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….A D. Vicente Ramos Girón: In Memoriam. Mariano López Montes.


Mariano López Montes. Son un poco antes de las diez de la mañana, y en nada va a comenzar tu ultimo paseo por esa parte de tu barrio que es aquel bello patio, que lleva a la iglesia de San Jorge en esa Santa Caridad que ya desde su puerta nos recuerda que “Siempre la casa del pobre es la escala del Cielo”, de esos cielos azules con impronta de Arenal Baratillero, al que siempre pertenecisteis. De puertas para adentro se repetirá aquel ritual que se realizara una vez más para realizar tu último viaje a una Eternidad que, conociéndote en persona, siempre te has merecido. Aquellos ancianos revestidos con esos ropones y sombreros, como manda la tradición, abrirán paso a ese tramo de esos señores elegantes que, con cirios azules, te acompañaran en la última singladura de tu vida y al final ese silencio sepulcral que siempre acompaña a esa muerte que siempre se ha caracterizado por el igualitarismo, que está tan de moda y es tan políticamente correcto.

Tu amor “a los alamares, a las sedas y a los oros, a la sangre de los toros y al humo de los altares”, como dijera Machado, han cedido para esta, tu última ocasión en ese humilde féretro de madera, con el único distintivo de la cruz hecha con cintas de color azul, tu color de Miércoles Santo y seguro el que más te gustaba.

La Muerte, esa compañera que siempre nos acompaña en nuestra vida desde el momento que nacemos, ha sabido imponerse una vez más “igualando a todos por igual”, como ya nos mostrara en su lección magistral Valdez Leal.

Conocí a Vicente Ramos trabajando nuestro oficio de médico, que siempre lleva implícito un pellizquito de arte en el Servicio de Urgencias del barrio de Pino Montano, donde él “regentaba” el puesto y yo por mi juventud hacía la calle, en el buen sentido sanitario de la palabra.

Desde el principio le tomé un gran aprecio, pues aquel Señor con letras mayúsculas de pelo engominado, excelente percha, aún con bata blanca y habla comedida y no siempre de dicción bien entendida y además cofrade, era ideológicamente, estéticamente y de gustos muy diferentes a los míos, pero pronto congeniamos a la perfección. Lo que demuestra que en la tolerancia y el entendimiento se encuentra la grandeza de las personas.

Cientos de anécdotas tengo en mis recuerdos que no es el momento de relatar y que solo algunos amigos íntimos saben y los que nos conocen se pueden imaginar, porque eran tremendamente divertidas, con ese humor que poco a poco ha ido mermando en los puestos de trabajo actualmente.

El amigo Vicente y para mí es un honor haberlo sido, tuvo la presencia de un Señor que caminaba por esa Mancha del Ingenioso Hidalgo, por su barrio del Arenal en que tenía sus referentes devocionales, de todos conocidos, sus bares y aperitivos siempre comedidos, sus amigos, sus conocidos y en definitiva su vida. Su Maestranza, sus toreros y torerillos, su Vistahermosa y su puerto, pero ante todo esa generosidad sin prisa que regalaba en cada momento, nunca fue un hombre de doble cara, como tanto se estila en la actualidad, y de siempre presumía con el honor sano de haber ostentado, durante años la vara dorada de su Baratillo, de su Pura y Limpia, de su Sacramental e incluso de ese Consejo al que tantos quieren acceder y eso que a él nunca le hizo falta para ser D. Vicente Ramos con letras mayúsculas.

En fin Amigo Vicente, ya ha llegado tu hora, como nos llegara a todos, aunque no tengamos ninguna prisa en conocerla y eso que dicen que es mucho mejor, pero de momento nos conformamos y viéndola algo de lejos con la que casi todos los años y este no ha podido, sale de San Gregorio el Sábado Santo, pero la verdad que aunque no haya salido a la calle, sigue desde su casa haciendo lo que modernamente se llama teletrabajo.

Vicente ya no estas con nosotros, no tendremos el gusto de verte pasear por Arfe, Adriano, El Postigo o Castelar, solo vivirás en el recuerdo de los que te quisieron, tu familia y esa pléyade de amigos que siempre has tenido, pero seguirás viviendo en el recuerdo y el cariño cada vez que rememoremos esas divertidas y entrañables anécdotas que vivimos juntos. Tú, como buen Baratillero, seguirás viviendo para siempre en ese cielo azul de botonadura y cordones rojos y blancos hechos de Misericordia, Piedad y Caridad, en tu caso por partida doble. 

 

Fotos: Mariano López Montes










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