Arte Sacro
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  • domingo, 28 de abril de 2024
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La Semana Santa de Valdés Leal


Arte Sacro. Entrevista a Antonio Puente Mayor, autor de la novela ‘El pintor de los muertos’ (Algaida Editores), que homenajea al artista barroco en el IV Centenario de su nacimiento en Sevilla.

El mismo año que Valdés Leal pintó sus célebres «Jeroglíficos de las Postrimerías» para el Hospital de la Santa Caridad (1672), fue fundada la hermandad de Cristo Crucificado y Nuestra Señora del Rosario en la parroquia de San Vicente, la hermandad del Lavatorio o del Pópulo se fusionó con la Sacramental de Santa María la Blanca, y Pedro Roldán talló el grupo escultórico «Santa Ana y la Virgen» para la iglesia de Santa Cruz. Precisamente con el escultor barroco, Juan de Valdés Leal mantuvo una gran relación de amistad a lo largo de toda su vida, colaborando en multitud de proyectos y obrando auténticas maravillas, como el retablo mayor de la iglesia de San Jorge del mencionado hospital. A las puertas de la Semana Santa, y en plena celebración del IV Centenario del nacimiento del pintor (1622), el escritor Antonio Puente Mayor publica «El pintor de los muertos» (Algaida Editores), novela que recrea las diversas facetas del artista, amén de dibujar la Sevilla posterior a la epidemia de 1649. Hablamos con el autor a propósito de su presentación, este sábado 2 de abril, a las 20 horas, en el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla.

Pese a ser uno de los tres pintores más importantes de la escuela sevillana de pintura junto a Velázquez y Murillo, Valdés Leal es prácticamente un desconocido para el gran público. ¿A qué se debe?

A que estuvo eclipsado durante toda su vida por otros nombres. Tú has mencionado a Murillo, sin duda su gran rival profesional, pero años antes, Valdés ya tuvo que marcharse a Córdoba en busca de oportunidades, porque el mercado del arte sevillano estaba dominado por maestros como Herrera el Viejo y Zurbarán. Más adelante, al instalarse definitivamente en nuestra ciudad, y dado que era padre de una familia numerosa, tuvo que aceptar todo tipo de trabajos, ya fuese pintura, escultura, arquitectura efímera, etc. Hay una frase del profesor Enrique Valdivieso que define perfectamente la situación: «Murillo pintó poco y ganó mucho, Valdés Leal pintó mucho y ganó poco».

¿Qué te llevó a investigar sobre Valdés Leal y a escribir una novela sobre su vida?

Siempre he sentido fascinación por los cuadros que se exhiben en el sotocoro de la iglesia del Hospital de la Caridad, «In Ictu Oculi» y «Finis Gloriae Mundi». No podía entender cómo el autor de unas obras tan extraordinarias no era más conocido. Por eso, al enterarme de que en 2022 se conmemoraba el IV Centenario de su nacimiento, decidí leer todo aquello que cayese en mis manos sobre él, con idea de documentarme para una novela. Eso sí, desde el principio tuve claro que debía ambientarse en 1672, el año que pintó sus dos obras maestras, y que se titularía «El pintor de los muertos». 

¿Por qué ese título?

Porque así fue conocido el artista desde el Romanticismo. Una etiqueta que, aunque resulta bastante injusta —se la colgó Enrique Romero de Torres, hermano del famoso pintor cordobés, por su facilidad para retratar cadáveres—, a mí me venía de perlas para presentar la trama, donde el pintor ayuda a resolver una serie de crímenes relacionados con el mundo del arte, al tiempo que pinta sus obras más conocidas.

Curiosamente, algunos de esos crímenes tienen lugar en Semana Santa…

En efecto. Una de las víctimas es asesinada durante la procesión del Cristo del Socorro, titular de la extinguida cofradía de los Mareantes, en Triana. Y otra es descubierta en el convento dominico de San Pablo el Real, que fuese sede de la Inquisición, y cuya iglesia hoy alberga una importante colección de cuadros de Valdés Leal. Me estoy refiriendo, lógicamente, a la parroquia de la Magdalena.

Precisamente esos cuadros hoy forman parte del patrimonio de la hermandad de la Quinta Angustia, cuyo paso de misterio también sale en la novela.

Ese es uno de los capítulos más bonitos de «El pintor de los muertos», ya que se desarrolla en pleno Jueves Santo de 1672, cuando la hermandad hacía estación de penitencia desde el convento Casa Grande del Carmen. Hasta allí se desplaza la familia de Valdés para encontrarse con la de Pedro Roldán y presenciar juntos la salida. La anécdota radica en que ambos eran padres de dos artistas llamadas Luisa que corrieron destinos paralelos. Una es la famosa Luisa Roldán, ‘La Roldana’, y la otra Luisa Rafaela de Valdés, o Luisa Morales —que es como firmaba sus obras—; ambas se casaron con dos jóvenes escultores con apenas un año de diferencia.

Otra de las curiosidades que rescatas en «El pintor de los muertos» es la procesión de los huesos organizada por la hermandad de la Santa Caridad. 

Esta tenía lugar el Domingo de Ramos, y aunque hoy pueda resultarnos sorprendente, era uno de los grandes atractivos de la Semana Santa de esa época. La actividad arrancaba el Viernes de Dolores, cuando los hermanos de la Caridad se desplazaban a las fosas repartidas extramuros para desenterrar los cadáveres depositados el año anterior. Luego, esos huesos eran llevados a la iglesia del hospital, donde era velados hasta el Domingo de Ramos. Finalmente, ese día eran conducidos en un cortejo hasta el cementerio de San Miguel, que se ubicaba frente a la Catedral.

Además de Pedro Roldán, en el libro aparecen otros personajes reales de la época. Háblanos de ellos.

El primero y más importante es Miguel Mañara, impulsor del Hospital de la Caridad. Sin su «Discurso de la Verdad» y sus excelentes contactos, probablemente hoy no estaríamos celebrando el 350 aniversario de los «Jeroglíficos de las Postrimerías». Asimismo aparecen el arzobispo Ambrosio Ignacio Spínola, el inquisidor Juan González de Salcedo y el escultor Ruiz Gijón. Aunque si he de destacar un personaje singular ese es Ana María Caballero, esposa de Diego Ortiz de Zúñiga, autor de los Anales de Sevilla y caballero de Santiago. Junto a la mujer de Valdés, Isabel de Morales, y la hija de ambos, Luisa Rafaela, componen una tríada femenina inolvidable.

Para concluir, si tuvieras que definir a Valdés Leal con una sola frase, ¿cuál sería?

El Barroco hecho hombre.

Fotos: Maria Puente Martinez.










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