Arte Sacro
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A la tercera va la vencida. Carlos Colón. Diario de Sevilla.


Los almohades pusieron los ladrillos que hicieron la Giralda, el gótico construyó la Catedral junto a ella y el renacimiento la coronó de azucenas y campanas. El barroco añadió el Palacio Arzobispal y el regionalismo alzó las dos casas de la embocadura de Mateos Gago, ensanchó la calle sin perder la sevillana proporción, plantó los naranjos, trazó las aceras, puso los adoquines, colocó la fuente en el centro de la plaza y la rodeó de un hermoso círculo de chinos lavados. No era fácil estropear ese conjunto que empezó a nacer en 1172 y se concluyó en 1930. Por eso se necesitaron tres intentonas democráticas, además de la franquista, para acatetarla.

Las corporaciones franquistas, resulta doloroso decirlo, hicieron a la plaza de la Virgen de los Reyes un daño más leve que las democráticas. Se cebaron con las de la Magdalena o el Duque; pero como aquella destrucción de Sevilla era desarrollista y especulativa, no resultado de una idea, y allí nada podía derribarse para alzar bloques de pisos o grandes almacenes, se limitaron a extender sobre ella una mortaja de asfalto sin quitar el adoquín. Por eso nunca perdimos la esperanza de que la noble piedra de Gerena resucitara un día.

Llegó la democracia. Pérez Escolano y Queraltó resucitaron los adoquines de las plazas de San Francisco y del Salvador, pero se olvidaron de Virgen de los Reyes. Tras esta breve esperanza de conservacionismo progresista resultó que los Ayuntamientos democráticos sí que tenían un proyecto estético para Sevilla. Pero, desgraciadamente, éste no consistía en conservar lo mejor de su pasado, rectificar las tropelías desarrollistas y dar la palabra en lo nuevo a la mejor arquitectura contemporánea, sino en lo contrario: destruir o deformar lo que había sobrevivido y edificar lo nuevo con más atrevimiento ignorante que moderno talento. Empezaron entonces los ataques a la plaza de la Virgen de los Reyes.

El PA lo intentó primero, levantando el asfalto y descubriendo la piel verdadera de adoquines... para arrancarla con la saña de los martirizadores de San Bartolomé y poner en su lugar aquel frágil, caro y feo pavimento arlequinado de losetillas grises y tiras blancas. El PSOE lo intentó después, quitándole las aceras, arrancando los naranjos y poniendo unos adoquines chiquitos y planos que hacen el ridículo frente a los robustos de Placentines y Mateos Gago. Pero ni aun así lograron acatetar del todo la plaza. Lo han conseguido ahora –a la tercera va la vencida– plantando cuatro escuálidos naranjos donde había diez, esparciendo unos horrorosos macetones con arbustos, colocando seis adefesios gigantes a los lados de la puerta del Palacio Arzobispal y dos bancos troglodíticos ante su fachada. Un éxito: la coalición de progreso que nos gobierna ha logrado hacer por fin de Virgen de los Reyes la plaza mayor del poblachón sin alma en que están convirtiendo a Sevilla.










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