Arte Sacro
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La leyenda del ‘Cachorro’ según Antonio Puente Mayor


Arte Sacro. Sevilla, barrio del Arenal. En el transcurso de unas obras, un albañil descubre una caja del siglo XVII en cuyo interior figura el collar de Zaqueo. Y es que el perro ha viajado accidentalmente al pasado, evitando que Ruiz Gijón halle la inspiración para tallar al Cachorro… ¿Podrá un grupo de niños resolver el problema antes del Viernes Santo?

Este es el argumento de «La cápsula del tiempo», el cuarto volumen de La Pandilla Morada, saga infantil de carácter cofrade escrita por Antonio Puente Mayor, que desde 2017 viene triunfando en las librerías de Sevilla y otras ciudades.

Hablamos con el autor, que este 2021 celebra el décimo aniversario de su primer libro, «Nazarenos de caramelo. La Semana Santa de Sevilla para niños» —trabajo que le valió ser finalista del Premio Nacional de Literatura Infantil—, y que se halla en plena promoción de su nueva obra.

¿Qué novedades podemos encontrar en este cuarto volumen de La Pandilla Morada?

Para empezar, la introducción de un nuevo elemento, la ciencia-ficción, que viene a sumarse a los ingredientes habituales de la saga: el misterio, la aventura, el humor, y por supuesto la Semana Santa de Sevilla. Tras dedicar los tres primeros títulos a la Esperanza Macarena, el Gran Poder y la Esperanza de Triana, y por supuesto recorrer los barrios donde reciben culto, el cuerpo me pedía ir un poco más allá, y se me ocurrió dar un salto temporal, concretamente al siglo XVII.

¿Esto quiere decir que los niños descubren una máquina del tiempo?

Así es. Se trata de un proyecto secreto del CSIC, donde trabaja el padre de Genio, uno de los protagonistas de la pandilla. Los niños dan con ella accidentalmente, y a partir de ese momento comienza una aventura fascinante que les llevará a 1682, el año que Francisco Antonio Ruiz Gijón talló al Santísimo Cristo de la Expiración. Una época fundamental para la Semana Santa de Sevilla, pues ese año, además del Cachorro, vio la luz el Cristo de las Siete Palabras, obra de Felipe Martínez, y también se inició el proyecto de las andas del Gran Poder.

¿Cómo era la Sevilla de entonces?

Muy distinta a la actual, y no me refiero únicamente al urbanismo, donde lógicamente sobresalían la muralla y los edificios religiosos—muchos ya desaparecidos, como la parroquia de San Miguel o el convento de Santiago de la Espada—. Para empezar, a los niños les sorprende el olor, que en el siglo XVII debía ser fortísimo en comparación con el actual. De hecho, su primera toma de contacto tiene lugar en el Arenal, donde la mezcla de aromas incluía mercancías que iban y venían de las Indias, productos de venta directa, el propio olor del río Guadalquivir, el de las heces de las bestias, etc.

Para describir ese escenario habrás tenido que documentarte bastante. ¿Cómo ha sido el proceso?

Muy laborioso pero a la vez muy bonito. Yo creo que a cualquier sevillano le encantaría recorrer su ciudad en el pasado. La Sevilla de las puertas de la Barqueta, Triana o Jerez, la de la Vieja Alameda, el Compás de la Laguna, la Plaza del Duque de Medina Sidonia, el convento Casa Grande de San Francisco, etc. Lugares que muchos conocemos por los libros y las fotografías antiguas, pero que debieron ser espectaculares en su momento. Mientras escribía la novela, yo he tenido la suerte de poder acompañar a mis personajes por algunos de esos sitios, e incluso visitarlos, y eso no tiene precio.

Y además, has tenido ocasión de profundizar en la figura de Ruiz Gijón, uno de los mejores escultores de todos los tiempos…

Ese ha sido el mayor regalo. Como hermano del Cachorro, siempre me ha fascinado este personaje. Un hombre que no posee la fama o el «glamour» de otros artistas como Martínez Montañés, y que sin embargo hizo cosas impresionantes, comenzando por el Cristo de los Vaqueros y culminando en El Cachorro, el Cirineo de San Isidoro o los Evangelistas del Museo. Y estoy convencido que deben existir más tesoros que irán apareciendo en los próximos años, como los preciosos ángeles que acompañaban hasta el siglo XIX al Señor de las Tres Caídas de San Isidoro, o el Niño Jesús de la ermita de Escardiel, en Castilblanco de los Arroyos.

Y volviendo al Cachorro, en «La cápsula del tiempo» los niños incluso se sumergen en la famosa leyenda del gitano de la Cava que inspiró al escultor. ¿Ha sido muy complicado mezclar fantasía y realidad en esa escena?

Ha sido una experiencia instructiva y a la vez maravillosa. Primero porque yo la vengo escuchando desde niño, y luego porque se fraguó en una de mis épocas favoritas, el siglo XIX. Con esto quiero decir que el término ‘Cachorro’ no aparece hasta ese momento; antes, los trabajos de Félix González de León o Justino Matute únicamente mencionan al Cristo de la Expiración que se venera en la capilla del Patrocinio, y el nombre popular no lo encontramos hasta las últimas décadas del XIX —es un caso similar al de la Macarena, que no se la empieza a llamar así hasta el siglo XX—. Y dado que me encanta la leyenda, lo primero que hice fue cotejar todas las versiones que pude encontrar, hasta elaborar un patrón con el que trabajar. Luego le puse rostros a los personajes —tanto al gitano como a su asesino, y por supuesto al resto de figuras que los rodean— y elaboré una trama que explicase la tragedia ocurrida en Triana y que presenció Ruiz Gijón.

Para acercar las historias de La Pandilla Morada a los niños, el grupo Almuzara ha apostado por una ilustradora de primerísimo nivel. Háblanos de ella.

Cuando en 2016 escribí «El misterio del nazareno sin sombra», la primera aventura de La Pandilla Morada, sabía que una de las claves para que los libros triunfasen eran las ilustraciones. Yo siempre he tenido la suerte de contar con excelentes artistas para esa tarea, comenzando por mi mujer, Rosa Martínez Lallena, que ilustró «Nazarenos de caramelo» en 2011, y continuando con María Bullón («40 Cuentos de Semana Santa para 40 Noches de Cuaresma») y Margara Trotter («Expo 92. Un viaje en el tiempo»). En el caso de Ana López Caro, quien se encargó de dar vida y color a Manu, Tino, Yin, María, Genio y Zaqueo, los protagonistas de la pandilla, el mérito es doble, ya que, pese a haber trabajado juntos en cinco libros —además de esta saga me ha ilustrado «Nao Victoria. La Primera Vuelta al Mundo», que publiqué en 2019 con la editorial Gunis— seguimos sin conocernos en persona, ya que ella vive en un pueblo de Granada y hasta la fecha nos ha sido imposible coincidir. Los lectores se preguntarán, ¿cómo se pueden crear ilustraciones de ese nivel sin conocer al autor? Pues con talento, mucha paciencia, y no pocas llamadas y mensajes de WhatsApp.

Por último, la pregunta de rigor. ¿Dónde puede adquirirse «La Pandilla Morada y la cápsula del tiempo»?

A día de hoy, en cualquier lugar del mundo. Y lo digo en serio. Gracias a las plataformas digitales y al excelente trabajo de editores, distribuidores y libreros, mis libros están presentes en los cinco continentes. No obstante, en el caso de los lectores españoles, y particularmente sevillanos, yo les recomendaría que fuesen a adquirirlo a las librerías tradicionales, las de barrio, pues de ese modo contribuiremos a que el gremio de libreros pueda subsistir. Y si viven alejados de las grandes ciudades, que utilicen la web www.todostuslibros.com, donde puede encontrarse todo tipo de obras. Ellos se encargan de enviarte los títulos en poco tiempo y con las mejores garantías.

Muchas gracias, Antonio. Y mucha suerte

Gracias a vosotros. 

Foto: Rosa Martínez Lallena.

Ilustración: Ana López Caro.










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