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Pentecostés: Significado y Liturgia. Jesús Luengo Mena


A los cincuenta días después de la Pascua la Iglesia celebra, como solemnidad, Pentecostés, la venida del Espíritu sobre el Colegio Apostólico presidido por la Virgen y que en Andalucía tiene su plasmación festiva con la romería del Rocío, el lunes de Pentecostés (la Blanca Paloma).

También Pentecostés es una fiesta judía, en la cual el pueblo de Israel conmemora la entrega a Moisés de las Tablas de la Ley en el monte Sinaí, la Alianza de Yahvé con el pueblo judío a los cincuenta días de su salida de Egipto.  Al principio se llamaba fiesta de la cosecha o de los primeros frutos, celebrándose a los 49 días de Pascua, y al incluir los rabinos en el cómputo de días el mismo día de Pascua la llamaron fiesta de los cincuenta días que es lo que en definitiva significa en griego Pentecostés. En España la llamamos también Pascua granada, términos que al igual que el de Pascua florida para Resurrección son inequívocamente agrícolas. 

En la Iglesia Católica sólo es festivo actualmente el domingo de Pentecostés, habiéndose suprimido primero la octava desde 1970 en que pasó a tres días y posteriormente sólo al lunes, día grande en el Rocío. El sentido actual de la fiesta de Pentecostés hay que enmarcarla como final del ciclo pascual, como colofón de la cincuentena y no como una segunda Pascua. Hay que evitar que parezca una fiesta aparte, sin relación con el ciclo pascual del cual se convierte en su final. No es tampoco una fiesta del Espíritu Santo, muy presente ese día, sino la culminación de ese único gran día festivo que es la Pascua.

La recientemente pasada solemnidad de la Ascensión del Señor, que antes se celebraba a los 40 días de la Pascua, se pasó al domingo siguiente, y era uno de los «tres jueves que resplandecen más que el sol», junto al Jueves Santo y al Corpus Christi. En la actualidad hay cuatro domingos consecutivos con solemnidades importantes del Señor relacionadas con el ciclo de Resurrección: Ascensión, Pentecostés, Santísima Trinidad y Corpus, estas dos últimas ya en el llamado Tiempo Ordinario. Asimismo, en España se celebra el jueves posterior a Pentecostés la fiesta de Jesucristo como Sumo y Eterno Sacerdote, introducida para España en 1973. Estamos pues en la época más densa del ciclo de las fiestas del Señor.

La liturgia nos ofrece en Pentecostés Misa para la vigilia y para el día. En el leccionario del día la primera lectura se toma de los Hechos de los Apóstoles: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar». Hermosísimo es el salmo: «Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra». Todas las lecturas hacen referencia al Espíritu que se nos envía. El evangelio de Juan nos presenta a Jesús apareciéndose en el Cenáculo y exhalando su aliento sobre los apóstoles. Característica de este día es la lectura de la invocación al Espíritu Santo en la llamada «Secuencia» que comienza: “Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo”, que se lee antes del Evangelio. Con Pentecostés se acaba el tiempo pascual y comienza la segunda parte del Tiempo Ordinario, que nos llevará a un nuevo Adviento.

Las vestiduras de los ministros (casulla y estolas) ese día son rojas. Terminamos relacionando los siete dones y los frutos del Espíritu Santo. Como dones: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, y Temor de Dios. Los frutos del Espíritu Santo: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia y Castidad.

¡Que el Señor los derrame en abundancia sobre nosotros!










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