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Opinión. Las mujeres cofrades. Juan Manuel Labrador Jiménez


 Nos encontramos en una etapa de la historia del ser humano en la que la igualdad de género va siendo cada vez más patente hasta en el mundo de nuestras Hermandades. Sólo con echar la vista atrás diez años, las mujeres no tenían en la inmensa mayoría de las corporaciones penitenciales los mismos derechos que los hombres, y en tan sólo una década, poquísimas son las cofradías en las que no pueden participar las hermanas nazarenas.

Sin embargo, en el pasado más reciente se hablaba, especialmente, del derecho a vestir el hábito nazareno, pero hoy, la mujer quiere estar presente en las mismas esferas que los hombres, lo que es del todo normal y razonable, claro está. Cada vez son más las Juntas de Gobierno en las que hay una importante presencia femenina, y recordemos que hasta hace escasas fechas, en una Hermandad había una Teniente de Hermana Mayor. Se dice mucho, igualmente, que a ver cuándo llega el día en el que una mujer pueda alcanzar la vara dorada, y manifiesto personalmente que el día menos pensado, porque, sin duda, en este mundo cofrade existen numerosas mujeres entregadas por entero a su Hermandad, con un gran conocimiento sobre las mismas, y con las ideas muy claras de lo que deben ser éstas: Escuelas de Cristo donde los hermanos puedan adquirir la formación que tan necesaria es para seguir estimulando y fomentando la fe en Nuestro Señor. ¿Qué más da que sea un hombre o una mujer quien rija los destinos de una Hermandad al lado de su Junta de Oficiales? En algunas Hermandades de Gloria tenemos hoy ya esos ejemplos. 

En estas últimas semanas, asimismo, se ha puesto de “moda” el tema de las costaleras, lo cual es un punto importante también a tratar. Es evidente que para poder colocarse un costal e ir bajo las trabajaderas se ha de estar en un pleno rendimiento físico, pero igualmente es cierto que debajo de un paso, primero hay que tener devoción, luego corazón... y finalmente fuerza. ¿No tienen las mujeres cofrades devoción y corazón? ¿Y no es la devoción y el corazón lo que hace aflorar la fuerza para pasear a Cristo y a María por las calles de Sevilla? 

Sin embargo, no sólo hemos de incidir en el tema del costal, sino también de la dalmática, es decir, de las acólitas. La Hermandad de Monte-Sión, por ejemplo, remitió un escrito al Arzobispado tratando de obtener información sobre esta cuestión, y desde Palacio, la respuesta era que las mujeres pueden participar en el altar como acólitas, de tal modo que pueden participar tanto en cultos internos como externos, tal y como ocurre en la estación de penitencia de San Esteban en la tarde del Martes Santo y en algunas de las Hermandades de Gloria, ya citadas anteriormente. 

Pensemos que estamos en el siglo XXI, y que las mujeres cofrades ya no son sólo aquellas que ejercían de camareras de nuestras imágenes o planchando túnicas de nazareno, sino que ellas exigen también el lugar que se merecen, y que durante siglos, a pesar de la secreta labor que siempre han desarrollado, nunca se les ha reconocido el sitio que hoy, poco a poco, ya se les va dando, aunque tenemos que seguir en esta evolución hacia un presente basado en la plena igualdad de todos aquellos que nos sentimos hermanos e hijos de Dios.










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