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300 Años de la capilla sacramental de Santa Catalina. Virginia López


Una generación de sevillanos desconocía la Iglesia de Santa Catalina. Su cierre un 4 de junio de 2004 se prolongó catorce años y medio hasta su consagración, coincidiendo con la onomástica de Santa Catalina, un 18 de noviembre de 2018.

Foto: Salazar - Bajuelo.

En estos tiempos modernos que nos ha tocado vivir donde la premura nos vuelve impacientes y, aun contando con la longevidad que da la esperanza de vida, cada vez mayor en Occidente – salvando el retroceso que pueda ocasionar la pandemia –, la inmediatez que conlleva la globalización nos aleja de tiempos pretéritos donde los constructores – y en ocasiones los artistas – no veían finalizadas sus obras.

Existe una corriente filosófica que utiliza el pensamiento del “tiempo de catedrales” para ganar en calidad de vida con un “slow time”. En el caso de las grandes catedrales góticas no ya sus artífices, sin duda era la propia población la que menos posibilidad tenía de compartir el cómputo. Nuestra catedral que se caracteriza por su construcción “exprés” nos sirve de ejemplo. Pues el sevillano o sevillana que vió, con uso de razón, colocar la primera piedra, necesitó unos 75 años para contemplar el momento cumbre de colocar la piedra postrera: un 10 de diciembre de 1506.

 

La Hermandad de La Exaltación va a celebrar este año pandémico de 2021 la efemérides del Tercer Centenario de la Capilla Sacramental de la Iglesia de Santa Catalina de Alejandría. Lo hace ahora porque 1721 es la fecha del inicio de su construcción pero podría celebrarlo, o repetirlo, en 2068, que es el año de la efemérides de consagración. Por entonces, Leonardo de Figueroa ya llevaba 38 años “criando malvas” en San Vicente, donde, gracias a la iniciativa de los arquitectos Honorio Aguilar y José Manuel Higuera, una placa en su interior recuerda su obra y enterramiento.

Al filo de doscientos años después, en 1964, la Hermandad Sacramental se fusiona con la Archicofradía de Nazarenos.

La construcción de la Capilla Sacramental de Santa Catalina en fecha tan tardía, pues la iglesia es del siglo XIV, responde a los deseos de la Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas del Purgatorio de contar con una nueva capilla pues la que ocupaban – la actual del Rosario – se les quedaba pequeña. Ya en 1702 solicitaron permiso al Arzobispado de agregar un camarín al testero de la iglesia “para en las funciones que se ofrezcan colocar en toda dezencia al Santísimo Sacramento”. Dicho camarín se realizó, alterando notablemente el templo, pero no quedaron contentos por lo que pusieron los ojos en el solar colindante, propiedad municipal. Por entonces la hermandad sacramental acogía a la titular de la extinguida Hermandad de la Virgen del Rosario pero miembros de ambas corporaciones se enfrentaron en un largo pleito de diez años, que conllevó la paralización de las obras, cuyo resultado fue la separación y cada uno se quedó en su capilla.

El solar municipal, que hasta entonces era un estercolero entre la calle Santa Catalina y la Plaza de la Paja fue cedido pero también era insuficiente si se quería contar con sacristía por lo que se llegó a un acuerdo con los propietarios de la Capilla del Cristo de la Columna o del Perdón. De ahí que la Capilla Sacramental tenga dos accesos con sus consabidas rejas.

El impulsor de las obras fue el hermano de la corporación Cipriano de Coya quien en cabildo de 13 de julio de 1721 hizo traer al mismísimo Leonardo de Figueroa como garante de la misma pues él mismo expresaba que “ejecutándola seria delas primeras capillas que aya en la ciudad donde con gran dezenzia se podrá colocar asu Magestad Sacramenttado yanuesttra Señora

Toda la construcción queda reflejada en la documentación conservada en la Hermandad de la Exaltación que ha sido estudiada por Juan Carlos Hernández Núñez.

El 5 de agosto de 1721 se iniciaron las obras. Junto a Leonardo de Figueroa trabajaron sus hijos el maestro Matías y el oficial Ambrosio hasta la muerte del primero en 1730. Casualmente el propio Leonardo de Figueroa había sido vecino de la collación de Santa Catalina pues vivía desde 1714 en unas casas del Conde de Torrejón, situadas en el compás del Convento de los Terceros. Y probablemente Ambrosio también, pues se casó en Santa Catalina en 1719.


Antes de la restauración de 1995. Foto de Ramón Romero

En 1724 se paga la escultura de la Fe por lo que se da por terminada la obra en esa fecha. Leonardo de Figueroa consiguió una airosa linterna que recuerda a la obra de Borromini pero que sigue la estela de la arquitectura sevillana conjugada, en palabras de Alfredo J. Morales, con:

“La sabia combinación de materiales, texturas y colores que ya había experimentado en la Magdalena: ladrillo fino, aplantillado y tallado, piedra pulida, mortero esculpidos, revocos pintados con almagra y cerámicas vidriadas, usados en armónicas combinaciones y con perfecto conocimiento de sus posibilidades expresivas, dan como resultado un conjunto sin igual, de llamativa policromía.

A ella se agrega el valor reflectante de las superficies vidriadas de los encintados, de los paneles alusivos a la Eucaristía del chapitel, de las tejas y piezas de embocadura de las limas, de las placas del friso, de las inscripciones eucarísticas y relieves de la ventana termal, de los anagramas y representaciones de las letanías lauretana que orlan la ventana del camarín.

Difícilmente se podrá encontrar en todo el Barroco Andaluz una obra parangonable.”

Como curiosidad, la escultura de la Fe, obra atribuida a Miguel de Quintana por Sancho Corbacho, supera en altura a la torre, como símbolo de la supremacía de la fe, especialmente de la derrotada. Aunque la última restauración ha verificado que no se trata del alminar de la mezquita.

Leonardo de Figueroa, como hiciera en San Luis, trabaja con Pedro Duque Cornejo y Domingo Martínez. Con la presencia del primero hay que recordar que el Cristo de la Exaltación es de su abuelo Pedro Roldán y los ángeles pasionarios del paso de misterio atribuidos a su tía Luisa Roldán.

La falta de fondos impidió que Duque Cornejo ejecutara una Inmaculada que hubiera sido el único lienzo suyo en la ciudad, si bien los ángeles pintados en los óvalos de la bóveda del presbiterio, son la prueba fechaciente de su faceta desconocida de pintor. 


Inmaculada de Benito Hita del Castillo, antes de la restauración de 1995.
Foto de Juan José Lopera.

El cuadro “Proclamación del Patronato de la Inmaculada” de Vicente Alanís, sustituto de Pedro Tortolero tras su muerte, vino a suplir esa Inmaculada que hubiera pintado Duque Cornejo. Estamos ya en 1757 y dos años antes se había decidido no construir la sacristía e integrar el cuadro del Cristo de la Columna o del Perdón en un nuevo retablo. Aunque el cuadro sobre la Exaltación de la Eucaristía, de Alanís, que hoy corona la antigua qubba haya ocupado su lugar para mantener la unidad artística e iconográfica. El Cristo es una obra magnífica de Pedro de Campaña pero su oscurantismo y el perpendicular ejercicio anatómico, propios del Manierismo, rompen frontalmente con la capilla, la cual pese a la dilatación de las obras en el tiempo, guarda una consumada unidad.

Ortiz de Zúñiga hace referencia a que en la cimentación aparecieron murallas – catalogadas inmediatamente entonces de romanas – pero al no haberse excavado ni en la restauración de 1995 ni en la de 2004, seguiremos ab aeternum con la incógnita.

La Capilla Sacramental de Santa Catalina es un espacio único donde se aplica a la perfección la máxima del horror vacui y cuyo hartazgo se trasluce en un Neoclasicismo sobrio hasta rayar la insipidez y en el rechazo que manifestó algunos como Gestoso:

“Imposible imaginar un conjunto más disparatado ni más inextricable laberinto de hojarascas, borlones y angelitos; maréase la vista en su conjunto, y el espectador, fatigado, apenas si puede darse cuenta de semejante confusión.”

¿Acaso el Barroco no es un arte escenografista hiperbólico y exagerado digno de una ciudad barroca en su esencia como Sevilla? Por eso es el arte con el que más nos identificamos y que más entusiasmo despierta. Un estípite deja k.o. a la ojiva.

Gracias a los comitentes, patronos, mecenas, hermanos y artistas que la idearon y la sufragaron.

Esta semana la Hermandad de la Exaltación va a anunciar los actos de conmemoración y les felicitamos por la iniciativa que ha tenido de representar un Auto Sacramental de la mano de La Troupe, la compañía teatral del Colegio de las Esclavas, que lleva el profesor y escritor Tomás del Rey Tirado. 

 

Foto: Salazar – Bajuelo

Tenemos muchas ganas de verlo, cuando se pueda, y podría convertirse en una bonita tradición cada cierto tiempo pues se echan en faltas esas y otras representaciones religiosas de antaño.

Pasen y vean. Admiren y déjense apabullar por la exaltación eucarística de la mano de la mayor exaltación de las artes.

 










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