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Opinión. De cofradías y política. El Diputado de Cruces


Dicen muchos cofrades que no se deben mezclar cofradías y política, pero la mayoría de los que así hablan, lo hacen constantemente y así se ha podido comprobar, por ejemplo, en algunos (no todos, gracias a Dios) de los últimos procesos electorales (incluido el del Consejo General) que se han vivido en nuestras hermandades, en los que se han usado técnicas y procedimientos directamente sacados de la política. Y esta mezcla está produciendo algunos hechos que, como mínimo, resultan muy chocantes.

Verán, es una realidad que el Ayuntamiento de Sevilla está regido por una coalición de dos partidos de cuyos dirigentes hemos oído en demasiadas ocasiones expresiones del tipo “religión civil”, “fiesta de los sentidos”, “solsticio de invierno, “primera luna llena de primavera” (entre otras) y que, a nivel nacional, mantienen una postura radicalmente laicista (anti-católica, por supuesto) que parece conllevará en el futuro próximo, además de diferentes leyes, la retirada de todos los símbolos católicos de la vida pública a fin de conseguir que la práctica religiosa (católica, por supuesto) se restrinja al ámbito privado. Sin embargo, a nivel local, muchos concejales del gobierno municipal, incluyendo al alcalde, no dudan en aparecer en cualquier acto cofrade, coger la vara que les dejamos y saludar a todo el que se ponga por delante. Pero es que resulta que la Semana Santa es la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre y los cofrades, que se supone somos católicos, celebramos tal conmemoración de forma pública, sacando a las calles nuestros símbolos más queridos, la imágenes de Cristo y de Su Madre. ¿O es que no es esto lo que hacemos en Semana Santa?

Esta situación que vivimos debiera darnos mucho que pensar porque es un hecho cierto que desde algunos sectores y por diferentes intereses, se está intentando despojar a la Semana Santa de todo su carácter religioso (lo más fundamental) frente a sus otras componentes lúdicas (que están muy bien, nadie lo duda). Pero también es cierto que el éxito que empieza a tener este intento se debe a que los cofrades lo estamos permitiendo, por convencimiento, por falta de formación o por intereses mal entendidos.

Voy a poner un ejemplo. Anda nuestro ayuntamiento empeñado en que se amplíe la Carrera Oficial, según dicen por razones sociales, para que las personas que no tienen acceso, por la causa que sea, a las sillas, puedan ver todas las cofradías. La ampliación propuesta perjudica notablemente a varias hermandades que verían aumentados sus itinerarios, por lo que el Consejo General, esta vez con muy buen criterio, no ha accedido a ello todavía. En este proceso, que pasa por diferentes fases de tensión (el Cardenal que apoya y cambia de opinión, declaraciones periódicas de los responsables municipales,…), parece que ha entrado una nueva variable. Hasta ahora, el Ayuntamiento de Sevilla, que cede gratuitamente el suelo ciudadano que ocupan sillas y palcos a las hermandades para que éstas se queden con los beneficios de su explotación, según un convenio que debe ser revisado próximamente, se hacía cargo de los costes de montaje de la infraestructura necesaria para tales sillas y palcos. Pues bien, según cuenta la prensa especializada, el gobierno municipal no tiene la intención de seguir cubriendo estos gastos (desde mi punto de vista algo lógico), con lo cual, los ingresos de las cofradías podrían disminuir, algo que ha producido cierto nerviosismo. Sin embargo, se ha filtrado que el ayuntamiento podría reconsiderar esta postura a cambio de la ampliación de la Carrera Oficial.

Como observarán, ésta es una táctica de negociación puramente política (y absolutamente legítima por parte del ayuntamiento, a fin de conseguir los que considera son sus intereses). El problema radica en la excesiva dependencia que de estos ingresos se ha creado en el mundo de las hermandades, asegurándose, en algunos casos, que sin ellos sería imposible la salida procesional, algo que me parece una exageración. A lo mejor, la solución está en no estrenar todos los años, en quitar una banda o en recurrir al tan sevillano clavel en vez de a esas sofisticadas flores de importación y nombre impronunciable. Y si no es posible, la independencia de las hermandades frente a otros sectores sociales tiene que ser un bien inapreciable. Al fin y al cabo, los libros de historia de la Semana Santa (o sea, la auténtica tradición y no las “tradicioncillas” de anteayer por la noche que nos inventamos cada día) están llenos de relatos sobre cofradías que sólo salían cuando sus hermanos reunían los dineros necesarios para hacerlo con dignidad. Las hermandades debieran financiarse de modo interno a través de sus hermanos y si se consigue ayuda exterior, mejor, pero obtener esta ayuda no debe convertirse en el objetivo principal por el que se pierda la independencia. Y menos, ante los poderes políticos.

De todas formas, como escribí más arriba, lo que le ocurra a la Semana Santa será sólo responsabilidad de los cofrades, de sus convencimientos, de su formación (o falta de ella) y de sus intereses, no de los políticos ni de nadie externo. Saben que hace tiempo que este diputado expuso su idea sobre la necesidad de un debate entre todas las partes, amplio y sin requisitos previos, para definir con exactitud qué queremos que sea la Semana Santa y para qué queremos que salgan nuestras cofradías (porque lo que es la Semana Santa y para lo que salen la cofradías, los cofrades deberíamos saberlo, aunque a alguno le cueste admitirlo). Y cuanto más tiempo tardemos en hacerlo, peor será para todos. No vaya a ser que un día, por ejemplo, nos coja por sorpresa el encontrarnos una parihuela moviéndose a los sones de una banda, rodeados de una enorme y entusiasmada multitud, mientras las  imágenes se quedan en la iglesia cerrada.

diputadocruces@yahoo.es

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