Arte Sacro
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Ya queda menos. La piedra del reloj de arena. Alberto De Faria Serrano


 A veces el señuelo de unas decisiones se vislumbra por los derroteros de la incomprensión  y de las querencias. En otras por la sensación ineludible de que estamos haciendo lo que precisamente se espera de nosotros. El cofrade es un sector  con un ámbito de relevancia tan medido y estimado en la ciudad que nada  escapa a la capacidad mediática de sus ciudadanos. Hasta la modificación de aquella calle por ésta en el recorrido de una cofradía, es susceptible de mover las inquietudes de mucha gente y hasta de provocar alguna úlcera de estómago. Somos a veces, más papistas que el Papa y olvidamos que la propia esencia de la Semana Santa y sus cortejos, siempre ha estado sujeta al devenir de las transformaciones sociales y económicas, de las influencias de las artes y de las tendencias y corrientes de los tiempos en la ciudad.

El boom creciente en algunas hermandades de los nazarenos y la popularización radiotelevisiva y tecnológica de los tiempos modernos han contraído además otros dos factores condicionantes y vinculantes; que todo se magnifique cuando se extrae de su delimitado contexto estético y  cualquier acuerdo no firmado con celeridad entre cofrades se puede filtrar y conocerse de norte a sur, de oeste a este a la misma velocidad que una mecha consume la pólvora. Por eso la medida de todas las cosas nunca ha estado más lejos de la yema de nuestros dedos; se nos escapa de las manos tan rápido como el Jueves Santo cuando se aleja la Quinta Angustia por el Arco del Postigo.

Vamos a ser más; ya lo estamos siendo los que vamos a participar del pastel de la gloria penitencial; somos el espejo donde se reflejan cristianos y católicos de muchos rincones, de la ciudad, de la provincia, de la región y de la nación; ellos se aferran a nuestras imágenes como al clavo ardiendo de sus anhelos y esperanzas; se nos mira con lupa desde dentro y aun mas desde fuera por los mas inverosímiles motivos. Y bien que lo sufrimos en nuestras propias carnes en los tiempos recientes. Y nos acordamos de tiempos pretéritos.

Por eso cuando decidimos sobre algo que debe ser tan sencillo, y racional como el orden de paso de nuestras Cofradías ni podemos, ni debemos, ni estamos en condiciones de hacerlo de espaldas a los demás semejantes; si somos corporaciones que decimos proclamar la caridad y la consideración con los que sufren, no podemos, ni debemos caer en la insolaridad con nuestros iguales; y mucho menos hacerlo con nocturnidad, premeditación y alevosía. Del pastel de todos no se pueden beneficiar sólo unos cuantos. Si presumimos de ser las instituciones democráticas mas antiguas de la muy noble y mariana no podemos incurrir en pisotear ese prurito en pleno siglo XXI.

De ahí que la arena del reloj encuentre alguna piedra o más de una, en el traspaso del Martes Santo. Más que nada porque no hay unanimidad ni se ha terminado el trabajo científico de cuadrar las voluntades con las distancias; y sobre todo, tampoco se han escuchado a todas las voces. Y sobre todo porque seguirían desfilando capirotes inmaculados a las tantas en la Judería y en San Lorenzo. Pero ya hemos puesto la otra por si acaso. Ya queda menos para que un solo ascua de luz inunde de amor ambas aceras de la Plaza del Duque.

Alberto De Faria Serrano  

Foto: Francisco Santiago










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