Sevilla rezo su Vía Crucis con el Cristo de las Tres Caídas
Juan Manuel Labrador. Triana ha vuelto a escribir una página más en la historia emblemática del barrio. En la tarde de ayer, primer lunes de cuaresma, el Santísimo Cristo de las Tres Caídas salía desde su capilla de los Marineros para dirigirse a la Santa Iglesia Catedral, donde presidiría el vía-crucis de todos los cofrades de Sevilla. Desde hacía muchos años, la hermandad trianera de la madrugada del Viernes Santo esperaba la designación de la imagen cristífera titular para acudir a este solemne acto con el que
comienza definitivamente la cuenta atrás para una nueva e incipiente Semana Santa.
La jornada fue larga e intensa, comenzando a la una de la tarde con la celebración eucarística preparatoria del acto piadoso que se iba a celebrar por la tarde, ocupando la sagrada cátedra el director espiritual y párroco de Señora Santa Ana, Manuel de Azcárate Cruzado.
Al ir llegando la tarde, numerosas personas se encaminaban a la calle Pureza para poder presenciar la salida del Hijo de la Esperanza de Triana, cruzando la cruz de guía el dintel de la puerta a las seis menos veinte de la tarde -cinco minutos antes de los previsto-, y quince minutos después, salía la imagen del Nazareno caído camino del Calvario. Desde ese mismo instante, el Señor jamás se vio solo en todo el recorrido, pues al llegar al Altozano, la masa humana que lo esperaba mucho más de la que se podía esperar, teniéndose en cuenta que era aún una hora laborable para muchas personas.
Emotivo fue, sin duda, el paso por el Puente de Triana con la luz de la tarde, de hecho, el Señor no cruzaba el río hacia Sevilla de día desde que en 1992 acudiese al Santo Entierro "Grande" celebrado con motivo del V centenario de la evangelización de América. Poco a poco, el largo cortejo, formado por más de 600 hermanos repartidos en cuatro tramos, desembocaba en el Arenal, donde a las siete y media, aproximadamente, llegaba el Cristo de las Tres Caídas para saludar a la hermandad del Baratillo.
En torno a las ocho y diez de la tarde, la comitiva llegaba a la Puerta de los Palos, e instantes después, un repicar de campanas de la Giralda anunciaba que el Señor trianero llegaba al mayor templo metropolitano, donde hizo su entrada con el canto de aquel "Padre Nuestro Caído" que le compusiera hace treinta y cuatro años Manolo Garrido.
El ejercicio del via-crucis en el interior de la Catedral revistió, como siempre, una gran solemnidad, aunque ha de destacarse el detalle de que la primera estación hubo que leerse dos veces, puesto que por la cantidad de gente que había en torno a las andas, el Cardenal no pudo llegar puntual a la cita, un Cardenal que en la reflexión final del acto tuvo que recordar a una mujer que falleció horas antes en la calle Cristo del Calvario, a la
edad de 70 años, cuando se dirigía a contemplar al Cristo de la calle Pureza.
A las diez de la noche, la hermandad comenzaba el regreso al barrio por un recorrido que recordaba mucho a aquel que hizo la Señora de Triana hace veintidós años cuando fue coronada en la lejana tarde de un mes de junio. Así, pasó por la calle Hernando Colón, para alcanzar el Ayuntamiento, y tras pasar por el andén, donde se encontraban los delegados de Fiestas Mayores y de Triana, Gonzalo Crespo y Alberto Moriña, respectivamente, la corporación trianera tomó la calle Tetuán para girar en Rioja en busca de la Magdalena y Reyes Católicos, aunque el discurrir por esta última vía fue algo más
apresurado por lo avanzado de la hora, aunque eso sí, cumpliéndose los
horarios con cierta relatividad.
Cercana ya la medianoche, el Señor de las Tres Caídas cruzaba de nuevo el puente, para llegar a su capilla en torno a las doce y veinte de la noche, presenciando la entrada un numeroso público al que no le importaba que a la mañana siguiente hubiese que ir a trabajar. Una vez dentro del templo, se rezó, una vez más, su plegaria, que se llegó a cantar hasta en la misma calle.
Ha pasado una edición más de este acto que se crease hace treinta años, pero, sin duda alguna, el vía-crucis del Cristo de las Tres Caídas había sido siempre uno de los más esperados, y ayer, culminó esa espera con la pena de que todo ha pasado tan rápido que ya sólo permanecerá en las retinas el recuerdo de una tarde única y profundamente cofrade.
Fotos: Francisco Santiago