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Dos orejas y rabo para Rafa González Serna en el Maestranza


Daniel García Acevedo. A punto estuvo Rafael González Serna de salir a hombros por la puerta del Teatro Maestranza, tal y como lo hizo hace 50 años Rodríguez Buzón en el Teatro San Fernando o José María Rubio hace 25.

Y es que el pregón que escuchamos ayer, domingo de Pasión, será gratamente recordado por todos los asistentes, donde González Serna puso todo la carne en el asador y le salió una pieza poética, altamente cristiana (sin olvidar a Dios ni un solo segundo, como se ha cansado de repetir el pregonero desde su elección) y con recuerdos a toda su familia, en especial a su padre, y a su barrio de la Costanilla.

En una hora y veinticinco minutos, que parecieron mucho menos, y tras diecinueve interrupciones por los aplausos, puso al público de pie en un par de ocasiones.

Llegó andando a la capilla de la hermandad de las Aguas donde, como es costumbre, recogió el pañuelo de la Virgen de Guadalupe, esta vez desde lo alto del paso al que se subió para recogerlo de la mano de la bendita Madre.

Empezó el pregón cual capataz levantando un paso, dedicando la levantá a su padre. En esta poesía, recordó a las hermandades de Vísperas con este texto:

"Benditas sean las Vísperas

con el ejemplo que dan

al enseñarle a Sevilla

cómo crece una hermandad,

benditos sean sus hermanos,

que también son sevillanos

y cofrades de verdad".

Terminó esta parte con un ¡Vamos al cielo con ella! con la marcha real de fondo, parte muy aplaudida por el público asistente.

El pregón se estructuró por los días de la Semana Santa, comenzando por el Domingo de Ramos, en la que dedicó una poesía a cada una de ellas, desde el punto de vista de la ilusión de niños que todos tenemos este día. Terminó con la hermandad del Amor, de la que concluyó diciendo:

"Pídele su bendición,

que te ayude y te proteja

y aprende de su valor,

que siendo Dios como era,

bebió el cáliz del dolor

para darnos el amor

a los hombres en la tierra".

Del Lunes Santo dejó varias “perlas”, antes de extenderse a cada hermandad del día, en las que destacó a los fantasmas y a los que van solo al figureo, si no somos capaces de arrodillarnos ante Él y la cruz cristiana:

“Si no la vives por Él,

no existe Semana Santa,

si no eres capaz de ayudar

de aprender a perdonar,

serás simplemente

un fantasma,

vestido de penitente,

protagonista de una farsa

y no te llames creyente,

porque tú no crees en nada.

Que aquí…

lo que sobra es gente

para agarrarse a una vara,

para ponerse un costal,

o tocar en una banda,

para montar un altar

y darse golpes de pecho

cuando se besa una estampa,

Sevilla es mucha Sevilla

le sobra la propaganda.

Que al final la antigüedad,

no te va a servir de ná,

cuando llegues a sus plantas

no hay número para entrar en esa cola tan larga.

Sólo te van a pedir

lo que lleves en el alma,

que de envidias, de rencores

nacen todos los errores

y aún hay quien se espanta

porque llegue gente joven

con ideas y con ganas,

limpios de corazones,

la savia fresca que emana

de madera pura y noble

no de astillas enquistadas

que no saben de perdones,

vamos a llevarnos bien

y a aprender de los errores,

que para ser sevillano

sólo hay que ser buen cristiano

y aquí los hay a montones”.

En el Martes Santo vino la primera de las partes en las que el pregonero desnudó su alma para hablarnos de su padre, ya que este era de la hermandad de Santa Cruz. Destacamos estos versos:

“Presumo tanto de quererte

y no dejo de pensar,

si aún así fue suficiente.

Te fuieste, pero siempre estás

y ahora supongo que sabrás

de todas mis faltas

y me da vergüenza,

temo tanto que no te sientas orgulloso de mí,

sé de sobra que volveré a verte,

de lo contrario, nada tendría sentido”.

El Miércoles y Jueves Santo los engarzó en una misma parte, siendo esta la primera vez que el público asistente se levantó de sus asientos para aplaudirle.

Comenzó esta parte con un canto a la música, mientras de fondo se escuchaba a la Banda municipal interpretando una pieza compuesta por Marvizón en la que se pudieron escuchar alguna de las marchas más conocidas de nuestra Semana Santa.

Y sobre esta música particular de Sevilla habló de las hermandades del Miercoles Santo, cerrando con estas bellas letras dedicadas a la Hermandad de la Sagrada Lanzada:

"Que Sevilla suena así,

a la sangre derramada

por culpa de una Lanzada

que en su eterno ir y venir

deja la noche empapada

de música pa sentir.

Por Orfila y Santa Marta

Astorga soñó un Buen Fin

y entre varales de plata

llenó de rojo escarlata

la plaza de San Martín".

Terminó esta parte musical con el Jueves Santo con esta poesía dedicada a la hermandad de Monte-Sión:

"Tres apóstoles rendidos,

Pedro, Juan y Santiago,

solo Sevilla es testigo

de ese cáliz amargo,

y toda la calle Feria

se convierte en un sagrario,

más aún si bajo palio

va la Reina de los cielos,

que es la Virgen del Rosario".

Sin embargo, dejó un capítulo aparte para el Señor de Pasión:

“Y si vienes y le rezas

a Pasión con humildad

comprenderás su grandeza

ce los pies a la cabeza,

la perfección sin igual

y repetirás conmigo

que sólo le falta hablar”.

Comenzó la parte de la Madrugada con un bonito pasaje dedicado a la hermandad del Silencio, aunque vamos a resaltar el final de este capítulo, que engarza con el Gran Poder:

"¿Todo está hecho, o todo está por hacer?

¿Todo ha terminado, o todo está por empezar?

Dejaste el mundo en nuestras manos

porque pensaste que seríamos capaces de seguir tu verdad,

dejaste caer sobre la humanidad una frase tan sencilla…

-Amaos los unos a los otros-. ¡casi ná!....

-Amaos los unos a los otros como yo os he amado-.

¡toma ya!---

Ahí la llevas, sevillano,

si quieres llamarte cristiano,

coge esa frase na má

y ponla siempre en tus labios,

Gran Poder de los humanos

hágase tu voluntad”.

Con el Gran Poder vuelve el pregonero a mostrarnos su parte más humana y pecadora, en la que se cuestiona quien es para pedirle favores y que camino elegir en esta vida, una poesía digna de transcribirla entera, pero de la que vamos a extraer dos pasajes:

"¿Cómo te ruego salud,

si yo no ayudo al enfermo?,

sólo miro mi flaqueza,

mi falta de fortaleza,

primero yo y yo primero,

sabiendo que la riqueza

comienza por la pobreza

y el más pobre y más sincero

será el primero en entrar

en el Reino de los Cielos”.

“Pero que tú no curas,

cura el amor,

cura la fe,

la fuerza que da quererte.

No seré yo, Señor,

quien vaya a hacerte

culpable, Gran Poder,

de tanta muerte”.

A la Esperanza de Triana terminó diciéndole:

“De ti nació la pureza,

la hermosura trianera,

lo dice un macareno que reza

con tu Salve marinera”.

Cuando comenzó la parte dedicada a los Gitanos, Rafa Serna, fuera de guión, se dirigió al hermano mayor, Pepe Moreno, y le dijo que le recordaba cada vez que lo veía a su padre.

Del Señor de la Salud terminó diciendo:

“Tanta falta que me hacías,

me agarré a tu amor pidiendo

con la esperanza que un día

la angustia que yo tenía

se fuera desvaneciendo.

Gitano de piel morena,

Salud para los enfermos”.

El capítulo del Viernes Santo lo remató con esta buena poesía dedicada al Cachorro de Triana:

“Con locura van mis versos a una calle

Que es castiza de los viejos arrabales,

a la cava de gitanos y civiles,

a Zurraque más allá de los tejares.

Y se acerca mi palabra a tus dominios,

cn la rima de alfareros ancestrales,

a los ojos donde el llanto, Patrocinio,

no hay manera de que nunca se derrame

y me entrego lentamente a tu agonía,

mientras miras horizontes celestiales,

dando el pecho tu mirada desafía

a la muerte que te acecha en los umbrales.

¿Cómo retas a la vida siendo humano?

¿Cómo luchas si las fuerzas se te acaban?

¿Cuánto dura ese suspiro entre tus labios

con la oscura palidez que hay en tu cara?

¿Cómo aguantas hasta el puente sin morirte?

¿Cómo puedes ni llegar a la Campana

expirando por Sevilla antes de irte,

sin rendirte mi Cachorro de Triana?”.

De la parte dedicada al Sábado Santo queremos destacar el principio, en prosa, en la que vemos el final de la travesía:

“Languidece la tarde del sábado, que se deja abrazar por las zarpas de la noche, ocaso de dolor entre los hombres que se rinden a su muerte.

Nada es más y todo es menos. Sevilla sigue siendo Sevilla, pero teme el final de la travesía.

Ha sentido y disfrutado navegando entre los tiempos, midió las distancias, escuchó el sonido, se llenó de incienso, se embriagó de azahar, se apretó en las calles, se hizo el costal y entrelazó el esparto que le ciñe el talle, se llenó de luz, se empapó de amor, se rizó en las velas, respiró su aire, levantó el faldón, entonó la voz y llamó al martillo, le canto y rezó, se agarró al balcón y bordó con hilos, dibujando sedas descalzó sus pies, soportó la cruz, aguantó en la acera, cadenció el costero, suspiró en la espera y lloró en la noche persiguiendo estelas.

Se llenó de bronce, diseñó cartelas, repujó la plata y talló en maderas, se llenó de gracia de ternura plena y al hacerse niña lo anheló en la ausencia y buscó la mano del amor eterno que le dio la esencia y se hizo fuerte, porque aquí la muerte, además de pena, es tener la suerte de vivir con ella”.

Y por último, vinieron los momentos más intensos, dedicados todos ellos a la hermandad de la Macarena, de la que Rafa Serna es hermano. Comenzó con el Señor de la Sentencia, en la que el pregonero tiene una conversación con Él, que no tiene desperdicio y que nos recordó a lo que Manolo Toro dijo en su pregón sobre que los sevillanos hablamos a Cristo y a María de tú y no de usted, con mucha cercanía. En esta charla entre el Señor de la Sentencia y Rafa Serna hubo momentos de risas, cuando el Señor le dice que no están los tiempos para salir sin escolta (por la Centuria Macarena), otros de preguntas, cuando Rafa se cuestiona si le molesta que las personas pasen delante de Él y se vayan directos a su Madre sin reparar en su presencia, en la que la respuesta es verdaderamente enriquecedora o la parte final en la que el Señor de la Sentencia habla de sus Armaos y de su forma de andar en el paso, de costero a costero. Igualmente que la del Gran Poder, es difícil elegir una parte del mismo, pero reseñaremos el final de este texto:

“Vámonos palante, hermanos,

vamos a enseñarle al mundo

Cómo reza un sevillano.

Por el puente los trianeros,

por San Román los gitanos,

el Calvario y el Silencio

y el rezo por San Lorenzo

al Gran Poder soberano.

Me sentencias por amar,

por querer a mis hermanos,

pero ante tanta verdad

quien se lavará las manos.

Roma clava sus rodillas,

Pilato entrega su sello

y se rinden a Sevilla

los césares del Imperio”.

A la Esperanza Macarena le dedicó una larga pieza en verso, en la que el pregonero pregunta quien hizo a la Macarena, terminando con estos versos, que por segunda vez pusieron en pie al respetable:

“¿Quién te hizo, Reina y Madre,

y después que terminara

por que elegiría esta tierra,

el reino donde reinaras,

y decidió que su Reina,

Madre de Dios soberana,

se llamase Macarena

y naciera sevillana”.

Y el epílogo fue de antología. Recordando la casa de su madre y las túnicas de su difunto padre y la suya de la Macarena. Un final de pregón que puso con el nudo en la garganta a casí todo el que lo escuchó. Lo ponemos integró.

“En ese viejo ropero

De la casa de mi madre,

en una de sus esquinas,

perfectamente planchada

y entre el olor a naftalina,

mi túnica macarena

pasa el invierno dormida.

Y junto al blanco merino

hay una percha vacía,

vacía porque no está

la que mi padre vestía,

esa de negro ruán

de la que él presumía,

la que le puso mi madre

la noche que se moría

buscando en el horizonte

su misericordia y la mía.

Vengo a vestirme, mamá,

ya ha terminado ese luto

que su marcha me imponía,

vísteme de macareno

como siempre me vestías,

como ahora viste a tu nieto

la que comparte mis días,

la que ha sufrido en silencio

los reveses de mi vida,

vísteme de nazareno

con esas manos tan finas

y regálame ese beso

mientras le recito un verso

al llanto de tus pupilas.

Y abraza a este macareno

que me rocen tus mejillas

porque se cumplió tu sueño:

que tu hijo el más pequeño

le pregonara a Sevilla”.

Debutó en las lides de la presentación del pregonero el Delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, que fue muy aplaudido en su alocución que gustó a los asistentes.

Dio las gracias a las hermandades por la buena acogida que ha tenido diciendo “¡como estoy disfrutando de mi ciudad gracias a ellas, a todas ellas, las que procesionan en Semana Santa y las que conforman la otra realidad de la ciudad llamada vísperas!. Hermandades repletas de auténticos cofrades que realizan una tarea callada y muchas veces desconocida, promoviendo y fomentando labores sociales y de caridad en sus barrios”.

Tuvo un recuerdo para los artistas y artesanos, para los medios de comunicación (especialmente de dos personas que ya no están con nosotros: Pepón y Fernando Carrasco), para los conventos donde, con pocos recursos, dan de comer al hambriento, de la Policía Local, Bomberos, Tussam y Lipasam y del Consejo de Cofradías, que resaltó: “No son pocas las dificultades a las que se han enfrentado. La organización de la Semana Santa conjuga numerosos intereses, pero todos deben ceder parcialmente ante el bien común y en interés general.

La Banda sinfónica municipal de Sevilla, dirigida por Fco. Javier Gutiérrez Juan, interpretó las marchas “Cristo en la Alcazaba” a petición del pregonero y “Amarguras”, además de los himnos de Andalucía y de España.

Magnifico prólogo para lo que esperemos sea una maravillosa Semana Santa.

Galería

Fotos: Miguel Ángel Osuna Abril.










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