Lutgardo García ofreció a su hija Inés un vibrante pregón de Glorias
Arte Sacro. Lutgardo García Díaz, realizó en la tarde de ayer, sábado 5 de mayo, en la S.I .Catedral el pregón de las Glorias de Sevilla ante la imagen de Santa Lucía, que presidía el altar del jubileo en su paso.
Comenzó su pregón dedicándoselo a su abuela, que ya no está con nosotros, y ofreciéndolo a su hija, del mismo nombre.
En primer lugar hizo un recorrido por nuestra ciudad, con unos bellos pasajes por su niñez, que terminó de esta manera.
No la quiero por ser la más hermosa,
pues la hermosura es frágil, fugitiva.
La quiero porque aquí tuvo mi padre
lugar para la pena y la alegría,
la quiero por la luz de mis abuelos,
la quiero porque en ella está mi vida,
la quiero porque sabe mis recuerdos
y se calla mis llantos y mi herida…
La quiero porque quise entre sus calles
y en ella aprendí el beso y la sonrisa.
Y aunque digan que ríe y que palmea,
y aunque tenga el olvido a la medida
de su belleza y tenga cien dobleces,
un tarde de abril yo volvería
a llamar al cristal de la ventana
por dejarle mi beso en su mejilla.
No la quiero por ser la más hermosa
yo la quiero, más bien, porque es la mía.
Si el tiempo emborronara mi memoria
y me convierte en ser de lejanías,
aunque ya no conozca ni mi rostro
al mirarme al espejo, yo querría
-al ver la luz del sol por la ventana-
decir como el poema. Y Sevilla.
Los primeros versos a una advocación mariana fueron dedicados a la Virgen de los Reyes, del que destacamos esta bellisima prosa en la que recuerda a su padre.
"A veces vuelve mi padre a tomarme de la mano, por una calle sin nadie recuerda el eco sus pasos. Vamos los dos en silencio, vamos los dos sin hablarnos, más yo sé, igual que él sabe que el uno y el otro estamos. A veces vuelve en las tardes, y lo siento respirando en las palabras que digo, o en el gesto de mis manos, y deja media sonrisa mientras contempla en lo alto cómo dispara las nubes el cielo de uno a otro lado. A veces vuelve en agosto, cuando conjura el verano su sortilegio de oro en la parva de los campos, y a las sandías le sangra su corazón escarchado, a veces siento que vuelve a recordarme que estamos en el medio del mes rubio donde se posa el verano. A veces vuelve y camina hasta el lugar que los años le fueron dejando un hueco donde soñar y esperar lo deseado. Regresa porque a Sevilla siempre vuelven los que amaron la sonrisa clara y fina por la que reza el verano. Todos vuelven a su reja, a lo leve de su paso, a las tardes de novena, tardes de abanicos blancos, a las calles que, en silencio, abren su devocionario, a los varales de plata, a los amores de antaño, al pecherín de corales, a la sorpresa del manto, a las coplas repetidas, a la voz hueca del órgano, a la devoción profunda, a su niño con zapatos, a su mano descarnada del roce de tantos labios, y a la sonrisa soñada llena de enigmas arcaicos, que le da cuerda a la aurora porque un sol –redondo, exacto- acuda, desde el oriente, a su cita cada año.
Por eso vuelve mi padre, como tantos sevillanos. Ellos están, no se han ido, allí podrás encontrarlos, pues, cuando sale la Virgen , igual que cada verano -desde el campo o de la playa nos trajeron muy temprano- nos visten pantalón corto el alma para llevarnos a solicitar tres gracias en la Puerta de los Palos. Ellos están no se han ido, son tu padre, el mío y tantos. Hoy su recuerdo es la gracia que tanto le suplicamos. Pues cada quince de agosto - ay amor que hace milagros- su cara los resucita en cada vara de nardos."
Adentrándose ya en las corporaciones de glorias, lo hizo por el mes de mayo y con las hermandades que procesionan en este mes. Destacamos este soneto dedicado a la Virgen de la Alegría.
A veces en silencios yo rebusco
la caricia del sol que es la alegría,
y lo busco Señora en la jauría
de la vida y buscándola me ofusco.
A veces voy buscando un soplo al menos
de la Alegría que tu rostro enciende,
y quisiera extenderla como extiende
sus dominios el sol por los terrenos.
Entonces me responde el mes de Mayo
que vuelve a regalarme en un ocaso
la dicha que otras horas no encontré.
Se me viene hasta mí, y yo la hallo
como un borrón de luz sobre su paso
la Alegría de San Bartolomé.
También ofreció estas dos décimas al Sagrado Corazón de Jesús
Aquella mancha en el pecho
malherido, como un ascua…
Era Jesús, quien es Pascua
se nos daba por derecho.
Su mano sembró el barbecho
para la Resurrección.
Hoy recuerdo esa ilusión
que en su imagen descubrí:
Dios abre por ti y por mí
su Sagrado Corazón.
El mismo que anduvo el mar,
el que repartió los peces,
el que perdonó con creces
y el que no vino a juzgar.
El que se vino a entregar
por darnos la Salvación,
hoy te da su corazón,
y así cada primavera
por redimirte, te espera
en el barrio de Nervión.
A las Vírgenes del Carmen, Divina Pastora y Rosario las englobó en tres bloques. De la Divina Pastora de Triana dijo lo siguiente:
"Los montes, al sol pesado de la tarde comulgaban. Y el viento puso en la hora su sorpresa de navaja, se abría el primer lucero mientras el niño cerraba los ojos para entregarse al sueño, como una barca a la que llevan las olas hacia la mar honda y alta. Soñó un campo, soñó olivos –rectas hileras de plata-, alcornoques de hoja recia, y la nieve de las jaras. Soñó una luz en los lirios, brochazos de color malva, y el susurro de un riachuelo acariciando las cañas, y una dehesa sin lindes donde pastaban las vacas inmóviles, mudas, lentas, guardando su sangre brava. Allí cerca bajo el árbol donde la sombra creaba un juego de contraluces bajo la paz de las ramas, una pastora tenía, dormida sobre su falda, un borreguito pequeño como algodón en el alba. Sus labios dos frutas tiernas, sus dedos entre la lana –blancura sobre lo blanco- con caricias se mezclaban y la pastora reía mirando el poniente en calma mientras la brisa tranquila con su cabello jugaba.
Pasó el tiempo, pasó el niño, y aquel sueño de la infancia siguió viviendo en el hombre con la fuerza de una llama. Una tarde de septiembre cuando el estío se acaba dando estertores de luces que se van tornando en ámbar, el hombre supo que el sueño vivía, sí, y que estaba en un barrio donde el río se refleja en las fachadas.
En la tarde de septiembre, sobre una loma sembrada, entre el baile de las velas, con un frescor de vaguada y aromas de campo abierto sobre el suelo de las andas, la imagen de la Pastora la calle pastoreaba. Pastoreaba la risa y los sueños de Triana, la voz de los que la amaron y sembraron sus plegarias en la blanqueada capilla que es como celda de hermana de la Cruz del Cristo pobre que predicaba Sor Ángela.
En la tarde de septiembre -barrio de sal y de agua, de cerámica y de velas que sueñan vientos de plata- la calle se hacía campo, tornábase sol la plaza, surco donde la semilla del Evangelio cuajaba, era de luz donde el aire acarreaba la parva dejando caer el grano de los trigos que se aplastan por convertirse en harina que en el altar se consagra. Olivar de verde sangre de gordales y hojiblancas, viñedo que el mosto nuevo de la vida eterna guarda, huerta, trigo, sol, acequia, surco, rastrojera, grama, yema, tallo, leña, cielo, umbría, pinar, cañada… quería ser cada calle cuando pasaba su cara.
Y el niño que aún vivía, y el niño que aún soñaba en el corazón del hombre donde aun respira la infancia, pensó al ver aquella imagen, aquella bendita estampa del Cordero Inmaculado tranquilo bajo la palma de la mano: sé Pastora, de mis sueños y esperanzas, sé Pastora de mis dudas, y de mis noches en calma, en las horas de tormenta llévame hasta tu majada, hazme oír al Pastor Bueno si en el monte me llamara por guardarme de los fríos, de la lluvia y las heladas. Dame paz en tu regazo, sé Pastora de mi alma, llévame al redil de oro que es tu barrio de Triana."
Muy aplaudido fue el recuerdo a la iglesia de Santa Catalina desde donde la Virgen del Carmen hace muchos años que no pude efectuar su salida procesional, con esta cuarteta:
Dicen que está medio en ruinas
Y no puedo imaginarme
que la belleza del Carmen
no esté en Santa Catalina.
Momentos emocionantes se vivieron cuando habló de la Virgen de Todos los Santos, ya que su madre fue bautizada en esta parroquia y muy sentidos los dedicados a su Virgen de la Pura y Limpia, de la que el pregonero es hermano. Terminó con estos versos:
Hoy regreso a tu capilla
y ante tus ojos tan limpios
y ante tus manos que saben
amasar el pan divino,
y ante la luz que en tu cara
no dejó Dios de improviso,
y ante tus ojos de Madre
que saben quién soy y he sido,
en esta tarde de mayo
quiero dejar los destinos
de aquellos a quien más quiero
-de mi mujer y mis hijos-
que aunque vengan tempestades
y aunque se sientan perdidos
tú tendrás siempre un abrazo,
calor del hogar y abrigo
cuando vengan a buscarte…
tú que diste a Dios un hijo,
-Magníficat sevillano-
guárdanos siempre contigo,
Madre siempre Inmaculada
Pura y Limpia del Postigo.
Antes de finalizar dedicó un pasaje dedicado a Santa Lucía para terminar con un bello epílogo donde nombró a todas las imágenes de las Glorias sevillanas, tras una hora y media, aproximadamente de pregón.
En la presidencia del acto estuvieron el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo Pelegrina, el delegado de hermandades y cofradías, Manuel Soria, el concejal delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano, que además fue el presentador del pregonero y la junta general del consejo de cofradías con el presidente, Adolfo Arenas, a la cabeza.
La banda sinfónica municipal de Sevilla interpretó las marchas “Sevilla Cofradiera” de Pedro Gámez. elegida por el pregonero y “Glorias de Sevilla” de Manuel Marvizón.
Fotos: Carlos Jordán.
Galería del Pregón
Fotos: Miguel Ángel Osuna.