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Una foto de aquella Semana Santa de 1935 de Robert Capa


José Fernando Gabardón de la Banda. No podríamos hoy comprender el mundo de la imagen sin la fotografía, testigo de excepción de los más importantes hechos ocurridos desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Y es que la fotografía supo captar con un excepcional sentido narrativo todos los aspectos que conllevan la vida cotidiana de una sociedad, proyectando sus miserias y sus grandezas, la propia vida. Y la fotografía se hizo arte, y se fue difundiendo entre el gran público, más allá de simples retratos. Como la pintura o la escultura, despertó emociones y sentimientos entre los espectadores, con unos recursos estilísticos que los fotógrafos poco a poco fueron evolucionando. En 1935, en un momento crítico no solo de la historia de España, sino de la propia Europa, uno de esos fotógrafos que hicieron el oficio un arte se encontraba en Andalucía, como reportero, Robert Capa, un genial creador que recorrió la Europa bélica de los primeros años del siglo XX, probablemente el mejor fotógrafo bélico del mundo, tal como ya puso de manifiesto la revista Picture Post el 3 de diciembre de 1938, con motivo de la obra gráfica que realizó de la Guerra Civil española. Y es que detrás de este nombre se encontraba un genio, André Ernö Friedman, nacido en 1913 en Budapet, de ascendencia judía, y por las convulsiones políticas que estaba viviendo Hungría en estos años, lo abandonó cuando solo tenía diecisietes años de edad. Su carrera cambiaría cuando conoció a Gerda Taro, una fotógrafa alemana nacida en Stuggart en 1910, que al igual que Robert se dedicaría a la crónica de la guerra, convirtiéndose seguramente en la primera reportera bélica, abandonando su país en 1933 al ser detenida por los nazis, pudiendo huir a París en el mismo año con la compañía de una amiga. Sería en esta ciudad donde se conocerían Robert y Gerda, convirtiéndose muy pronto en compañeros sentimentales y al mismo tiempo de trabajo. De esta relación surgiría el invento del nombre de Robert Capa, consiguiendo pronto un éxito internacional que le llevaría a ser contratado por algunos periódicos como fue el caso de Vouille.

Cuando el joven fotógrafo llegaría a Sevilla la identidad de Capa no había surgido, como así nos cuenta una de sus mejores analistas, Carmen Rengel, en su libro el viaje andaluz de Robert Capa, publicado por el Centro Andaluz del Libro, cuando Capa aún no era Capa, sino André Friedman, un fotógrafo desconocido por la mayoría. La Sevilla que se encontró Andrés Friedman (después Capa) estaría llena de contrastes, la de sus monumentos, de la luz, en que mostraba su gran belleza, pero al mismo tiempo las de las convulsiones políticas y sociales, que presagiaban ya la inminente guerra civil. En este mismo año, un genio, sevillano, nacido en 1897, se había convertido en la verdadera alma de la ciudad, ya que su ingeniosa pluma supo captar como nadie la identidad de la ciudad. En este año de 1935 publicaría una obra excepcional, la biografía de Belmonte, un texto que iba más allá de un relato de una vida, sino era la narración histórica de la propia ciudad. Ambos jóvenes, fotógrafo y narrador, unido por su carrera en el periodismo, se unirían en el seminario gráfico francés Voila, en un precioso reportaje dedicado a la Semana Santa de Sevilla un año después, el 4 de abril de 1936. Sin duda alguna el joven escritor sevillano logró a través de sus escritos, una concepción revolucionaria a la hora de interpretar la identidad de la propia fiesta primaveral, especialmente los de la revista Ahora, que rescataría la editorial Almuzara en una preciosa publicación. Quizás Capa no encontraría mejor compañero que Manuel Chaves para descubrir la Semana Santa, ya que desde un primer momento se encontró con un mundo solemne y festivo ajeno al mundo bélico que estaba impregnando ya la vida de la ciudad como muchas de las ciudades españolas.

Aquella Semana Santa del año de 1935 quedaría reflejadas en las páginas del periódico Ahora, el día 17 de abril, en una excepcional portada con la cofradía de las Aguas cruzando desde Triana, quedando al fondo Sevilla o la portada del día 19 de abril, Viernes Santo, en la que aparece la Hermandad de la Candelaria y por supuestos el reportaje gráficos de sus páginas centrales en la que aparece la Virgen de los Desamparados de la Hermandad de San Esteban, la de Nuestra Señora del Refugio de San Bernardo, la Virgen de la Palma del Buen Fin, la Virgen del de la Hermandad de los Panaderos pasando por la Campana. El propio Chaves Nogales en el mismo periódico, unos días dejaría un amplio reportaje entre el 31 de marzo y el 6 de abril, una de las mejores reflexiones de la Semana Santa de Sevilla, que posteriormente saldría publicado en la revista francesa.       

Y como buen reportero, Capa nos dejaría una excepcional fotografía, que la editorial Almuzara ha podido rescatar del olvido, un verdadero testimonio gráfico en la que se muestra la genialidad de Capa. Como un cuadro costumbrista, quiso mostrar toda la esencia de un paso procesional, dando prioridad al elemento humano del cortejo, los nazarenos con túnica de capa y sobre todo ese joven portando el cirial, dejando el paso de misterio en un segundo plano. Se trataba de la representación del paso del misterio del Baratillo, que volvía a salir en 1935 después que no lo hubiera hecho en los tres años anteriores, desde 1932 y 1934. La salida de 1935 se realizaría con una peculiaridad, aquel año no salió la Piedad, sino la Virgen de la Caridad, que es la que se puede observar en la foto, ya que a la Virgen de la Piedad se le había desprendido la encarnadura y no hubo tiempo de solventar el problema, como consta así documentalmente en el Cabildo del 13 de abril. La Hermandad del Baratillo, como muchas corporaciones penitenciales tuvieron en duda su salida, siendo entonces Hermano Mayor Cristóbal Zaragoza García, que fue elegido unos días antes de la salida procesional. En los dos años sucesivos, los dos primeros de la Guerra Civil, 1936 y 1937, continuo procesionando con un solo paso, que fue el misterio esculpido por Pizarro. Nos llama la atención los nazarenos e incluso el cirial, ya que no corresponde a las túnicas que utilizaba la Corporación, tal como podemos contemplar en una foto publicada en el boletín de la propia Hermandad en la calle Pastor y Landero de 1936, por lo que creemos que Robert Capa realizaría un fotomontaje.

Aquella Semana Santa de 1935 no solo dejaría una huella en la propia ciudad, sino también seguramente en los dos grandes genios, en la que pudieron compartir en cierta manera la grandeza de estos días, a pesar de las circunstancias que se estaba viviendo. Un año después, Andre Ernö Friedman se convertiría en Robert Capa, mostrando la dureza de la Guerra Civil, muriendo unos años más tarde, en 1954, mientras que Manuel Chaves Nogales terminaría en el exilio en 1944, en la soledad de Londres. Dos genios reunidos en una ciudad genial, en una ciudad excepcional, en un momento crítico, aquella Semana Santa de 1935, que quedaría plasmada en una revista francesa. Gracias a la Fundación Caixa, la obra de Cappa regresaría a Sevilla con una excelente exposición. Y gracias a la editorial Almuzara que rescató la obra de Chaves Nogales, y como no la preciosa foto de Capa, la de la Hermandad del Baratillo. 

A mi amigo Paco Robles, el gran cronista de la Semana Santa del siglo XXI.

José Fernando Gabardon de la Banda. Profesor de la Fundación CEU San Pablo Andalucía. Doctor en Historia del Arte. 










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