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El Cachorro, el Nieto de Señá Sant´Ana. Juan Manuel Labrador Jiménez


 Altar de Quinario del Cachorro en la iglesia de Santa Ana En Triana, el tiempo ha retrocedido a un pasado remoto, un tiempo desconocido por muchos al carecer de la edad suficiente como para recordarlo. Quienes lo hayan vivido, añorarán aquellas fechas en las que el Cachorro acudía a San Jacinto o a Santa Ana para la celebración de sus cultos. La imagen cristífera de mayor devoción del barrio recorría en otras décadas las calles del antiguo arrabal de extramuros buscando un templo donde celebrar su solemne quinario.

Hacía veinticuatro años, casi un cuarto de siglo, que ese Jesús trianero que clava su mirada en el celeste infinito de su cielo no acudía a casa de su Abuela y patrona de Triana. Entonces, cuando corría el año de 1982, su hermandad conmemoraba el III centenario de la ejecución de la talla de este Cristo que soñó Francisco Ruiz Gijón al darle forma con las gubias de la devoción a Dios Nuestro Señor, ese mismo Dios que al comprobar que el escultor no conseguía tener la inspiración necesaria para darle forma a su rostro angustiado en el momento extremo de su muerte, quiso que presenciara aquel injusto asesinato a ese gitano conocido como "el Cachorro".

No sabemos si el sobrenombre de este Cristo procede realmente de aquella historia, porque nadie sabe si ésta es cierta, o si se trata sólo de una de tantas leyendas como existen en nuestra tierra. Quizás se le llamó así porque, por ser el Hijo de Dios, Éste era su Cachorro, ese Cachorro que es Nieto de la Señora Santa Ana.

 El Cachorro en su traslado del pasado domingo Os puedo jurar que durante esta semana, Sant´Ana ha mostrado una cierta alegría en su cara al recibir de nuevo en su regazo a ese Nieto que bendice al mundo entero ante el dramático sacrificio de amor que hace al entregar su vida en una cruz. Impresionante ha resultado la estampa de penetrar en la parroquia por la puerta de Vázquez de Leca, y verle aparecer entre las columnas del templo, con su grandioso volumen, mostrando una visión que, habitualmente, no puede contemplarse de la misma forma en su iglesia de los confines de la calle Castilla. Magnificente era la posibilidad de verle expirar en el presbiterio de la catedral trianera, con toda la fuerza que transmite su expresión, llenando todo el espacio del altar mayor, dotando de mayor barroquismo, si cabe, a las naves de la primera iglesia católica de la urbe.

Decía Rafael Belmonte en su pregón de 1977 que el Cachorro es un nombre "entrañable y tremendo", pero sin duda, tremendo es verle delante de su Abuela entregando al Padre su vida por nosotros, pecadores que, día a día, hemos de cargar con la cruz de nuestros errores y nuestras faltas, con la cruz de nuestra insolidaridad y egoísmo. Seguramente, volverán a pasar muchos años hasta que el Cachorro vuelva a visitar a su Abuela, pero quedémonos con esa estampa en la que se resume el antes y el después, la infancia y la madurez, el principio y el final. Recordemos, constantemente, esa estampa en la que contemplanos al Divino Infante en las rodillas de Santa Ana, y que, 33 años después, muere en el Calvario de nuestros días con su Madre del Patrocinio a sus pies.

 Pasó un año y otro año,
y el Cachorro de Triana
llega a casa de Santa Ana
clavado en el travesaño
donde pone fin al daño
de la traición y el pecado,
pues su cuerpo, ya cansado,
riega de amor a la vida
cuando queda sostenida
en un tiempo sin pasado. 

 

 

 

Fotos: Juan Alberto García Acevedo y Fernando A. Morillo










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