Arte Sacro
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Mis dos Madres frente a frente. Daniel García Acevedo


 Desde que se hizo público que la Esperanza Divina Enfermera visitaría a la Esperanza Macarena por el Año Jubilar, la fecha del 5 de octubre estaba marcada en mi particular calendario.

Y llegó el día y la hora exacta en la que la Esperanza más antigua de Sevilla saludó a la titular de la Basílica, con la Virgen del Rosario y el Señor de la Sentencia de testigos. Que se dijeron, no lo sabemos. Seguramente se desearon mutuamente lo mejor para que las dos hermandades que les rinden cultos sean prósperas en caridad y buenos actos y no en rencillas o envidias internas.

Pero yo estaba allí, con mi cirio apagado traído desde San Martín, solo para verlas a Ellas. A la Divina Enfermera la veo todos los miércoles en su altar, pero a la Macarena hacía más tiempo que no la visitaba.

Y el tiempo se detuvo. Fueron unos minutos, pero pareció toda una eternidad. Mis dos Madres frente a frente. La que me consuela en mis desánimos y a la que me gustaría ver una vez abandonado este mundo. La que me levanta los vellos en la Madrugá y a la que le pido que proteja cuando alguien anda enfermo. La que ríe y llora a la vez y la que te muestra a su hijo en el vientre por fechas de Adviento.

Ya no había nada más, nada que distrajera el momento esperado. Ya no contaba lo que hace unos minutos era importantísimo. Que importaba ya que hubiera gorras blancas en el arco haciendo sonar sus cornetas del otro lado del Puente. Ni que desde Salteras hubiera venido una gran banda para acompañarla a Ella. Ni siquiera contaba el manto prestado o petalada en calle Parras.

Cuando la Divina Enfermera retrocedía por la basílica dirección a la puerta, el cortejo volvió a salir al atrio y los cirios fueron, nuevamente, encendidos. El retorno a San Martín había comenzado.

¿Volverán a cruzarse mis dos Madres?. Es difícil saberlo y complicado que vuelva a ocurrir. Quizás alguna Madrugá lluviosa y que San Martín sirva de refugio las pueda reencontrarse, pero será muy complicado esa conjunción de sucesos.

Al menos ya puedo decir que se ha vivido una vez y, por supuesto, ha merecido la pena la espera.

Fotos: Francisco Santiago y Juan Alberto García Acevedo.










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