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La historia paralela de las Sacristías y las Capillas del Sagrario en los templos católicos españoles (y II). F.J. Barragán de la Rosa


La Sacristía y el Sagrario se independizan definitivamente. La consolidación en su organización y distribución.

Una novedosa forma guardar el Santísimo Sacramento y de exponerlo se hizo bastante habitual desde los s. XV-XVI . Nos referimos al uso de un arca en forma de templete hecho en madera dorada o metálico con sus puertas y sobre el mismo un pequeño baldaquino generalmente de mármol de planta redondeada donde sobre un ostensorio colocar la custodia para la exposición del Santísimo (expositor). Esta costumbre de Altar-Sagrario-Expositor se extendió por Italia en general, influenciada por las disposiciones de San Carlos Borromeo de acuerdo con el espíritu del Concilio de Trento (1545-1563). Las Constituciones Sinodales que se redactaron en las distintas diócesis para aplicar las normas del Concilio de Trento hacen hincapié en el culto de adoración a la Eucaristía. Así las constituciones de la diócesis de Sevilla, dictadas bajo el impulso del Cardenal Rodrigo de Castro en 1586 determinan "que en todas las iglesias de nuestra archidiócesis se haga una custodia en medio de dicho altar mayor, a donde se pase el Santísimo Sacramento; y en los sagrarios donde hasta aquí se solían guardar se pongan los santos óleos". Por otra parte, el culto al Santísimo y la nueva liturgia de Adoración eucarística propuesta por Trento planteaba un problema de visibilidad del altar y de la “custodia” (ostensorio en elmanifestador) por parte del pueblo en las catedrales debido a la presencia del Coro en el centro de la nave. Como veremos más adelante ese problema se trató de resolver arquitectónicamente con la construcción de las Capillas del Sagrario o reaprovechar para tal fin alguna otra.

Por otro lado, si bien en un principio en la mayoría de las iglesias las sacristías que se construyeron en época medieval estaban adosadas a la nave a los pies del templo para facilitar la procesión de entrada de los clérigos hacia el altar que era una ceremonia muy importante junto con el ofertorio que igualmente solía discurrir entre la sacristía y el altar; esto cambiaría tras el Concilio de Trento. El Concilio de Trento consolida un aparato litúrgico que progresivamente se fue complicando desde la Edad Media. San Carlos Borromeo es también el promotor de la construcción de nuevas y apropiadas sacristías. Así se propone, para mayor dinamismo de las celebraciones solemnes, pasar la sacristía desde los pies a la cabecera del templo con acceso directo a la Capilla Mayor. Aquí es donde se celebran las misas más importantes y solemnes, donde si bien ahora se prescinde en muchos casos de las procesiones de entrada con cruz parroquial, ceroferarios y clero a través de la nave. Sin embargo en las catedrales dichas procesiones se siguen ejecutando durante las misas pontificales que en ellas se celebran. Aunque en las catedrales se construyen también nuevas sacristías, generalmente cercanas a la Capilla Mayor, sin embargo se siguen prodigando las procesiones de entrada desde la sacristía. En ellas las dimensiones del templo y el uso de la música permiten un gran ceremoniosidad pudiendo el Obispo junto con sus acompañantes recorrer un amplio trayecto desde la sacristía antes de entrar en el presbiterio.

Observamos de manera acorde que desde principios del siglo XVI en España se construyen numerosas sacristías como las de las catedrales de Sigüenza, Sevilla, Jaén y la del Salvador de Úbeda etc pues esta estancia va cobrando una extraordinaria importancia de acuerdo con las necesidades  crecientes de un gran “aparato” en las celebraciones litúrgicas como se ha dicho. También en esta centuria se construyen numerosas sacristías en muchos templos parroquiales, pero en estos casos por lo general de pequeñas dimensiones y ocupando reducidos espacios junto a los presbiterios.

Paralelamente tras el Concilio de Trento y durante todo el s. XVII-XVIII se observó también el fenómeno de dedicar en muchas catedrales una capilla al Sagrario como lugar aparte, como un espacio ubicado cerca del altar principal para que se constituyese en un lugar de oración y adoración personal o comunitaria al Santísimo Sacramento pero también para la comunión de los fieles, que tras el Concilio de Trento se hizo más frecuente y por tanto más numerosa.

Aunque estaba establecido que el Santísimo se reservase habitualmente en el tabernáculo del Altar Mayor, como hemos visto que disponía Trento, sin embargo en algunas catedrales para facilitar la comunión de los fieles en el día a día que se efectuaba por norma inmediatamente tras acabar la misa (era el momento en que más habitualmente se podía comulgar, pues era  una situación excepcional la “confesión y comunión general” como la que se daba en la “función principal de instituto” de las hermandades o en ciertas fiestas solemnes en que se comulgaba dentro de la misa), para ello se tomó la solución de disponer de una novedosa Capilla Sagrario o Capilla de la Comunión. Desde el s. XII era habitual en muchas catedrales e iglesias no el repartir al comunión delante del Altar Mayor, sino en un simple altar lateral al que previamente se había llevado el Santísimo, por tanto este podría ser el precedente de la Capilla Sacramental. La finalidad de dicha capilla en una catedral o iglesia colegial era mayormente que la comunión de los fieles no entorpeciese la celebración de los oficios divinos o distrajese a los asistentes a los mismos que tenían lugar en el Coro cercano a la Capilla Mayor o Altar Mayor. De esa forma se construyó una capilla de la comunión o capilla del sagrario aparte. Este es el caso de las Capillas del Sagrario en el ámbito andaluz y de Valencia p. ej. donde desde el s. XVII en las parroquias aparece también la construcción de dichas capillas por imitación a sus respectivas catedrales. Esta Capilla del Sagrario también estuvo motivada por la necesidad de un lugar específico para la Exposición Eucarística, particularmente influyendo la devoción de las Cuarenta Horas, que es una forma de adoración continua con Exposición del Santísimo tras la misa que se empezó a prodigar mucho a partir de finales del s. XVI. Por tanto como esa adoración ininterrumpida y por turnos, podía interferir con la celebración de otras misas, ello exigió también un espacio propio: el del Sagrario. La devoción de las Cuarenta Horas apareció en la diócesis de Milán en el siglo XVI pero fue extendida a partir de 1592 por Clemente VIII a todo el mundo, por la constitución “Graves y Diuturnae”. También la Exposición del Monumento Eucarístico durante la Semana Santa (siempre efectuada dentro de una urna), más realzada durante el Barroco, contribuyó a la conveniencia de que toda iglesia dispusiese de su Capilla Sacramental.

En algunos casos estas capillas del sagrario se constituyeron directamente como iglesias parroquiales para un culto con cierta independencia de la Catedral, este es el caso de la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Sevilla. La catedral estaba dispuesta mayormente para el pueblo en general, sólo ocasionalmente en los días señalados de las grandes festividades. Mientras tanto de manera cotidiana la catedral se destinaba al canto de los Oficios Divino por los prelados y canónigos, amén de las misas privadas que en distintas capillas celebraban los beneficiados o capellanes. No obstante la Iglesia del Sagrario de Sevilla como iglesia parroquial era el lugar de referencia de los feligreses de su barrio para la celebración ordinaria de misas y la administración de todos los sacramentos. Ya se ha indicado que por imitación a las catedrales muchas iglesias de pueblos u otras dispusieron la construcción a partir del s. XVII de una nueva Sacristía de acuerdo a las nuevas normas tridentinas y una Capilla Sacramental, apareciendo así a resultas de ello por lo general la Sacristía orientada hacia el Sur (por la mejor entrada de luz) y la Capilla Sacramental hacia el norte a ambos lados del ábside en muchas parroquias.

Bibliografía

Rodríguez G. de Ceballos, Alfonso. Liturgia y configuración del espacio en la arquitectura española y portuguesa a raíz del Concilio de Trento. Univ. Autónoma de Madrid. Anuario del Dto. de Historia y teoría del Arte Vol. 111, 1991

Fernández Gracia, R. La sacristía de la catedral de Pamplona uso y función. Los ornamentos Rev. Príncipe de Viana,  Nº 217, 1999, pgs. 349-382

Righetti, M. Historia de la Liturgia. Vol. I. Madrid, 1956, pgs. 442-443.

Jungmann, José A. El Sacrificio de la Misa. Tomos I y II. ED. Herder- Católica S.A. Madrid (1951)










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