, a su vez, en eslabones. Que la mano que nos enseñó ese milagro de siete días ya no está con nosotros, ya no se posa en nuestro hombro cansado ni nos calienta la palma en una Madrugada de asombro.

¿Cuánto daríamos por ser ora vez como entonces? Felices sin medida. Habitantes del tiempo sin tiempo del niño. Dueños gozosos de una ciudad que nos sorprende a cada momento. Lo daríamos todo por atrasar los relojes. Hubo un día en que el tiempo nos alcanzó. Nos mordió los talones y nos hirió para siempre con la daga mortal del destino.

Recuerden que esa muerte se hace más presente que nunca cuando el Crucificado nos devuelve la imagen de quien tanto quisimos. Recuerden que una Semana Santa sin llanto ni es Semana Santa ni es nada. Y que por eso hay que darle rienda suelta a las lágrimas que nos limpian por dentro. Como decía mi maestro Garmendia cuando lo veían llorar desaforadamente: ¡Qué mal de bien me lo estoy pasando…!

Recuerden que esa emoción tiene su necesario contrapeso en la cerveza con la que volvemos a hacer el viacrucis a la Cruz del Campo. Recuerden que el Cristo no nos trajo al mundo para sufrir sino para alegrarnos con su divina presencia en las calles de su ciudad.

Recuerden que si Dios está entre los pucheros, como dijo Santa Teresa, también puede estar en un mostrador donde se alinean los fanales de luz que contienen la espumosa imprescindible para rebajar las tensiones emotivas.

Cristal fino de candelabro de categoría. Color dorado que nos hace dudar: ¿habrá salido el cervezón de un barril o del taller de un batihoja? Y quien dice una cerveza cruzcampo también dice un soldadito de Pavía crujiente como el muslo de la señora que tapea junto a nosotros en el espacio compartido de la barra.

O unas espinacas con garbanzos que nos ayudarán a poner en práctica el adagio barroco cuando nos sentemos en el trono de Herodes a la mañana siguiente: sic transit gloria espinacundi. O ese bacalati con tomati que nos lleva directamente a la Híspalis romana y que está como aquella señora que sigue compartiendo el tapeo: para mojar pan.

Recuerden que esos siete días son para gozarlos hasta el límite, para vivirlos como si no hubiera nada más en el mundo, para encontrarnos con Dios en cada esquina y con su Madre en cada ausencia.

Yo os lo confieso. Nunca soy más feliz que en estos siete días. Nunca jamás. Y no me duelen prendas en decirlo. Es muy grande ser hijo del Dios encarnado en el vientre de la Virgen que sale del barrio de la Calzá. Y es más grande todavía que el Hijo del Hombre te demuestre su amor de la forma más alta y más honda que imaginarse pueda: elevándose hasta la cruz y alzándose en el punto más alto de la ciudad, que no es otro que el puente de San Bernardo.

Recuerden que en el barrio no estamos solamente los que aparecemos, sino todos los que regresan en el sudario recién estrenado de la memoria. Recuerden a los que no hace falta recordar porque siempre están con nosotros.

Me lo dijo el cura Javierre: desde el otro lado nos siguen protegiendo. Nos dan consuelo y amparo. Nos guían. Y nos sacan cada día para que nos refugiemos bajo el mismo manto. En el mismo sitio y a la misma hora. Cuando la cofradía viene de vuelta y todos los relojes apuntan con los cuernos afilados de sus agujas a los cielos de la añoranza: a las doce en sombra de la noche.

Recuerden que ésta es la fiesta más seria que se celebra en el mundo y en su historia, y que por eso hay que ponerle unas gotas de humor para que no se nos suba a la cabeza. Recuerden que detrás de cada tonto de capirote hay un friki con sus manías, o un padre empeñado en meter el carrito de la Yeni por la bulla de Argote de Molina, vulgo la cuesta del bacalao.

-Manolo, ¿no ves que el carrito de la Yeni no cabe por ahí?

-¡Que sí cabe, mujer!

-Manolo, te he dicho que asín no se puede pasar, que con esta bulla no hay manera, ¿ein?

-Tú déjame a mí, que yo controlo.

Manolo se tomó un sol y sombra en el desayuno mientras leía el poglama en el bar que abrieron en los comerciales del bloque. Después fue empalmando media docena de tanques de cerveza con tres yintonis. Por algo lo nombraron Vocal de Festejos en la Junta Directiva de la Asociación de Vecinos que organiza todos los años el Pregón de Semana Santa de la Intercomunidad Cofrade.

Porque Manolo es un sevillano muy auténtico y muy limpio que siempre lleva los calcetines muy blancos. Blanquísimos. Quiere mucho a su mujer, a la que presenta siempre con tres palabras: aquí mi señora. Y cada Domingo de Ramos monta un espectáculo en la Cuesta del Bacalao con los sucesivos carritos de la prole. Porque este Manolo no se detiene a la hora de procrear. Media docena de criaturitas, que diría Donmanué.

El Yoni, el Yimi, la Yeni, la Yesi, el Yosua y la Yina. Están esperando el séptimo, que se llamará, en honor del padre, Yintoni. La Carmeli, que los saca a todos de nazarenos en la cofradía de vísperas donde están apuntados desde que los embautizaon, dice que su marido es muy hombre. Y que todo esto le pasa porque empuja más que el pico de una ensaladilla.

O que un rabino en la bulla de una salida. De una salida… o de una entrada… en carnes.

Recuerden la tertulia semanasantera en Chipiona o en Matalascañas, en la Antilla o en Fuengirola a la sombra de la sombrilla de ruán, con la tortilla oliendo a incienso y los bistés empanaos con pinta de torrijas.

Recuerden que somos así y que no nos importa, que somos felices y no vamos pedirle perdón a nadie porque no hay nada que perdonar. Recuerden que en Feria vemos al caballo de Triana o al de la Lanzada cuando llegamos al mediodía y todo es un paseo de equinos que no nos dicen nada. Y que en la trastienda de la caseta hablamos de lo único que sabemos: de cofradías.

Recuerden que la Semana Santa no sólo discurre por la carrera oficial enjaulada en sillas y horarios. No . La Pasión según Sevilla transita por calles que valen su nombre en oro repujado y en plata cincelada, por plazas que se abren para que nadie se quede fuera: porque aquí cabemos todos, porque el Nazareno sale como el sol, para todo el mundo. Incluso para los que tenemos problemas de visión y lo buscamos a tientas.

Recuerden que la misión de las cofradías es la más alta que puede llevar a cabo un ser humano: acercar a Dios a los hombres que no han recibido el supremo don de la gracia. Éste que les habla sabe muy bien de qué está hablando, y no se corta un pelo en decirlo, porque jamás le mentirá a quien busca incesantemente cada Viernes cuando la noche alumbra el espíritu.

Me podrá la duda y me dejará vacío la razón, pero jamás le mentiré a esa divina y buena persona que se llama Jesús del Gran Poder. Mi Jesús del Gran Poder.

Foto del libro "Recuerden" de la Editorial Jirones de Azul










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