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Provincia. Sor Ángela Peñacoba, Hija de la Caridad en Alcalá de Guadaíra, que lideró la bandera de la Igualdad, mucho antes de que lo hiciera ningún partido político


Fran Granado. En vísperas de la Inmaculada, cumplidos los 94 años, fallecía en Alcalá de Guadaíra Sor Ángela Peñacoba, Hija de la Caridad, natural de Santo Domingo de Silos (Burgos). Una mujer erudita, polifacética, dotada para las matemáticas, las ciencias en general, la historia, pintura, música, composición, el arte en general. Pero sobre todo, una persona adelantada a su tiempo: firme defensora de la Igualdad, cuando esta era una bandera que no defendía ningún partido político. Llegó a Alcalá de Guadaíra en el curso 1952-53, para desarrollar su labor en el antiguo colegio San José, que regentaban las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en una época en la que la mujer, claramente discriminada, no tenía las mismas oportunidades ni derechos que el hombre. En Álcala, las mujeres no podían estudiar el Bachillerato Elemental; tampoco se sentía en la sociedad de la época la necesidad de que las niñas estudiaran. Pero Sor Ángela Peñacoba, consciente de que, como dijo Sócrates:  “El conocimiento os hará libres”, con entusiasmo, esfuerzo,  y el don de palabra que la caracterizaba, fue capaz de convencer a sus superiores, niñas, familias, de la importancia de sus estudios, sin que fuera un obstáculo los problemas económicos: trajo el Bachillerato para las niñas alcalareñas. Sor Ángela matriculó a sus alumnas en el sevillano Instituto de Enseñanzas Medias “Murillo”, les consiguió los libros que el centro educativo exigía, en las librerías de Sevilla que lo vendían, y cargaba con ellos en grandes bolsas,  trayéndolos en los autobuses de la época, para sus alumnas, sus niñas; a las que preparó a conciencia en el alcalareño Colegio San José, examinándose como alumnas libres en el Instituto Murillo, consiguiendo excelentes notas. A las alumnas que necesitaban recursos económicos para poder estudiar, Sor Ángela les conseguía becas. Para ello, se iba a Madrid, al Ministerio, y volvía con las becas concedidas. Además, aconsejaba a los padres qué deberían estudiar sus hijas y cómo hacer para conseguir ayudas para seguir en Sevilla el Bachillerato Superior, pues en Alcalá, aún no había instituto. Se convirtió en la piedra angular para el futuro de las que hoy son: funcionarias, profesoras, científicas, catedráticas, a las que formó imbuidas de la cultura del estudio y el esfuerzo, a las que transmitió las enseñanzas del Evangelio, formándolas íntegramente como personas.

Recuerdo en mis conversaciones con Sor Ángela, que también fue adelantada en su época, realizando test de Inteligencia a sus alumnas. Así descubrió que Tahía Benítez Fernández y María del Carmen Hermosín Gaviño, tenían un intelecto extraordinario. Hoy Tahía es catedrática de Genética de la Universidad de Sevilla y sus investigaciones son seguidas y valoradas por premios Nobel. Según sor Ángela, Tahía no goza ya del Premio Príncipe de Asturias, porque ha nacido en un pueblo y no en Londres, Paris o Madrid. María del Carmen es profesora de Investigación del CSIC, ha sido presidenta del Instituto Andaluz de Investigación Agraria y Pesquera, Alimentaria y de Agricultura Ecológica. En la actualidad dirige, entre otros, un Grupo de Investigación de Agroquímica Ambiental del Campus de Excelencia Internacional en Alimentación CeiA3.

Cuando sus superiores así lo estimaron, Sor Ángela marchó a Montellano para asumir una nueva tarea, en el asilo que regentaban las Hijas de la Caridad, de cuya comunidad fue superiora. Nuevamente destacó por su entrega a los demás. Consiguió más de mil cartillas y pensiones para los ancianos, consiguió techo para unos, mantas para otros… Tal fue su intensa y generosa labor, que el Ayuntamiento, por unanimidad del pleno, le concedió el título de Hija Adoptiva de Montellano.

Tras vivir apasionada por la enseñanza, la evangelización y la transmisión de valores a cuantos niños, jóvenes, Hermanas y ancianos se acercaban a ella, pasó sus últimos días de nuevo en Alcalá de Guadaíra, ahora en la Residencia La Milagrosa, que regentan las Hijas de la Caridad.

Como se indicaba en la Monición Eucarística en las exequias por Sor Ángela Peñacoba, la Comunidad de la Residencia La Milagrosa ha sido testigo privilegiado, estos últimos años, de su creatividad e ilusión. Han palpado el proceso de purificación que el Señor le ha concedido hasta acogerla en su seno, y dan gracias a Dios por seguir regalando a los Pobres y a la Compañía de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, personas portadoras de su ternura y su amor.

Redacción y fotos: Paco Burgos










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