Arte Sacro
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  • martes, 14 de mayo de 2024
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Per me reges regnant. Juan Manuel Labrador Jiménez


 Se disipará el negro manto de la agosteña noche sevillana cuando el trinar de los pájaros anuncien el nacimiento de una nueva mañana que Dios nos regalará a los sevillanos, mientras el aire traerá la fragancia del prodigioso milagro de esos nardos que escoltan a la Reina de los Reyes en cada una las esquinas de su paso. 

La madrugada será larga, pero Sevilla velará el gozo de su Patrona antes de que el cielo bostece para que desde sus amplios ventanales se asomen los primeros rayos de luz, dotando a la ciudad de vida y magia ante el esperado acontecimiento de la salida de tan egregia Majestad. 


Bajo las naves catedralicias, corazones agolpados tratan de acercarse a la Madre, y el Divino Infante imparte la bendición a todos los presentes desde las rodillas de María con su gesto infantil y picarón. Quedarán entonces escasos minutos para las ocho en punto de la mañana, hora exacta y precisa en la que la procesión comienzará a salir por la Puerta de los Palos. La Giralda permanecerá atenta y despierta, pues en cuanto vea que el capataz de la Señora cruza el dintel, habrá de iniciar el repicar de sus campanas para anunciar que la Virgen de los Reyes está en las calles de la que es su ciudad. 


Hace escasos días, se estrenaba un nuevo mes de agosto, la Iglesia celebró la festividad de la Santísima Virgen María bajo la divina advocación de los Ángeles, mientras el Santísimo Sacramento se hizo alimento de salvación eucarística por la calle Recaredo. De allí, Dios vivo se trasladó a la Puerta de la Carne, si bien hubo de subir por la calle San José para llegar a la Parroquia de San Nicolás, y allí sentir la frescura que transmite la sublime serenidad de la blanca y preciosa Virgen de las Nieves. Fue en ese momento cuando la Patrona de Sevilla extendió sus manos en la recién restaurada Capilla Real para que éstas fueran besadas por aquellos que prometen ante Ella fidelidad a su historia, a su leyenda y a su devoción. 


Se acerca el ecuador de agosto, y aunque para muchos sea un periodo vacacional, ya se siente el aire leve de los abanicos de la novena catedralicia. Otra vez se cumple el ciclo, y otra vez Sevilla se reencuentra con la sonrisa milenaria de la Virgen de los Reyes. Se aproxima cadenciosamente el día de la Asunción de la Madre de Dios a las bóvedas celestes, mientras en el alm a sevillana resuenan las palabras que dan sentido a la gloria mariana de esta urbe: "Per me reges regnant". Disfrutemos de este tiempo que el Señor nos regala junto a Ella, que es la gloria de la Gloria misma. 

http://juanmanuellabrador.blogspot.com

Foto: Antonio Rendón.










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