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Finis gloriae mundi. Álvaro Pastor Torres


In ictu oculi, en un abrir y cerrar y de ojos, llega el motorista del Papa – Franco despedía a sus ministros de tal guisa: motorista, carta y agradecimiento por los servicios prestados en el BOE- y se acaban las glorias y oropeles del poder terrenal, como en el cuadro de las Postrimerías de Valdés Leal, pero afortunadamente sin canina, guadaña, sudario y caja de pino por medio. El final del cardenal Amigo Vallejo como titular de la silla de San Isidoro –que se empezó a fraguar el día de San Leandro del año pasado con el nombramiento por sorpresa de un arzobispo coadjutor- se ha sabido en otra fecha muy señalada para el santoral hispalense: la de Santa Ángela de la Cruz. Ni Roma, ni el dimisionario, dan puntadas sin hilo.

El rumor ciertamente es la antesala de la notica. Los blogs, que algunas veces se equivocan, pero muchas aciertan, y dicen lo que nadie se atreve a firmar, echaban humo días atrás sobre el inminente relevo en el palacio de la plaza de la Virgen de los Reyes. Era un secreto a voces que la cohabitación entre el titular y el heredero no funcionaba. Y en Sevilla, pocos secretos se pueden guardar.

 La aceptación de la renuncia jubilatoria ha llegado más tarde de lo que muchos enemigos de Amigo deseaban, pero también es verdad que mucho más pronto de lo que esperaban sus más íntimos allegados, esa fiel guardia pretoriana – cortita de rodaje y títulos académicos- de la que se rodeó el cardenal en sus últimos años de pontificado. Su amplio club de opositores, que creció vertiginosamente al saberse que había caído en la incómoda categoría de “residencial coadjutorado”, quería un escarnio al estilo Setién, el polémico obispo emérito de San Sebastián, que aunque la leyenda urbana cuenta que renunció una mañana –sin haber cumplido los 75- y se le aceptó esa misma tarde, lo cierto es que la carta tardó más de un mes en llegar a Donosti. Algunos hubieran disfrutado de lo lindo si la boleta le llega al purpurado el agosteño día de San Bartolomé, esto es, uno después de cumplir la edad fijada, pero resulta que Sevilla está más lejos del Vaticano y el correo tarda lo suyo. Además, Amigo es príncipe de la Iglesia, y demasiado varapalo tuyo ya con tener que aceptar – digo, pedir- el fichaje de un coadjutor, como para encima verse despojado de su arzobispado en el minuto uno. Verdad es que con 75 años y gozando –al menos  aparentemente– de buena salud, los obispos dimisionarios suelen seguir uno, dos o tres años más al frente de sus diócesis. Las malas lenguas –que en la Iglesia Católica son tan abundantes como los peces multiplicados y tan antiguas como la bolsa donde Judas guardó las treinta monedas- dicen que la prórroga es directamente proporcional a la amistad que se tenga con Rouco. En este caso, una prolongación de 2 meses y 9 días (parece que la carta llegó el día de Todos los Santos) se antoja fiel reflejo de una exigua estima. A Amigo Vallejo le espera un retiro dorado, además de una vitalicia púrpura cardenalicia con cinco años por delante para participar en un hipotético y futurible cónclave.

A Asenjo, por el contrario, un duro trabajo en una diócesis donde no entró con buen pie precisamente. Lleva ya tiempo intentando enderezar el seminario. Lo de la estampita de la Macarena va a tardar en olvidarse, y para colmo, el clero  hace mucho que campa a anchas para venir ahora a preguntarle con cara adusta y acento castellano si se confiesa y reza el rosario. A buenas horas, mangas verdes, color de las borlas del pesado capelo arzobispal. A quien Roma se lo dé, que San Pedro se lo bendiga y le ayude a sobrellevarlo.

Fotos: Álvaro Pastor Torres.

Publicado en  El Mundo de Andalucía, Edición Sevilla, el viernes 06-XI-2009










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