La participación de la mujer en la liturgia. Jesús Luengo Mena.

Vamos a dedicar unas líneas sobre la participación de la mujer en los actos litúrgicos. Aquí habría que distinguir en primer lugar entre los ministerios ordenados y los instituidos.

Sobre el acceso de la mujer a los ministerios ordenados (diaconos, presbíteros y obispos) no se vislumbra en el horizonte que la mujer pueda tener acceso a ellos.

Menos razonable parece la prohibición referida a que la mujer no pueda ostentar un ministerio instituido (lector o acólito) más aún cuando de hecho ya los ejerce.

Seguramente esta norma es revisable y no debería levantar polémica alguna. Recuérdese que en la primera edición del Misal romano de 1969 se prohibía a la mujer, si proclamaba alguna lectura, que subiera al ambón, discriminación ésta que se corrigió en la siguiente edición. La mujer hoy día tiene un papel muy relevante en la vida eclesial: catequista, pastoral, asistencia social y a enfermos. Nuestras iglesias están más llenas de mujeres que de hombres. Y de mujeres deseosas de participar y ayudar al culto y prestar un servicio.

En los aspectos litúrgicos la mujer participa de los ministerios de las lecturas, oración de los fieles, monicionista, animadora del canto y la oración, distribuidora de la comunión en ocasiones excepcionales, acogida a los fieles y sacristana. También las niñas pueden ejercer de monaguillo ya que desde 1994 cada obispo puede valorar y autorizar en su diócesis estos ministerios.

En definitiva, que el papel de la mujer, afortunadamente, va creciendo en las celebraciones litúrgicas y lo deseable es que, de manera pausada y sin estridencias, vaya ocupando cada vez más espacio hasta el límite de lo teológicamente admisible.

Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hermandad de Jesús Despojado.

Foto: Francisco Santiago