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Tres religiosas desconocidas con calles en Sevilla


Virginia López. En ocasiones echamos en falta el homenaje a algún religioso o religiosa en forma de nomenclátor callejero. Por citar un ejemplo: la dominica Sor Bárbara de Santo Domingo, conocida como “La Hija de la Giralda”. El impulso dado en los últimos años a su proceso de beatificación la hace, cada vez, más conocida. Quizá cuando la proclamen le den una calle.

Pero eso no ha ocurrido, lamentablemente, con el último sevillano glorificado, como es San Manuel González.

Y desde que nos dejó, repentina y silenciosamente, el pasado 6 de enero, abogo por una calle a Don Carlos Ros, imprescindible cronista de nuestra ciudad.

Vamos a conocer la trayectoria vital de tres religiosas que sí tienen una calle dedicada en Sevilla. Pero ese reconocimiento no las ha hecho conocidas, paradójicamente.

Se trata de la carmelita Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa, la dominica Sor Francisca Dorotea y la filipense Madre Dolores Márquez.

VENERABLE SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA (1653-1736). Carmelita descalza.

 

En la calle Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa se encuentra el antiguo Pabellón Vasco de la Exposición de 1929, reconvertido en el Hospital Duques del Infantado. El arco es una réplica del Arco de Santa Ana, de Durango

Su calle, sitiada cerca de la Avenida de Reina Mercedes, es popular entre los estudiantes universitarios que alquilan allí. Pero al resto de sevillanos el nombre no les es familiar.

Gregoria Francisca García de la Parra y Queinogue vino al mundo en Sevilla el 9 de marzo del año 1653 siendo la primogénita de una familia acomodada de padre sevillano bachiller y de madre de origen flamenco. Entró a los quince años en el Convento de San José del Carmen, conocido popularmente como “Las Teresas” y situado en la calle Santa Teresa del Barrio de Santa Cruz. Desde su apertura en 1586 convento y barrio forman una perfecta simbiosis.

Su confesor, Fray Julián de San Joaquín le instó a escribir cuánto le acontecía y le pasó el manuscrito a Diego Torres de Villarroel que publicó su biografía bajo el nombre de “Vida ejemplar de la Venerable Madre Gregoria Francisca de Santa Teresa”, en el año 1738. El manuscrito original no se ha conservado y el autor no lo insertó en su totalidad. El hispanista Antoine de Latour –tutor y secretario del Duque de Montpensier- también escribió sobre ella.

Por cierto, el afamado matemático Villarroel fue pionero en las autobiografías pues la suya salió mucho antes que la de Benjamin Franklin que se tomaba como punto de partida

La biografía de nuestra protagonista fue tan leída que se popularizó su figura. Y además gracias a que el autor insertó algunas de sus poesías y exclamaciones conocemos su vertiente literaria, considerada como Mística de gran calidad y que estudiosos como Belén Molina Huete adscriben a una corriente Preneoclásica de puente entre los dos siglos en los que vivió.

Se sabe que escribió una obra de teatro, perdida, que llama “Coloquio espiritual a la beatificación de san Juan de la Cruz” en 1675 y que se representó en un colegio de religiosos de Sevilla y en su convento.

Según el Marqués de Valmar:

Se distingue por la exaltación mística. Todas las impresiones de la vida cobran en su ánimo un carácter intenso de espiritualidad y amor divino [...]. Y lo singular es que su afán de morir, aunque vivo y profundo, nada tiene de amargo y de sombrío. No emana del desaliento de la vida, ni de los tormentos del desengaño; es el ansia de subir a la mansión beatífica de los justos, de gozar de la presencia de Dios sin velo y sin distancia

 

Retablo cerámico de Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa en Puente Genil

Fue Priora en Sevilla y Maestra de Novicias en el convento que fundó en Puente de Don Gonzalo (Puente Genil) donde se le recuerda con mucho cariño pues dejó la imagen del Señor de la Humildad y Paciencia en 1706, tras haber escuchado a la imagen decirle “Llévame”.

Reconocida y querida en vida por sus milagros y virtudes, murió en Sevilla el 27 de abril de 1736.

VENERABLE SOR FRANCISCA DOROTEA (1558-1623). Dominica descalza.

Nos trasladamos a La Barzola en cuyo barrio se encuentra la calle dedicada a nuestra protagonista, aunque según los números de las viviendas, también forma parte del barrio El Rocío.

Un dato que merece la pena reseñar: se encuentra a escasos 250 metros de la calle Madre San Marcelo, donde se ubica la Parroquia de Nuestra Señora del Mayor Dolor, dedicada a la hermana del Cardenal Beato Marcelo Spínola.

Francisca Dorotea Bernaldo de Villada Vivas nació en Santiago de Compostela el 6 de febrero de 1558 y siendo niña su familia se traslada a Sevilla a la que habían retornado desde América sus abuelos paternos. Su madre era malagueña.

 

El retrato que hizo Murillo de Sor Francisca Dorotea (1674)

En 1611 funda el Convento de Santa María de los Reyes, el cual permanece hoy exclaustrado en la calle Santiago pero incomprensiblemente cerrado al público.

Muere en Sevilla el 13 de marzo del año 1623 y solo 7 años después se abre su proceso de beatificación el cual quedó interrumpido por la orden de Urbano VII que paralizaba todas las causas de beatificación hasta pasados cincuenta años de la muerte. Se llegó a reanudar su proceso en 1733 pero éste quedó interrumpido definitivamente en 1777.

No obstante la dominica murió en olor de santidad, incluso en grado extremo pues la comunidad permitió algo que ocurría en pocas ocasiones: que un pintor la pintara en el lecho de muerte. Y así fue. Se conserva en el Convento de Santa María La Real de Bormujos una pintura anónima con la madre en su lecho de muerte.

Los múltiples deseos de que fuera beatificada propiciaron que se escribieran varias biografías por lo que su vida y, especialmente su misticismo, se conoce bastante bien. Sus tempranas experiencias espirituales fueron narradas por un cronista de la collación de San Roque que tuvo lugar en la casa familiar cercana a la Capilla de los Negritos, en la madrugada del Viernes Santo del año 1582:

El Señor le imprimó sus llagas siendo de 24 años.

Pero también muestra la cautela que había en la época a la hora de aceptar cualquier manifestación de esta índole:

Mas no se crea damos por cierto en puntos tan delicados lo que aun no ha afianzado la autoridad de la Iglesia.

La sombra de la Inquisición siempre estaba presente y muchos confesores eran reacios a difundir estas manifestaciones por la cantidad de falsas beatas que había. La propia Dorotea tuvo desavenencias con un confesor que la denunció al prior de San Pablo que era Calificador del Santo Oficio, pero no trascendió.

Veintiún años le costó fundar el convento y profesó con 55 años, quedando ciega poco después. En su muerte recibió muchos elogios como el de Ortiz de Zúñiga:

Dexando admirable opinión de sus excelentes virtudes

Fue el canónigo Juan de Loaysa el postulador de la causa y el que encargó el retrato a Murillo, donándolo después a la catedral en 1688.

Como bien explica Antonio Rodríguez Babío, esta obra, mandada a Roma como vera effigie de la religiosa, debía servir de promoción de la causa y difusión de sus virtudes. Aparece la religiosa sujetando un crucifijo que besa. Según la tradición tuvo una gran sed en su agonía y solo pudo saciarse al succionar la llaga del costado de Cristo.

El cuadro de Murillo, de 1674, sería una copia del que se hizo en 1623  como el propio pintor constata en la leyenda que acompaña la imagen.

 

Claustro del Convento de dominicas Santa María de los Reyes fundado en 1611 por Sor Francisca Dorotea

VENERABLE MADRE DOLORES MÁRQUEZ (1817-1904). Fundadora Filipense.

Cuando uno gira en la esquina de la Iglesia de San Hermenegildo y se adentra al encuentro de la de San Julián, la calle que toma, se llama Madre Dolores Márquez, pero como el siguiente tramo sí se rotula San Julián y la perpendicular San Hermenegildo, pasa desapercibida.

Tanto o más como la propia figura de esta religiosa que cayó en el olvido, incluso injustamente entre sus propias hermanas. Su biografía transcurre casi en paralelo con la de Santa Ángela de la Cruz conociéndose en vida, pero no las compararemos pues ambas mujeres son dignas de la más excelsa gloria. Yo confío en verla en los altares y soy joven aún.

Dolores Márquez Romero de Onoro también nació en Sevilla el 23 de diciembre del año 1817. Quedó huérfana de madre a los diez años y cuando tiene 28 años, muere su padre. Marcha a Constantina a la casa de sus tíos maternos.

  

Madre Dolores Márquez

Siente deseos de ser religiosa de clausura y elige ser carmelita. A Angelita Guerrero la rechazaron, ella tuvo allí un encuentro crucial con el Padre Francisco García Tejero.

Este filipense excepcional, que sí tiene una avenida en Heliópolis pero ni siquiera está introducida su causa de beatificación, fundó dos congregaciones: la de Misioneras de la Doctrina Cristina con la Madre Mercedes Trullás y Solé – que da nombre a un recoleto adarve en Guzmán el Bueno- y la de religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa.

Una figura que es paralela a la del Padre José Torres Padilla, director espiritual de Santa Ángela de la Cruz, entre otras gemas del santoral hispalense y que no tiene calle dedicada pero sí se ha abierto su proceso reconociéndolo como Siervo.

Los planes de Dios no es ver a Dolores en el cenobio sino entre las arrepentidas que acogidas en  una casa del mismo Barrio de Santa Cruz eran cuidadas por Madre Rosario Muñoz Ortiz, la más desconocida y sobre todo olvidada de todos los que intervienen en esta historia.

Pero los rufianes se burlan de ellas y la gente de Sevilla murmura creyéndolas madame de un burdel por lo que el Padre García Tejero decide fundar la nueva orden de filipenses que se establecerá en el antiguo convento de Santa Isabel donde fundan un colegio que este año cumple 150 años de existencia.

Desde que en 1886 es elegida otra superiora, Madre Dolores queda relegada o incluso obligada a marchar a Madrid a pedir limosnas. Vuelve a Sevilla y nadie la espera en la estación. La instalan en un cuartito nada arreglado y alejado. Un día le visita el Cardenal Spínola pero ella no se queja, al revés, se alegra del crecimiento de la orden.

 

 Tumba de Madre Dolores Márquez en el coro del Convento de Santa Isabel, junto a la tumba del Padre Francisco García Tejero.

Hasta el día en que murió en 1904 es ocupado por un grande de la Iglesia como San Ignacio de Loyola. 

Recemos mucho a estas religiosas para que manifiesten la Gloria de Dios Padre haciendo muchos milagros que beneficien a los fieles.

Fotos:

Paseos por Sevilla (1, 6)

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Religiosas Hijas de María Dolorosa (5)










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