Los nuevos inquisidores. Antonio Sánchez Carrasco
Debe ser que a estas alturas uno está ya más curado en salud de muchas cosas o que estoy hastiado de una película que ya no sorprende a nadie. Andaba yo entre los moscateles de la Cruz del Mar y el Carril de la Fuente Conileño cuando transcurrieron los días grandes en la calle Santiago, porque no hay nada más grande que darle a una Madre la categoría que merecen todas. Sabía que el inicio de las críticas iba a venir por poner en duda la idoneidad de coronar a la Virgen en su advocación del Rocío. Seguro que Don Alejandro Sforza en su testamento no se puso tan tiquismiquis (palabro en desuso) para pasar en un tamiz aquellas Vírgenes que podían o no ser coronadas. Sorprendentemente en la distancia intuí pocas críticas a la ceremonia. Eso sí lo de la procesión de vuelta fue insufrible. No entiendo ese afán por la ortodoxia, mejor dicho, por su ortodoxia. Que mal hay en que suenen tamborileros o se enciendan bengalas. Es que se hizo un guiño a la devoción de Almonte, ahhh claro yo pensé que las luminarias eran por los supporters del Real Betis Balompié y los tamborileros un homenaje a Raphael. ¿Que tienen de malo dos guiños a la devoción universal del Rocío del Cielo que en los campos marismeños tiene su nido?. No faltan los del reloj, los que dejan el cronómetro en casa si la devoción es una de las suyas, pero milimetran el cronograma de los demás. Tampoco creo yo que molestarán mucho el tráfico en una madrugada de julio en Sevilla y en fin de semana. Debe ser agotador salir a ver algo que supuestamente te gusta buscándole tres pies al gato.
Yo me quedo con el orgullo de mi amigo Guillermo llevando su Cruz de Guía, a la sonrisa de oreja a oreja de mi amigo Fernando entre fotos y cervezas que no sólo de tuits con antifaz vive el hombre. Con mi hermano Mariano pendiente de su Virgen manque fuera por la Televisión. O la cara de felicidad de aquel fiscal de las letras que viste su capirote verde ante la Virgen de los suyos. Con mi banda formando un lío detrás de otro y donde aún quedan caras de aquellas que ensayábamos en el descampado que ahora es la Ronda del Tamarguillo, la sonrisa de Paquito desde el cielo, el Jordi Hurtado de la banda que aquí se apellida Carmona y Emilito, porque aún lo recuerdo llegar al ensayo con su hermano Antonio y como Pepe Ruesga , que en gloria está, decía este Niño vale. Muchas caras y muchos recuerdos y no, no soy hermano de esa Hermandad, pero no necesito serlo para alegrarme por todos ellos, con Manolo Cuvillo a la cabeza ( más gente como ellos en las Hermandades hacían falta). Y el que quiera buscarle tres pies al gato que lo siga haciendo que lo mismo alguna vez le araña el gato.
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Foto: Juan Alberto García Acevedo.