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Del Pregón de Buzón a Burgos. Ricardo Suárez. El Correo de Andalucía


Burgos no necesita el atril del Maestranza. Son las cofradías las que saldrían muy beneficiadas de contar con un pregón de la categoría del que puede escribir Burgos. A Burgos, estoy seguro, le viene mal todo lo que se ha formado en torno a su condición de finalista en la elección del pregonero. Como le ha venido mal a Enrique Esquivias, que ha pasado de las glorias recibidas por la restauración del Señor (una empresa harto complicada de la que ha salido con éxito notable) a la hieles de una designación en la que se habla más del no elegido que del elegido.

Por supuesto, él no tiene culpa alguna. Pero tranquilidad para nuestro pregonero, porque ya llegará la cuaresma que todo lo ablanda. En todo lo ocurrido me parece más importante el fondo que las formas. Es decir, que hayan vuelto a actuar los frenos de la ciudad, esos que no dejaron dar clases a Paco Cortijo en Bellas Artes, que negaron la medalla de oro de la misma entidad a Pérez Aguilera y que no permiten ahora que Burgos sea el pregonero. Esos que preferirían que la prensa fuera la de los años setenta: oficialista, aburrida, amable, institucional, controlada.

Los frenos, en el caso de las cofradías, impiden que escritores de talla pronuncien el Pregón, porque no interesa que se vea la escasa o dudosa calidad de algunos de los anteriores. Son unos frenos excluyentes, defensivos y míseros. Si Burgos da el pregón, ¿Quién se va a acordar de algunos de los pronunciados veinte años antes? Iríamos directamente de Buzón a Burgos. ¿De qué iban a vivir algunos? Se les agotarían las rentas. Repito: Burgos no necesita el atril del Maestranza, son las cofradías las que, si tuvieran dirigentes con altura de miras, lo designarían a él. Pero eso es pedir demasiado a quienes bailan y se sienten muy a gusto cuando suena la marcha tramo de los mediocres. Así nos va.

Nota: Artículo publicado en el Correo de Andalucía el pasado sábado, 11 de noviembre. 

 









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