Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo Ordinario
  • lunes, 20 de mayo de 2024
  • faltan 328 días para el Domingo de Ramos

Provincia. Documentada la toca de sobre manto de la Virgen de los Dolores de Castilleja de la Cuesta, obra de Victoria Caro


Arte Sacro. El profesor Andrés Luque Teruel ha documentado la toca de sobre manto de la dolorosa titular de la Hermandad Sacramental de la Inmaculada Concepción de Castilleja de la Cuesta, pues hasta unos años se le atribuía su ejecución a Esperanza Elena Caro.

Tras estudiar la prenda, su contexto y la documentación al respecto, se puede afirmar que  la toca de sobre manto de la Virgen de los Dolores, fue diseñada por Ignacio Gómez Millán y bordada por Victoria Caro en 1942. Estuvo expuesta en la Feria de Muestras Iberoamericana, celebrada en el Pabellón de Perú, en Sevilla, en 1961; Arte en la Semana Santa. Artistas en el recuerdo, en la sala Chicarreros de la Caja San Fernando, en la misma ciudad, en 1987; MUNARCO, en Sevilla, en el año 2000; y VI Centenario de la Devoción Concepcionista, 1400-2000. Castilleja de la Cuesta, en la Casa de la Provincia, en Sevilla, ese mismo año 2000.

En la primera de esas exposiciones, figuró como un diseño desechado por la Hermandad del Gran Poder de Sevilla para la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, debido a su elevado costo, cuarenta y dos mil pesetas. En la segunda, Manuel Tobajas estimó una inspiración claramente clásica y tradicional y destacó el bordado en oro a realce, con las técnicas del milanés, hojillas y sedas de colores sobre malla de oro. En cuanto a la composición destacó la presencia de la buhardilla y la orla central con una jarra con azucenas.

La composición de la toca está basada en tres elementos: la buhardilla, con perfil polilobulado y cortada a sangre, con una rosa de mayor tamaño y otras cuatro análogas y un poco más pequeñas sobre ella, ajustadas a  la superficie interior, y pequeñas hojas en los espacios intermedios; Una orla a modo de banda mixtilínea, que asimila el movimiento del corte externo de la buhardilla, ésta con diminuta orla vegetal desarrollada en extensión sobre superficie de seda; y la composición central sobre superficie de malla análoga a la de la buhardilla, regida por una maceta  con cinco rosas, mayor la central y con acantos a modo de roleos verticales superpuestos sobre el eje de otra hoja abierta, y dos de ellas volcadas hacia el exterior en los bordes, las cinco con técnica mixta de jiraspe y hojilla y todo ello enmarcado por una sucesión de eses entrelazadas en la parte inferior, c  invertidas en el tramo medio y hojas de acanto en la zona superior.

Esa composición y las técnicas de ejecución no tienen nada de clásicas, a menos que con ese término se denominase la línea regionalista imperante iniciada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda entre 1895 y 1900, en realidad la tendencia rompedora de su tiempo, cuya creatividad y novedades equivalen a un posicionamiento moderno. Recordemos que las tocas no se utilizaron sobre los mantos bordados hasta finales de los años veinte del siglo XX, y que su uso no se generalizó hasta la década siguiente, debido al alcance de las fotografías difundidas de la Virgen de la Esperanza (Macarena). Por lo tanto, la evolución de esta prenda, cuya función y significado originales eran la iluminación de las imágenes sobre los mantos lisos y la aportación de elementos simbólicos  relativos a la nueva vida con la redención de los pecados, pasaba, en ese momento, por una fase de definición en la que no estaban definidas las tipologías y puede detectarse una gran variedad de formas.  

 El diseño de Ignacio Gómez Millán responde a los conceptos regionalistas avanzados, con los que se expresó con criterio propio y originalidad, por lo que más que clásica habría que considerarla una obra de su tiempo, en concreto de la última fase de un movimiento definido y en aquel momento actual, con cuanto pudo aportar a la evolución del mismo como brillante epílogo.

Esos vínculos regionalistas aparecen de modo muy claro en el análisis formal, la buhardilla presenta un corte a sangre tomado del diseño de Herminia Álvarez Udell para el taller de Hijos de Olmo en el manto de la Virgen de las Lágrimas, del año1919; y Juan Manuel Rodríguez Ojeda en el manto de la Virgen del Dulce Nombre, en 1924. Ignacio Gómez Millán lo reinterpretó con una delicadeza admirable, de modo que animó los contornos con un movimiento acompasado y sugerente. La orla, con una superficie de color que contrasta sobre el campo de malla de la mayor parte de la obra, muestra los recursos textiles de los campos de color del techo de palio de la Virgen de la Palma de la Hermandad del Buen Fin, y el Simpecado del Rosario de la Hermandad de la Macarena, que él mismo había diseñado y bordado Victoria Caro en 1930 y 1937, respectivamente. Por otra parte, el fino trabajo de las guirnaldas del interior de la orla, con pequeñas flores entre otros elementos vegetales, todo ello con hilos dorados, comparte el primor técnico de Victoria Caro y Lola Oliveros en el volante de la saya de los volantes de la Virgen de la Esperanza (Macarena), del año 1936.

Sobre el taller

El taller de bordados regentado por la familia Caro lleva más de cien años de actividad ininterrumpida, circunstancia que le aporta un valor antropológico añadido a los artísticos que le corresponden a las distintas etapas por las que pasó en tan amplio espacio de tiempo. Todo comenzó con la actividad de Victoria Caro (1878-1949), cuando empezó a bordar para distintos talleres en su casa de la plaza de San Gil en el año 1910, después de haberse formado en el taller de las hermanas Josefa y Ana Antúnez a principios de siglo.

Pasados unos años, decidió establecerse y para ello creó una  sociedad con su hermano José Caro (1875-1936), a cuyo nombre se anunciaron desde  1917. Si tenemos en cuenta los inicios por cuenta propia, ésta puede considerarse una segunda etapa, en la que José Caro se ocupó de los diseños de obras menores y los principales proyectos le fueron encomendados a Ignacio Gómez Millán, diseñador regionalista que proyectó obras muy creativas y con acusada personalidad. En ese momento, establecidos en la calle Calatrava; y, después, en la calle Conde de Barrajas desde 1928, la producción fue amplia e importante, destacando en un panorama difícil, tanto por la brillante competencia como por las circunstancias sociales que les tocaron vivir. 

 En el fallecimiento de José Caro, en 1936, hay que señalar un punto de inflexión fundamental, pues determinó numerosas confusiones posteriores, en tanto que la razón social del taller experimentó un importante cambio, quedando establecido en la calle Conde de Barajas número veinte y anunciado a nombre de Sucesores de Caro; mientras que ése sólo fue un cambio contractual, ya que Victoria Caro se hizo cargo del mismo, con la colaboración del diseñador Ignacio Gómez Millán en los proyectos más importantes, tal y como había sucedido en la etapa en que lo había regentado aquél. Puede hablarse, por lo tanto, de un mismo taller, con la pérdida sensible de uno de sus integrantes; mas el mismo y con idénticos protagonistas en lo que refiere al diseño y la dirección técnica del mismo. Si tenemos en cuenta que el papel de José Caro había sido sobre todo comercial, desde otra perspectiva también pudieran valorarse como dos etapas de la brillante asociación del diseñador y la bordadora, y, por lo tanto, como la tercera etapa personal de ésta. Juntos trabajaron en el período comprendido entre 1936 y 1943, y con la codirección de Esperanza Elena Caro, sobrina de la bordadora, entre ese último año y 1947.

Victoria Caro y su sobrina Esperanza Elena Caro compartieron la dirección del taller entre 1943 y 1947, al que se incorporó como diseñador un hermano de la segunda, Manuel Elena Caro, en lo que desde el segundo punto de vista adoptado antes, pudiera considerarse como una cuarta y brillante etapa final de Victoria. El taller aún se anunciaba como Sucesores de Caro, ya con Esperanza Elena Caro al frente desde 1947, y como propietaria junto a su hermano desde 1949. Así se siguió anunciando hasta que Esperanza Elena Caro lo hizo a su nombre desde inicios de los años setenta hasta su fallecimiento en 1984.

Su sobrino José Manuel Elena Martín se hizo cargo del taller en 1985, desde ese momento a nombre de Sobrinos de Caro; y a éste lo ha sucedido su hija, Carla Elena Meléndez, Licenciada en Bellas Artes, en 2012, manteniendo la razón social, los componentes del taller y las pautas de trabajo heredadas después de un siglo ininterrumpido de actividad.

Fotos: Archivo de la Hermandad y de Álvaro Heras Damas










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.