Opinión. ¿No se puede discrepar? El Diputado de Cruces
El pasillo de comedias en que se está convirtiendo el mundillo relacionado con las cosas de la Semana Santa cada vez toma tintes más esperpénticos. Afortunadamente, las Hermandades, así, con mayúsculas, mantienen su ejemplar vida interior de cultos, formación y caridad, a pesar de algunos hermanos dirigentes y de algunos otros que aspiran a serlo y que, desgraciadamente, son los que se hacen más de notar, en contraste con esos otros, muchos más, que, de forma callada y discreta, dan día a día contenido a esa vida interior.
El penúltimo asunto que ha llamado la atención ha sido la elección (no designación) del pregonero para 2008 y no por la elección en sí, esperada y deseable, sino por la cortina de unanimidad que se ha levantado alrededor del “ya era hora” y del “por fin” y la práctica inexistencia de voces discrepantes, cuando todos sabemos que las hay y que no a todos les gusta, como es lógico, todo lo que escribe el pregonero electo sobre las hermandades y cofradías, independientemente de lo bien que lo escribe siempre. Por otra parte, no se sabe si Sevilla le debía (o debe) el pregón a alguien. Lo que sí es seguro que las Hermandades (otra vez en mayúsculas) no se lo debían (ni deben) a nadie, sino todo lo contrario. Sin embargo, se ha levantado un muro de silencio sobre este tema, donde parece que está mal visto eso de discrepar.
Lo más curioso es cómo esta imagen de unanimidad se lleva a rajatabla (salvo en la barra de algunos bares y siempre por lo “bajini”) en el seno del Consejo General, que debía ser el más interesado en preservar la independencia de las cofradías. ¿Dónde se han metido esos consejeros que el año pasado votaron en contra, en especial, aquellos que cambiaron el sentido de su voto después de salir a la luz el famoso informe del vice-presidente? Dicho sea de paso, el ya dimitido vice-presidente no fue el malo de la película. Tenía pleno derecho a preparar el informe, si así lo creyó oportuno, aunque quizás hubiera sido más generoso con sus compañeros el presentarlo al principio de la elección y no antes de la última votación (la pena, como dije en algún momento, es que no se le hubiera ocurrido emplear ese tiempo en buscar un acercamiento entre el presidente y el hermano mayor de la Resurrección, por ejemplo, o en preparar el camino a la incorporación de las nuevas hermandades). El que de verdad hizo daño (la palabra traición es muy desagradable en ambientes cofrades) fue el que filtró el proceso de elección. Le hizo daño al pregón en general, pues lo del año pasado es causante directo del esperpento de este año y le hizo daño al pregonero del 2007, que dio uno de los mejores pregones de siempre y que pasó casi desapercibido, cuando no fue injustamente criticado, por todo lo ocurrido.
Volviendo a la pregunta del párrafo anterior, los mencionados consejeros fueron vistos en casa del pregonero electo, disfrutando del ágape, sin que conste que se les cayera la cara de vergüenza y, por supuesto, sin decir ni pío. Y tampoco consta que los que en las barras de los bares se han manifestado engañados por cómo su presidente ha gestionado el asunto (y con razón, porque la elección del pregonero tiene que mantener su carácter de libertad, sin presentar falsas unanimidades ni ser aleccionada por presiones externas) hayan hecho tales manifestaciones de manera pública ni que se haya presentado ninguna dimisión. Lo triste es que estas manos descansa la organización de la Semana Santa y así nos va. Y el año que viene, ¡elecciones!
En fin, que parece que a la sana discrepancia le están ganando la partida el silencio y la comodidad de lo políticamente correcto y la preocupación por mantener las ventajas de los cargos. Y eso no es bueno en ningún ámbito de la vida.
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