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Historia de la cofradía de Los Marineros en el siglo XIX. Javier Ramos Sáez


 La Cofradía del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, María Santísima de la Esperanza y San Juan Evangelista deviene de una fusión entre la Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Evangelista, que se funda en el último tercio del siglo XVI, y de la Cofradía de las Tres Caídas de Nuestro Señor Jesucristo de procedencia marina.

Las primeras reglas como única hermandad constan de 1616, año en el que el Señor de Pasión es tallado por Montañés.

Esta hermandad, como muchas otras, provienen de diferentes capillas siendo el convento del Espíritu Santo donde más tiempo radica (unos 47 años en tres etapas); también estuvo en la de los Remedios, Encarnación y Santa Ana hasta que en 1776 se acordó por escritura adquirir una capilla propia debido a los excesivos cambios de sedes que acontecieron a la corporación. Así que para dar mayor respeto y acomodo a las imágenes se construyó una capilla propia y obtuvo dos casa en la calle Pureza hipotecando durante muchos años la plata que poseían y dos casa que poseían en propiedad. Dicha capilla se terminó de edificar en 1815 constatando el gran esfuerzo que supuso para dicha hermandad tal obra.

 En 1868 reside en la Iglesia de San Jacinto estableciéndose allí en lo que queda de centuria coincidiendo con la Hermandad de la Estrella. La Hermandad de la Esperanza pasó de ser una hermandad floreciente y poseer un excelso patrimonio a ser una hermandad desolada a partir del año 1868 cuando pierden su capilla debido a una desgraciada revolución. “Fue relegada al olvido por su propia Corporación” llegó a decir Francisco Almela Vinet en 1899. Las imágenes quedaron en manos de gente devota que las cuidaron y se dejó de hacer estación de penitencia hasta que en el año 1889, por iniciativa del Capellán de San Jacinto, se volvió a la Santa Iglesia Catedral después de 32 años.

Un año después se nombró al nuevo hermano mayor cuyas aportaciones económicas hicieron que la cofradía surgiese de sus cenizas; su nombre: Francisco Sánchez. Anticipó un efectivo a la hermandad para que pudiese salir con un cierto decoro y así también poder comprar los varales de palio, sayas y túnicas de las Imágenes, una corona y peana para la Virgen. Así en 1891 se pudo hacer estación de penitencia en la Madrugá del Viernes Santo. Dicho hermano mayor continuará haciendo su labor durante principios del s. XX. Gracias a este hermano mayor la Hermandad de los Marineros, como se le conocía, pudo estar en consonancia con las más ilustres cofradías del s. XIX.

Como último dato -y muy curioso- describir los dos pasos procesionales con los que salía en procesión de penitencia. El Señor de las Tres Caídas estaba acompañado por un Cirineo (en un paso de talla dorado de 1893 anterior al actual) con túnica bordada en oro sobre terciopelo morado. Es obra atribuida a Marcos de Cabrera.

El paso de palio de la Santísima Virgen llevaba a San Juan Evangelista y a María Magdalena siendo una representación nada extraña en aquella época. Su color negro, tanto en saya y manto (bordado en oro) y en palio (bordado en plata) recuerda la antítesis que se vive en la actualidad. Era una cofradía seria, de negro. Los nazarenos vestían con túnica blanca, y antifaz y capa negras. Siendo entonces una hermandad modélica en el tránsito hacia el nuevo siglo -ilustrísimo a mi parecer- que le esperaba.

Fotografías: Joaquín Corchero y Francisco Santiago. 

Bibliografía: AMELA VINET, Francisco. Semana Santa en Sevilla. Ediciones Espuela de Plata. Sevilla. 2003.










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