El Cofrade de Verano. Primera entrega. Mariano López Montes
El «Homus Cofradierum» es un ser antropomórfico que genéricamente y anatómico funcionalmente comparten las características propias de su especie, aunque psíquicamente e ideológicamente compartan una serie de características propias y bien delimitadas, que los hace totalmente diferentes a otros miembros de su especie. Convirtiéndose en un subgrupo que comparten unas características, forma de pensar y comportamiento propias y con personalidad bien definida.
En primer lugar, existe un cofrade desencantado, harto o reivindicativo de una Sevilla idílica para él, que pasea muy de mañana o al atardecer, por las calles del centro donde discurren las cofradías y al encontrarse con otro por regla general del mismo punto de vista ¡¡ exclaman con total satisfacción!! ¡¡Yo no entiendo a los que se van a la playa en julio y agosto!! Con lo bien que se está aquí, la ciudad casi vacía y solo para Ti, si no fuera por los turistas esto sería la gloria y ambos piensan y recrean cómo funcionaría una Semana Santa sin crecimiento demográfico, tanto endógeno como exógeno, y lo bien que se verían los pasos, como pasaba cuando eran muy niños. Incluso piensan que el Ayuntamiento y El Consejo deberían regalar pases de viajes gratuitos para gamberros y gente que no entienden de “esto” y que se dedican a dar, según tan erudito criterio, a dar por aquella parte anatómica que se sitúa al lado de las vértebras sacro-coccígeas y que nunca huele a inciensos y azahares, en luna de Parasceve como exaltaría un cursi con delirios de pregón.
En cuanto a este tipo de cofrade con amplia ideología negativista del veraneo marino estival de contenido semi-marinero y en referencia al atuendo algo fresquito, pero siempre clásico y nada estridente, está muy de moda desde hace años el pantalón de pinzas de lanita fría, la tradicional cubanita y el sombrero tipo Panamá, evidentemente comprado en Casa Maquedano ya que adquirirlo en el chino sería un auténtico y vil despropósito al comercio tradicional.
Tiempos, recorridos o cruces de desfiles procesionales al antojo de ambos sin tener en cuenta esos avances y movimientos migratorios masificados que nos han traído los nuevos tiempos. Una Semana Santa diseñada para los más eruditos como ellos, sin aglomeraciones y elementos discordantes de cómo debe de ser esta celebración como Dios quiere y a nosotros nos gusta. ¡Faltaría más!
Existen otros cofrades que, aunque siguen creyendo que Sevilla tiene un color especial como dice la rumba de “Los del Rio”; en estos meses su duende, su azahar, la reina mora, su luna en Triana y Santa Cruz han quedado solo para los sufridos guiris que pululan como termitas por las encrucijadas de estas calles.
Un cofrade de bien y como también en esta vez manda Dios, sobre todo si tiene niños o jovencitos/as en edad de merecer. Ha cogido sus bártulos estivales y ha iniciado ese Éxodo cercano hacia el mar próximo, el descanso y la supuesta tranquilidad que lleva anhelando durante once meses. El deseo de pasar del calor al frio o como es más simpático “Al fresquito” no tiene nada de aventura como la que protagonizó Amundsen al principio del siglo pasado (1911) cuando llegó a conquistar el codiciado Polo Sur, que tampoco tiene nada que ver con el que tiene nombre de Polígono y numeración de 3000 y se encuentran aquí en Sevilla, donde también suele hacer «una calor» de espanto.
Este tipo de cofrade, que podríamos denominar playero juliano o agosteño, va con toda la ilusión de su mundo a enfrentarse un año más a la multitud playera con la esperanza que se renueva todos los años de unos días de paz descanso y felicidad compartida con los suyos. Se sumerge en una vorágine humana como las que odia en Semana Santa, que pisa suelo de arena muy calentita, ¡Hay cuanto echaría de menos el pavimento de Sierpes con los goterones de cera, una carrera oficial se ha instalado a nivel de todo el recorrido hecho de sombrillas, sillas y tumbonas y como en la carrera oficial existen los palcos que siempre denotan un cierto prestigio y que en esta ocasión es esa primera línea junto al mar, donde se suele estar más fresquito y donde se escucha el sonido de las marchas marinas, que desde hace millones de años nos interpreta el maestro Neptuno, además existe el delicado vociferio de los niños con ese canto de “a la de una a la de dos y a la de tres”, cuando juegan al doble salto mortal con las olas. Vamos algo muy parecido a ese enjambre de niños que campan a sus anchas y con el olvido de sus ocupados papás, molestando a los nazarenos y penitentes de “cofradías serias” como se suele decir cada año en el trascurrir de su penitencia. A veces la arena que dejan prendida en el aire la acción de los tiernos infantes o simplemente ese levante tan nuestro que casi siempre coincide con nuestros días de vacaciones deja en el ambiente una nube de volutas de incienso parecidas pero muy distintas y por supuesto más molestas que la de Santa Marta.
Las sombrillas y los sitios de asentamiento, como las sillas de la carrera oficial, que cada uno tiene su sector y sus escaleritas de entrada desde el paseo marítimo para acceder con los bártulos playeros al asentamiento que, por tradición familiar, viene ocupando año tras año y este no va a ser menos. De repente se acuerda que tiene que saludar a otros miembros del mundillo cofrade que normalmente ejercen de gestores en la junta y aunque la aprecia, siempre difiere de sus criterios de actuación y sobre todo si perjudican o entorpecen el paso de los nazarenos de la suya que es para él la que vale y siempre lleva la razón. El otro gestor se sitúa o tiene su palco de arena unas treinta sombrillas más para el Este, justamente en el sector que ocupa el Chiringuito de “La Sardina Feliz”, ya que él tiene otro sector de la carrera oficial playera, justamente delante del otro chiringuito que se llama “El Boquerón Pirata”.
En cuanto al atuendo el buen cofrade veraniego viste de verano, pero con cierta compostura, nada desmesurada, su traje de baño suele ser de corte clásico y colores nada estridentes como aquellos Meybas de toda la vida de mil rayas y con su bolsillito para meter las monedillas sueltas porque los billetes se mojan y ya no sirven. Otras veces se ayudan de esos Bolsitos más varoniles en el que mete sus pertenencias y los hallares por si surge invitar.
Jamás de los jamases se le ocurrirá ponerse un bañador tipo Slip o Speedo y menos si tiene diseño de tigre, primero por ese escándalo injustificado de señalar los más o menos desarrollados atributos masculinos y sobre todo por el qué dirán de él y su orgullo. Los conocidos cuando el año que vienen terminen los quinarios, triduos y novenas besamanos etc. y otros actos que favorezcan y potencien la sociabilidad cofradiera.
He escrito este articulo porque llevaba ya tiempo escribiendo “in memoria” a conocidos y amigos que, por supuesto lo merecían, porque además vaya mala racha que estamos atravesando y también porque nadie quería que lo recordara y mucho menos que le escribiera algo, aunque fuera bonito. Me estaba convirtiendo poco a poco en algunos cofrades que tenían fama de lo que todos sabemos y actualmente los bares no suelen tener esos mostradores de madera y además por el desuso del sacramento, las Iglesias cada vez tienen menos confesionarios de esos de madera negruzca o marrón de toda la vida.
Como todo en la vida tiene que existir un principio y un final, y sobre todo por razones de espacio, debo terminar aquí. Próximamente prometo escribir una serie de artículos sobre la diferente tipología de estos cofrades estivales y de vacaciones: Como Los Mayordomos recaudadores playeros, los Diputados Mayores de Gobierno ordenando sombrillas, sillas y veraneantes por unidad de espacio y tiempo de ocupación , los trota pueblos, etc, etc ,etc ... Porque la verdad es que el tema da para mucho …
Fotos: Mariano López Montes, Mariano Ruesga Osuna