La Reina de Todos los Santos recorrió el barrio de la Feria bajo una multitud de devotos

Daniel García Acevedo. Tras unos días de incertidumbre, en lo meteorológico, al final el tiempo acompañó y pudimos asistir a una procesión con la Virgen Reina de Todos los Santos llena de emociones y público. Y eso que la Virgen lució el manto celeste, “el manto de la lluvia”, según comentan los más veteranos, ya que cada vez que la Virgen lleva este manto suele llover.

Hacía mucho tiempo que no se veía tanta gente alrededor de una procesión de gloria, quizá, la última vez, el año pasado en la misma procesión.

Desde la salida de Omnium Sanctorum una marea de personas, devotas y fieles de la Reina de Todos los Santos, no dejaban caminar el paso que avanzaba muy lentamente. También influyó el recorrido, de gran belleza pero, a la vez, lleno de calles estrechas que dificultaban el transitar del paso.

 

 

Nada más salir de la parroquia la Virgen pasó por la Plaza Calderón de la Barca, lugar por el que hacía muchos años que no pasaba. También se anduvo por primera vez por la calle Molino, una preciosidad la parte final de esta calle, estrechísima, donde cabe el paso justo.

Acompañó a la procesión representaciones de las hermandades del Carmen Doloroso y de los Javieres. La Reina de Todos los Santos pasó por la puerta de las casas de hermandad de las dos.

Mención aparte merece la banda de música del Maestro Tejera con la retirada de Pepín Tristan de la dirección de la agrupación. Un magnífico repertorio, combinando todo tipo de marchas, y con la calidad acostumbrada.

El párroco de Omnium Sanctorum, Pedro Juan Álvarez, iba en la presidencia de la procesión revestido para la ocasión.

 

Fotos: Juan Alberto García Acevedo.

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