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Provincia. Exposición: Medio Milenio de Semana Santa en Carmona


Arte Sacro. La exposición Medio milenio de Semana Santa en Carmona es una muestra de carácter temporal y monográfica conmemorativa del 500 aniversario de la primera procesión rogativa de la ciudad de Carmona (Sevilla) realizada 11 de marzo de 1521 hasta la Virgen de la Antigua y al templete de la Cruz del Campo, acto que se entiende como primer ejercicio público penitencial de la localidad y, por tanto, origen de su Semana Santa.

Se trata de una muestra de tipo histórico-artística que recorre el devenir de las hermandades y cofradías de la localidad a través de una amplia selección de objetos patrimoniales que abarcan un arco cronológico desde el siglo XIII a nuestros días, así como diversas tipologías culturales, artísticas y antropológicas procedentes de entidades locales y foráneas. La exposición se distribuye a lo largo de cuatro capítulos en los que se muestran los orígenes de las cofradías de sangre en Carmona, el cortejo y la procesión barroca, la transformación Romántica de la fiesta a través de la visión de los viajeros extranjeros, y la actualización de la Semana Santa a través de los artífices locales y las nuevas inquietudes estéticas en a partir de la llegada del tercer milenio.

La exposición ha sido organizada por el Consejo de Hermandades y Cofradías de la ciudad de Carmona gracias a la financiación de la Consejería de Cultura y Patrimonio de la Junta de Andalucía. Colabora el Ayuntamiento de Carmona, las parroquias y conventos de Carmona, así como todas las hermandades y cofradías de la localidad.

Datos básicos:

Lugar: Iglesia de Santa Ana (equipamiento cultural del Ayuntamiento de Carmona

Inauguración: 27 de noviembre de 2021 / 13:00h

Fechas de apertura: 27 de noviembre al 26 de diciembre de 2021

Horarios: De lunes a viernes de 11,30 a 13,30 horas y de 18,00 a 20,30 horas Sábados, domingos y festivos de 11,30 a 13,30 horas y de 17,00 a 20,30 horas

Datos de contacto:

Lucía Jiménez Fernández

Correo electrónico: consejohermandadescarmona@gmail.com

Exposición:

El 11 de marzo de 1521 llegó a Sevilla una romería formada por 1.500 carmonenses – algunos disciplinándose y otros con vela– pidiendo pan para su Vega. Esa misma noche se postraron ante la Virgen de la Antigua y, repentinamente, empezó a llover sobre los trigales.

Esta exposición conmemora el medio milenio transcurrido desde aquella primera ‘procesión de sangre’, origen de la celebración popular de la Semana Santa, hasta nuestros días. Una aproximación a las hermandades penitenciales carmonenses y a los hitos de su paulatina transformación a través de las imágenes y enseres dedicados a su devoción particular, muchas de ellas desconocidas en la actualidad por encontrarse en desuso, fuera de nuestra localidad y, en algunos casos, ocultas.

El visitante que realice el recorrido expositivo dispuesto a lo largo de la renovada iglesia de Santa Ana se adentrará en el relato público e íntimo de la religiosidad popular carmonense en cuatro capítulos organizados de manera cronológica. El primero de ellos profundiza en los orígenes de la devoción popular promovida en los conventos masculinos y su posterior emancipación como cofradías que procesan un culto particular a los distintos pasajes de la Pasión de Cristo. A continuación, nos adentraremos en el apogeo de la procesión barroca a la que, paulatinamente, se van incorporando devociones marianas, hasta generar un teatro contrarreformista con pleno sentido didáctico-catequético, en el que se suceden penitentes de luz y de sangre, figuras alegóricas, urnas, sermones, cánticos y fuegos artificiales.

Sin embargo, a fines del siglo XVIII esta narración se verá limitada por las prohibiciones de Carlos III sobre el culto popular, lo cual, unido a las desamortizaciones, supondrán una transformación radical de la fiesta y conllevará la desaparición de hermandades históricas y, después de más de un siglo, la recuperación del desfile penitencial bajo los aires del Romanticismo. Habrá que esperar al convulso siglo XX para asistir a una nueva eclosión de las hermandades carmonenses y sus cultos, ahora sevillanizados, así como a la aportación de los creadores y hermandades locales al mundo de las cofradías. Hasta llegar al ámbito actual donde la semana mayor evoluciona dentro de sus propios cánones, siempre atendiendo al carácter patrimonial e idiosincrático que emanan de su historia.

Capítulos de la exposición:

Capítulo 1: Cofrades de tiempos atrás (1521 – 1650)

El origen de las cofradías de Carmona se remonta a tiempos de Pedro I, cuando se fundan la Universidad de Sacerdotes Beneficiados y de la Cofradía de san Blas. A comienzos del siglo XVI la nómina de hermandades ya se había ampliado con otras 11 entidades de legos dedicadas a labores asistenciales y al culto de titulares parroquiales y conventuales. A ellas pronto se unirán las dedicadas al Santísimo Sacramento y a las Ánimas, una por iglesia.

En este contexto, a las nueve de la noche del 11 de marzo de 1521 –“día de la represión del pendón verde”– llegó a Sevilla una procesión rogativa de 1.500 carmonenses que imploraban agua para sus cosechas. Muchos iban descalzos y desnudos de cintura para arriba, con sogas al cuello y otras penitencias; los demás, sin capas, con sogas y con candelas en las manos. Les acompañaban cuarenta clérigos y diez sacristanes, las siete cruces parroquiales de la villa y dos crucifijos. Una vez se postraron ante de la Virgen de la Antigua la lluvia comenzó a regar la Vega. De tal manera que, como gesto de acción de gracias, la mañana siguiente fueron escoltados por la clerecía hispalense hasta el humilladero de la Cruz del Campo, donde se celebró misa antes despedir a la comitiva.

Esta exitosa procesión coincidió en año, espacio y forma con el primer viacrucis penitencial del marqués de Tarifa, lo cual invita a pensar en un origen paralelo sobre la piedad popular en Sevilla y Carmona.

Sea como fuere, a partir de este momento las comunidades religiosas comenzaron a promover una devoción pública, de carácter taumatúrgico y salvífico, con la creación de grupos píos en torno a imágenes cristíferas que prefiguraban distintos pasajes de la Pasión. En este sentido, la primera entidad de la que tenemos noticia fue la del Dulce Nombre fundada en la iglesia dominica de santa Ana, donde también lo haría la Piedad. A ellas le seguirán en el convento franciscano de san Sebastián la Veracruz, con un crucificado procedente del Nuevo Mundo, y la Amargura. Así como las cofradías de la Soledad en los carmelitas de san Roque.

El Concilio de Trento reafirmará el sentido látrico de las imágenes y, con ello, la eclosión de hermandades dedicadas al culto penitencial que aún siguen vigentes: Nuestro Padre dispone sus reglas en 1597; la Humildad y Paciencia en 1604; las Angustias tres años más tarde; la Expiración en 1649; la Columna 1656, y la Esperanza en 1657, si bien su origen se remonta a 1566 como corporación letífica. En esta lista también se encontraban las cofradías dedicadas a la Virgen de Belén y al Nazareno de la Amargura y Milagros. Todas ellas tenían por principio practicar una obra de caridad y dar culto público a sus titulares.

Capítulo 2: Arqueología cofradiera (1649 – 1776)

En 1649 el cólera diezmó la mitad de la población de Sevilla suponiendo el fin de la metrópolis que había acogido el puerto de las Indias, y el inicio de una nueva urbe marcada por la piedad y el fervor. Esta realidad tuvo eco en los centros periféricos, como Carmona, donde tomaron impulso los preceptos contrarreformistas a través de la piedad popular. Este contexto, unido a la bonanza económica de las cofradías y al auge del Pleno Barroco, fueron el punto de partida para la renovación y ampliación de las procesiones públicas realizadas durante el Triduo Pascual. Un cambio que, más allá de lo puramente estético, supondrá una transformación del fondo y las formas, dando pie a renovados cortejos didácticos y catequéticos.

El primer síntoma de esta transformación fue la ejecución de nuevos titulares y conjuntos devocionales encargados a escultores de primera línea, como Duque Cornejo, la Roldana, Hita del Castillo, Montes de Oca o García de Santiago. A cuyo servicio se dispondrán suntuosos ajuares y muebles que darán pie a la creación de elementos plásticos idiosincráticos, como los ‘bordados de panal de abeja’.

La nueva ritualidad popular contempla las procesiones de Semana Santa como un cortejo fúnebre que representa, de manera dramatizada, los pasajes de la Pasión por las calles de Carmona. Según la documentación conservada las comitivas discurrían en un aire festivo, con penitentes disciplinantes y de luz, figuras alegóricas, carreritas, sermones, representación de las tres caídas e, incluso en el caso de la cofradía de la Esperanza, con fuegos artificiales. Alcanzando un punto tan álgido que Carlos II, en 1678, ordena impedir cualquier escándalo durante estas jornadas, obligando a que los nazarenos llevasen los rostros al descubierto y anduviesen recogidos en oración.

Paralelamente, la popularización de los rosarios marianos, a fines del siglo XVII, supondrá el incremento al culto a la Madre dolorosa, cuyo primer eco se encuentra en los cortejos, donde las titulares procesionan bajo palio, vestidas de sacerdotisa y entregando los signos del sacrificio del Hijo. Estas devociones, en torno a 1730, traslucen en grupos femeninos dentro de las cofradías, recogiendo como signo particular el uso de simpecados. Si bien, existieron intentos de crear hermandades rosarianas –como la del Buen Suceso del retablo callejero de la calle del Angostillo de san Pedro (1743-80)–.

Capítulo 3: Del Antiguo al Nuevo Régimen (1777 – 1900)

Las luces de la Ilustración pondrán fin a la devoción moderna. En 1777 Carlos III prohíbe los disciplinantes y las procesiones nocturnas; y en 1783 ordenó que las hermandades erigidas sin autorización quedaran abolidas y que, las que sí cumplieran estos requisitos, redactaran nuevas ordenanzas que tenían que ser aprobadas por Consejo de Castilla. Lo cual, en la práctica, supuso revivir viejas polémicas. De entre todas las desavenencias surgidas, la más compleja fue la división de los devotos de la Virgen de los Dolores de san Bartolomé en dos entidades paralelas: los Esclavos y los Siervos de María. Una disputa que, más allá de los acontecimientos, supuso un pulso por la excelencia del culto, llegando a realizar de grandes máquinas efímeras y música creada ex profeso.

La convulsa realidad de España a lo largo del siglo XIX dejará relegadas las hermandades a su vocación caritativa y a cultos internos. La extinción de las entidades establecidas en conventos decretada por José Bonaparte y las distintas desamortizaciones supondrán un golpe definitivo que llevará a la extinción de las cofradías más antiguas – Dulce Nombre, Sentencia, Amargura, Veracruz y Soledad–, mientras que las que sobreviven centrarán sus esfuerzos en el enterramiento de sus miembros. La excepción fue la fundación de la Hermandad de la Amargura en san Felipe a fines de la centuria.

De manera más o menos intermitente, las hermandades continuaron realizando desfiles penitenciales, si bien ahora bajo un sentido luctuoso y, por resonancia con la ‘corte chica’, imbuidas por el Romanticismo. Ahora las grandes urnas doradas se transformaron en sobrios cajones portados por maniguetas y sobrecargados de imágenes, acompañados por vistosos desfiles de romanos, con elegantes pajinetas de trajes bordados y corazas de chapa. Al tiempo que también hicieron aparición nuevos palios de plata de roultz y, con ellos, la llegada de las primeras ‘paralelas’ que permitían portar los pasos desde dentro. Esta fue la Semana Santa que llamó la atención de los viajeros del Grand Tour y que pudo contemplar George E. Bonsor el jueves santo de 1881.

Parte 4: Hacia el tercer milenio (1901-2021)

Al hilo de Exposición Iberoamericana, y con vistas a un turismo incipiente, las hermandades se lanzan a la actualización de la fiesta bajo el prisma del Regionalismo y el Modernismo. La efervescencia que vive Sevilla trajo consigo el desbordado incremento de ajuares y, en un ejercicio de ensayo y error, en el que se van recuperando artesanías y sucediendo piezas. Muchas de estas obras contarán con una segunda vida en Carmona, de tal manera que las hermandades vieron aumentar su patrimonio en poco tiempo con obras de Rodríguez Ojeda, las hermanas Antúnez, Cayetano González y Olmo. Y, lo que es más importante, supuso la paulatina ‘sevillanización’ de la semana mayor, que será definitiva con la llegada de la antigua canastilla de la O y, con ella, la primera cuadrilla de hermanos costaleros.

Este cambio de paradigma tendrá su viaje de vuelta a través de los artistas carmonenses y su influencia en la Semana Santa andaluza. Principalmente representada en los tallistas Francisco Buiza y Antonio Eslava, renovadores de la estética cofrade; el primero a través de una obra llena de terribilitá miguelangelesca y el segundo ejecutando imágenes de infundada piedad. A ellos le seguirán otros creadores que darán pie a un estilo autóctono inconfundible, como son Manuel Fernández y Antonio López.

Entre tanto, el siglo XX había sido convulso para la sociedad y, por ende, para las cofradías. Si bien durante la II República muchas de ellas se dedicaron a solemnizar sus cultos, tras la contienda civil pudieron mantenerse en pie gracias al apoyo solidario y al empeño de los vecinos. Con este interés se funda el Consejo de Hermandades y Cofradías de Carmona, una herramienta para el sostenimiento y control comunitario que pronto propiciaría, además, el estudio histórico y la formación. Finalmente, la llegada de la Democracia supuso un nuevo resurgir cofrade que tiene su punto de partida en la fundación de la hermandad del Santo Entierro y su punto álgido a fines del milenio. La recompensa a tanto esfuerzo fue la llegada del turismo y, con él, la proclamación de la Semana Santa carmonense como Fiesta de Interés Turístico.

En la actualidad las hermandades se encuentran en un periodo de estabilización, muy integradas en la labor consuetudinaria de la ciudad, preocupadas por la recuperación de su memoria y centradas en la renovación de sus cortejos con piezas alejadas de los estándares marcados por la urbe. Siendo, sobre todo, uno de los grandes garantes del Patrimonio, a todas luces, de la humanidad que custodian e incrementan desde hace ya medio milenio.

Exposición Medio milenio de Semana Santa en Carmona en números:

130 Bienes Culturales: esculturas, pinturas, documentos, bordados, platería

800 años de obras históricas y artísticas: desde tiempos de Pedro I (siglo XIII) hasta la actualidad

Préstamos de: 11 hermandades, 2 conventos,  3 parroquias, 2 ayuntamientos

Datos de interés:

Iglesia de Santa Ana: la exposición Medio milenio de Semana Santa en Carmona es primer acto celebrado en la recientemente restaurada iglesia de santa Ana de Carmona, nuevo espacio multifuncional y cultural perteneciente al Ayuntamiento de Carmona. Un edificio del siglo XV originalmente perteneciente a la comunidad dominica y exclaustrado durante la Desamortización de Mendizábal. Durante la recuperación del espacio se han recuperado las yeserías de las capillas y han aparecido pinturas murales que se han recuperado.

Piezas destacadas:

Regla de la hermandad de san Blas. Documento de 1359 (Parroquia de Santa María, Carmona)

Virgen de la Antigua. Roque Balduque, siglo XVI (Parroquia de San Pedro, Carmona)

Jesús Nazareno. Gaspar del Águila, 1573 (Convento Concepción, Mairena del Aljarafe)

Simón de Cirene. Felipe Duque Cornejo, 1698 (Hermandad de Nuestro Padre)

Monumento Pascual. Barahona, ha. 1790 (Convento de las Descalzas)

Virgen de la Paciencia (mascarilla). José Montes de Oca, ha. 1750 (Hermandad de la Columna)

Palio de la Virgen de los Dolores. Simón López Navarro 1695, Antonio López de Luna, 1736 (Hermandad de Nuestro Padre)

Paño de difuntos. Anónimo, siglo XVIII (Hermandad de la Humildad y Paciencia)

Simpecado. Anónimo, ha. 1770 (Hermandad de la Sagrada Expiración)

El entierro. Juan Rodríguez Jaldón, 1941 (Ayuntamiento de Carmona)

Paso de misterio. Relieves de Pedro Roldán 1682, carpintería de José de la Peña 1830 y ampliación 1886 (Hermanad del Santo Entierro)

Conjunto figuras Quinta Angustia. Francisco Eslava Rubio, 1943-47 (Hermanad de la Quinta Angustia)

Relieve Santa Cena. Alfonso Berraquero, 1999 (Hermandad de la Amargura)

Restauraciones: para la presente exposición se han recuperado:

Virgen de Belén (anónimo sevillana, siglo XVII): trabajos consistentes en la recuperación de esta imagen mediante candelero de nueva ejecución y acomodo de busto y manos. Tras la exposición será repuesta al culto en la iglesia de Santiago Apóstol de Carmona.

Dulce Nombre de Jesús (anónimo sevillano, siglo XVI): trabajos de estabilización y mejoras estructurales sobre la obra. Acometido en el taller de restauración de Luis Maqueda.

Manto de la Virgen de los Dolores (diseño Manuel Beltrán, ejecución Hermanas Antúnez e intervención de Juan Manuel Rodríguez Ojeda en 1923): restauración acometida por la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y subvención de la Consejería de Cultura y Patrimonio de la Junta de Andalucía en el taller de tejidos Cyrta. Obra procedente de la Hermandad de la Esperanza de Triana (Sevilla).

Piezas sevillanas: la exposición contará con numerosas piezas de la Semana Santa carmonense que, en su origen, proceden de hermandades sevillanas y que hoy forman parte de la historia de dicha localidad. Destacan:

Paso de misterio: Hermandad del Santo Entierro, relieves de Pedro Roldán 1682, carpintería de José de la Peña 1830 y ampliación 1886 – Procedente de la Hermandad de la O, Triana, Sevilla

Frontal y techo de palio: Hermandad de la Quinta Angustia, Cayetano González (diseñador), Hijos de Olmo (bordados), 1939 – Procedente de la Hermandad del Amor, Sevilla.

Manto y frontal de palio: Hermandad de la Columna, Guillermo Muñiz (diseñador), taller hermanas Antúnez (bordado), 1899-1922 _ Procedente de la Hermandad del Calvario, Sevilla










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