Maravillosa Procesión de vuelta de los Dolores Servitas de Cádiz. Fernando A. Morillo

A las siete en punto de la tarde, la cruz de guía asomaba por la puerta de la Catedral Gaditana. La banda del Rosario de Cádiz iniciaba el cortejo en pasacalles desde la Plaza de San Juan de Dios anunciaba la inminente procesión gloriosa. Mientras, en la Catedral llegaba la Banda del Maestro Dueñas. El coro de la Viña se situó en las escalinatas. Todo listo. Minutos después de la puesta en escena de ambas formaciones musicales, la comitiva daba sus primeros pasos ante una plaza de la Catedral repleta de público de muchos lugares. Un cortejo organizado y muy nutrido por cofradías de la ciudad, representaciones Servitas de otras localidades y de nuestra ciudad de Sevilla

 

Cuando el reloj de la seo gaditana anunció las siete y media, un resplandor de luz directo desde el interior del templo acaparó la atención de los cientos de fieles congregados, era ella coronada con la presea protagonista de la jornada.

 

Solo faltaban unos pasos, el protocolario Himno Nacional aún no había sonado cuando estalló una atronadora ovación. La madre Servita coronada asistía al encuentro de todos sus hijos del pueblo de Cádiz. La formación portuense procedió a interpretar el himno para a continuación tocar la marcha que englobaba todo el repertorio musical servita en la tarde-noche de ayer, Dolores de Servitas Coronada de Abel Moreno.

 

Maravillosa bajaba de la rampa de la Catedral para iniciar la vuelta victoriosa a casa mientras el coro de la Viña intervenía en un fragmento de la marcha para delirio y disfrute de todo el público asistente. Sin parar un solo segundo, sonaban dos marchas alegres de coronación muy bien recibidas por todos los cofrades presentes, Coronación del Cerro y Coronación de la Macarena.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fotos: Fernando A. Morillo