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Opinión. ¿Salimos a que nos vean o nos ven porque salimos? El Diputado de Cruces


 En este mundillo tan aficionado a las frases hechas, la que encabeza este escrito se ha puesto de moda. Lamento no saber quién fue su autor ni qué sentido quiso darle, pero espero que no le moleste que la use, ya que está en boca de todos. Lo que pasa es que, en lo relativo a la Semana Santa, las cosas no pueden ser siempre blancas o negras, sino que caben y cabrán muchos matices.

Por ejemplo, el pasado Lunes Santo,  la hermandad de la Vera-Cruz ni salió para que la vieran ni la vieron porque salió. Tengo que reconocer que soy uno de esos aludidos por su hermano mayor que no tienen un criterio definido sobre el asunto. No entiendo la necesidad de justificar la salida con la titularidad del Santo Lignum Crucis. No me parece que se pueda comparar una reliquia de la Santa Cruz, por muy antigua que sea, con el Santísimo Cristo y la Santísima Virgen. Si se considera que lo más importante para los hermanos es la estación de penitencia independientemente de la forma de la misma, pues adelante y sin miedo. Siempre he defendido que hay que hacer la estación de penitencia salvo que sea absolutamente imposible, pero no estoy seguro que sin imágenes tenga sentido (por decir algo más, en este tipo de salida, ¿qué pasa con los hermanos costaleros? ¿No pueden hacer estación de penitencia? ¿Quedan fuera de la misma? ¿Por qué?).

No lo sé, tengo que reflexionar más sobre ello. Quizás, la decisión de Vera-Cruz suponga un soplo de aire fresco muy necesario en esta Semana Santa absolutamente mecanicanizada y sin margen a la improvisación que, entre todos, estamos construyendo. Ahora, también reconozco que me han movido muy mucho hacia la simpatía por la hermandad y su forma de hacer estación de penitencia las críticas desaforadas (crueles, en algunos casos) que ha recibido. En primer lugar, de la masa que ocupa las calles en Semana Santa que prefirió abarrotar las setas para ver dos pasos que volvían a su iglesia y dejó a Vera-Cruz caminar en casi soledad por el Duque. Ya es muy significativo. Por otro lado, los comentarios, oídos y leídos, por parte de la prensa especializada y de la autollamada ortodoxia cofrade, insistiendo en la peligrosidad del precedente, elucubrando con  la idea de en qué se va a convertir la Semana Santa con estas procesiones y usando a conveniencia la defensa del patrimonio humano (ya volveremos otro día sobre este tema). Todo ello a pesar de que el hermano mayor ha explicado hasta la saciedad que ésta ha sido una ocasión excepcional debida a las circunstancias de tener sólo asegurado sin lluvia un intervalo de tiempo que no permitía procesionar con los pasos y que, en el futuro, sólo se repetirá si se dan las mismas muy especiales condiciones. Más claro, que lloviendo no se sale y sin lluvia se sale como siempre, aunque alguno no se quiera enterar. Por cierto, no llovió en varias horas.

Otro ejemplo, el hartazgo de las llamadas hermandades de vísperas. Mucho se ha criticado su enfado con el pregonero al suprimir por la prisa las líneas a ellas dedicadas, que llevó a su delegado a no acudir al almuerzo posterior. ¡Anda que no había párrafos que suprimir en el pregón!  Y se tuvo que elegir el dedicado a esta hermandades. También es muy significativo, pero lógico, en un pregón tan al gusto de la ya mencionada autoproclamada ortodoxia cofrade para la que todo lo que ocurre fuera de las hermandades que procesionan de Domingo de Ramos a Sábado Santo (y no todas) no existe. ¿Qué hubiera pasado si el pregonero, en sus prisas, decide suprimir un párrafo dedicado a alguna de las hermandades en las que ustedes y yo estamos pensando? Pues eso. Las hermandades de vísperas están cansadas de sentirse ninguneadas y por, ello, las que pueden, piden ir a la Catedral, porque es bueno y por lo que significa de integración de los barrios en la ciudad. Y las que no pueden hacerlo, quieren salir para ser vistas (en su derecho están) y hacerlo al sevillano modo. Todavía, este año, he podido escuchar que qué diferencia hay entre ver al Cachorro en el puente de Triana o a Bellavista en su barrio el Viernes Santo, por ejemplo. Quien así habla parece que no tiene ni idea de la realidad de la Semana Santa en los barrios, aunque sí que la tiene y mucha. Este diputado se precia de conocer otras Semanas Santas fuera de la capital: verdad y devoción auténtica en calles semivacías, abandonadas por esa masa que se desplaza al centro de Sevilla a ver las cofradías sevillanas. Quizás es a esto a lo que debieran aspirar las hermandades de vísperas, pero, insisto, están en su derecho de querer ser vistas por la ciudad a la que pertenecen y si usted, cofrade ortodoxo,  no va a ir a verlas, qué más le da el día en el que salgan. Y por cierto, si el Cachorro puede ser visto en el puente de Triana es porque abandona su barrio para ir a la Catedral. ¿Por qué unas sí y otras no?

Finalmente, el traslado de San Gonzalo en la tarde del Domingo de Resurrección fue un ejemplo de cofradía vista porque salió. No voy a ser tan optimista como para decir que tanta se gente se reunió por devoción aunque sí hubo mucho de eso. También hubo otras cosas, como todos sabemos. Entre ellas, una norma absurda y anti-sevillana, sobre la que habrá que hablar más despacio (y se hará, Dios mediante). De todas formas, este ejemplar (en toda la extensión positiva del término) traslado debiera servir a muchos (incluyendo a la propia hermandad de San Gonzalo) como punto de partida para una profunda reflexión sobre el fondo y las formas de la Semana Santa y en qué la estamos convirtiendo.

diputadocruces@yahoo.es

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