Arte Sacro
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Gran Poder de la Vida. Isabel Serrato Martín.


 Hace unos días, al levantarme, alguien en casa me preguntó si le había escrito algún artículo al Señor de Sevilla, Gran Poder de la vida…

Me hizo reflexionar, era cierto, no había publicado nada dedicado a Él, pero si lo había escrito en pregones o citas en partes de artículos. Llegué a la conclusión de que no me atrevía, no me atrevía a sentir al Señor de Sevilla, nacer de mis manos…

Pero aquí estoy, armada de esa fuerza innata que te llega con señales desde la morada celeste. En estos días donde la Sevilla cofrade y más la juventud está triste, porque hemos perdido a Pedrito, sin conocerlo quiero permitirme llamarlo tan cariñosamente, quiero atreverme Señor de Sevilla, a levantar la luz que vas a tener siempre por parte de un joven que sin conocerlo, siento en el aire de tu ciudad, que lo echo de menos. Señor de Sevilla, esta vida es así, vuela como Espíritu Santo en el llamador de mi Madre, esta vida es así, queriendo de forma inhumana para sentirte querido. Pero en esos momentos, en los que sentimos que no podemos, siempre apareces, Señor de Sevilla…

Te recuerdo en el pecho del abuelo que perdí, y que te llevaba con tanta Fe en su pecho, su medalla aún cuelga y colgará de mi alma, o en el pecho del amigo, que llevaba tu medalla hasta que su niña se curara; cuando te hundes en la pena del mundo, te veo Señor de Sevilla, allá donde mire, en esa mujer que aún viste con el color de tu túnica y tu cíngulo ciñe la cintura como cada devota de viernes en tu basílica. Sueño, Señor de Sevilla, contigo, pero creo que cada sueño es un momento a tu lado, y no quiero ni contarlo para que el amor no me lo quite. Señor de Sevilla, caminas como melodía sin canto, como canto sin sonido, caminas, y yo sueño con caminar de tu mano. ¿Dónde nos llevaran los tiempos? Señor de Sevilla, sé que eres la respuesta que Sevilla busca. No la abandones, en sus ratos peores quizás no vaya a visitarte, pero tu Sevilla te amará igual. En los ratos en los que la FE parece difuminarse, aparecerás como redentor al girar la mirada hacía cualquier lugar. Señor de Sevilla, no dejes de querer a tu ciudad, la que en los mejores momentos te ama, la que sueña con verte llegar en la Madrugá, la que cierra los ojos y quiere ser tu capataz, cual sueño real, para ser quien te lleve al resto de la humanidad. Pero a eso, estás acostumbrado, a que te quieran en los buenos momentos, yo te pido paciencia para los que todavía caemos y te necesitamos para levantarnos, quiérenos siempre Señor de Sevilla, con nuestros defectos y nuestros Pecados, quiérenos Señor de Sevilla, porque en los malos momentos, tú siempre serás, el Gran Poder de la Vida…










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