Arte Sacro
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  • sábado, 4 de mayo de 2024
  • faltan 344 días para el Domingo de Ramos

Última hora. Enrique Esquivias pregona la Semana Santa de Sevilla y los sevillanos


 Arte Sacro. Hoy era un día muy señalado, porque el Pregón de la Semana Santa de Sevilla es el prólogo a la Pasión y Enrique Esquivias ha estado a la altura de las circustancias.

Un paseo en prosa por las vivencias, por los pormenores, por el cómo eran y cómo son hoy las hermandades..

La Paz

"Dicen que los años de universidad, para los que hemos tenido la suerte de acceder a ella, son los mejores de la vida. Desde luego no son los años en los que nos suceden las cosas más importantes, pero sí es cierto que se viven de una manera especial. Quizás la falta de preocupaciones, de responsabilidades o sentirse con toda la vida por delante, hacen que guardemos de aquellos años un recuerdo imborrable. ¡Yo he sido Legionario del Porvenir! Esta frase, que os pueda parecer extraña y casi estrambótica a muchos de vosotros, es la forma cariñosa que tenía un capataz de llamar a sus costaleros, de aquella cuadrilla de la que formé parte misaños universitarios y no olvidaré nunca. La habíamos empezado a formar al socaire de las primeras cuadrillas de hermanos. Éramos los costaleros del Señor de la Victoria y de Su Madre, La Virgen Blanca. El primer año no pudimos salir, toda nuestra ilusión, todos los lunes de un año entero ensayando, se quedaron encerrados en una chicotá interminable, entre las paredes de la parroquia de San Sebastián, mientras el Cielo se ensañaba groseramente con aquel Domingo de Ramos. Pero sí lo hicimos los años siguientes. Teníamos el privilegio de ser los primeros en levantar un paso en Sevilla y con nuestro Señor de la Victoria y Sus nazarenos blancos entrábamos en el parque para provocar una hermosa nevada de primavera. Llegábamos al Centro por el Arenal, a través del postigo que vigila, desde su Garita de Gloria, la más Pura de las Centinelas. Tras cruzar y dejar atrás la Carrera Oficial, salíamos de la Catedral y a la hora en que la mayoría de Hermandades iniciaban su estación, nosotros ya íbamos de vuelta. La caída de la noche solía coincidir con el regreso por el parque, pero era muy distinto a la ida, ya no había globos, ni garrapiñadas, ni carritos de niño. La luz y el colorido de la mañana habían dado paso a una uniformidad oscura en la que se confundían, desde el verde de la arboleda hasta el blanco de las túnicas, uniformidad tan sólo rota por la candelería del paso y el azul crepuscular de la rendición del día, donde aun se recortaban las torres de la Plaza de España. Al llegar al final, mientras la cofradía se recreaba, antes de entrar definitivamente en su barrio, siempre me venía a la memoria el pasaje del Evangelio del Monte Tabor: Señor de La Victoria, que a gusto estamos aquí, haremos una cabaña para Ti y otra para nosotros y nos quedaremos para siempre en las calles de una ciudad que hicieron para que cada año vuelva a nacer contigo otro Domingo de Ramos.

Aquel capataz que nos mandaba era un hombre de talla pequeña, mirada penetrante y un corazón que se le salía del pecho. Se llamaba Manuel Santiago y hace algunos años ya que forma parte de la Cuadrilla de Capataces en la Gloria. Manolo formó varias cuadrillas de hermanos en Sevilla, abría la Semana Santa con La Paz y cerraba la Pascua con el Señor Resucitado, pero tenía las ideas muy claras, no en vano, era un capataz de la vieja escuela y había tenido un gran maestro, porque hubo un tiempo en que los hermanos elegían a su Junta de Gobierno, la Junta al capataz y el capataz a sus costaleros y cada cuál sabía perfectamente dónde empezaba y dónde terminaba su tarea; y aquello no era autoritarismo sino orden y sentido común. Pero ese equilibrio se invirtió en algunos casos y de aquellos polvos vinieron algunos lodos molestos. Qué hermoso gesto deamor y cariño el de quienes se visten con una túnica sólo por devoción, sin preguntar el nombre de su diputado de tramo. Qué hermoso gesto de cariño, que sé que es el de la mayoría, el de aquellos que hacen un esfuerzo bajo el anonimato de un faldón sólo por devoción, sin más exigencia que la de su propio sacrificio, sin más recompensa que la de continuar una tradición y sin más protagonismo que el de unas Sagradas Imágenes".

Vencedor de la Muerte

"En el rostro se adivina que ha muerto sabiéndose por una causa justa. Se diría dormido, mientras pasa bajo el Postigo en la hora de la media tarde; la piel tersa, los rasgos suaves, es la belleza de la Muerte. Cruza la Plaza Nueva en medio del bullicio, público de tarde, la plena luz del día sobre la fachada del Ayuntamiento, todo invita a la alegría y la vida mientras Dios cruza serenamente muerto, ajeno a su propio entorno, silente en medio del gentío, hermosamente muerto, ¡qué pronto te llevaste a Juan, Señor de la Buena Muerte".

Final

"Qué ilusos fuimos, Señor, queriendo usar criterios científicos para curarte. Si Tu Rostro lo han formando cuatro siglos de sufrimiento de una ciudad que se ha hecho a ti como el hierro a la fragua. Tú llevas Sevilla en la Mirada vidriosa, en la sierpe que se te enrosca y se Te clava, en el mechón que Te resbala por la Mejilla, en la espina que traspasa Tu ceja, en la que Te hiere el lóbulo, en Tu boca jadeante, en las Manos que acarician la Cruz, en el paso al frente que llevas dando cuatro siglos en nombre de todos nosotros. No es cierto, no fue el humo, ni el incienso, ni el frío de una noche al año, a Tu Rostro lo ennegrecieron las epidemias del XVII, las invasiones del XVIII, las revoluciones del XIX, la Guerra del XX; de tanto mirarte, los sevillanos te han gastado y de tus labios no ha salido ni una palabra de queja. Qué iluso fuimos, Señor, queriendo cambiarte la Cruz por una menos pesada, porque Te hacía daño. Si tu Cruz está hecha del dolor de los hospitales, de las ausencias de la carretera, de las jeringuillas de heroína, de la violencia de los hogares, de las soledades del final de la vida, de las chabolas que siguen existiendo, de los que buscan la tierra prometida y encuentran la tumba en el mar, de las vidas que se truncan antes de nacer. Qué ilusos son los que esperan que hoy hable de la experiencia de haberte curado, si Tú y yo sabemos, Señor, que nunca te he sentido tanto como los años que fui Diputado de Tu Bolsa de Caridad, los que me permitieron hablar contigo, escuchar tus lamentos y poder ayudarte a cargar con la cruz, cada vez que lo hacía con uno de Tus hermanos y así me lo recordabas a última hora del día, cuando subía a Tu Camarín y me quedaba a solas contigo. Allí aprendí, Señor, que el Culto no necesita justificación pero no hay mejor forma de quererte que haciéndolo con nuestros semejantes. En Tus Manos El Poder y la Gloria, en las nuestras salir a tu encuentro. El que crea en Ti, que tome su Cruz y Te siga".

Galería Fotográfica de Arte Sacro
Texto del Pregón

Fotos: Miguel Ángel Osuna 










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