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Portaceli, ayer huerta y convento, hoy colegio. Reyes Pro Jiménez


El terreno en el que hoy se encuentran los edificios del colegio del Inmaculado Corazón de María, conocido por Portaceli, tiene un importante protagonismo en la larga historia de la ciudad de Sevilla.

La denominación del colegio se relaciona con la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que ha estado presente en Sevilla sobre todo desde mediados del siglo XIX.  Es una devoción de origen francés difundida por la orden de los Jesuitas, pues San Claudio de Colombieres, director espiritual de su impulsora Santa Margarita María de Alacoque, pertenecía a la misma.

El Colegio del Inmaculado Corazón de María- Portaceli

Pero vamos a nuestra historia; los primeros datos históricos del solar donde hoy vemos el Colegio de Portaceli son muy anteriores a esas fechas y están ligados a las denominaciones Buhaira y Huerta del Rey. Históricamente ésta era una zona muy extensa pues abarcaba, en sus nombres actuales, desde Eduardo Dato a la Pirotecnia por un lado y desde la Fábrica de Artillería a la actual calle San Francisco Javier por otro.

En el reinado de Al-Mutamid (1040-1095), se desecó una laguna que ocupaba el área que se conocerá como Buhaira (“al-buhaira” significa laguna) que se conviertió en jardines mediante el trabajo de los botánicos Ibn-Bassal, Abu I-Jair e Ibn Hayay. En el califato de Abu Ya‘qub Yúsuf,  también conocido como Yúsuf I (1138-1184), se construyó un palacio de recreo y una alberca (con el agua suministrada por los Caños de Carmona) y se ampliaron los jardines con plantaciones de olivos, palmeras, viñas y árboles frutales. Era entonces una almunia, del término árabe hispano almúnya: un huerto o granja y además una finca o casa de campo, rodeada de jardines y de tierras de labor, uniendo el recreo y el cultivo.

 

Huerta antigua del Generalife, de la web Jardines sin fronteras

Además de la denominación Buhaira, sólo perviven de esta época unas ruinas, la alberca y vestigios de portones de acceso (hoy en la calle Portaceli), pero nos queda también el primitivo barrio de San Bernardo, pues desde finales del XI y sobre todo desde la época de Yusuf I comienza a existir el arrabal de Benaliofar, poblado por los trabajadores de la almunia de la Buhaira; con el tiempo este arrabal será el barrio de San Bernardo.

Durante el asedio de Sevilla por el rey Fernando III el Santo un sector de la Buhaira se incendió y el arrabal Benaliofar resultó arrasado, pero quedó una pequeña edificación que el Rey dedicó a San Bernardo como ermita, pues en su festividad, el 20 de agosto de ese año 1247, se inició el cerco para la toma de Sevilla. En estos terrenos se levantó uno de los campamentos para dicho asedio, concretamente el encomendado al heredero don Alfonso, (quien sería el Rey Sabio), siendo una zona mucho muy amplia pues abarcaba toda la Buhaira y el arrabal con la ermita mencionada.

 

Sevilla en 1248, de la web antrophistoria

En los siglos siguientes la Buhaira, llamada ya Huerta del Rey (mucho mayor que la zona hoy conocida como tal), pierde casi toda la población y además comienza una lucha por la posesión de los terrenos entre la Monarquía y la nobleza, que sólo se resolverá a fines del siglo XV. 

El fraile dominico fray Álvaro de Zamora, fundador del Convento de Santo Domingo de Scala Coeli en Córdoba, visitó Sevilla en varias ocasiones a partir de 1420 para predicar y recaudar limosnas. Según Alonso Morgado fray Álvaro y sus compañeros se hospedaban en una casa que estaba en la Huerta del Rey y según Diego Ortiz de Zúñiga lo hacían en una ermita dedicada a Santo Domingo. Así se fundaría a mediados del siglo XV, en una parte dentro de dicha Huerta del Rey, el Convento de Santo Domingo de Porta Coeli por Rodrigo de Valencia, uno de los compañeros de Álvaro de Zamora (o de Córdoba), siguiendo el estilo y ejemplo del convento cordobés. 

A fines del siglo XV los Reyes Católicos dan la propiedad de la Huerta del Rey, antigua Buhaira, a doña Catalina de Ribera, de la poderosa familia Enríquez de Ribera. La zona se dedicó sobre todo a la plantación de olivos, cuyo aceite se usaba para elaborar los jabones que se fabricaban en las Reales Almonas de Triana y que se exportaban a todo el mundo entonces conocido.

Esta familia patrocinó al convento dominico. Don Alfonso Enríquez, almirante de Castilla, costeó la construcción del claustro, el refectorio y la sala de capítulos y el comienzo de la construcción de la iglesia. Además donó al convento 50.000 maravedíes para la compra de libros.​ En 1490 Fadrique Enríquez de Ribera, primer marqués de Tarifa, costeó la finalización de la iglesia como agradecimiento a santo Domingo de Guzmán, por la intercesión en la toma de Tarifa, a este santo encomendada.

A fines del siglo XV se construye en la zona el primitivo matadero de reses de la ciudad, a comienzos del siglo siguiente se intensifican los cultivos de regadío, además se reforesta la zona y se replantan los jardines. También se construyó en el convento una hospedería para alojamiento de los frailes que esperaban para embarcar hacia América. 

 

Joris Hoefnagel: Vista de Sevilla, de Civitates Orbis Terrarum, Colonia, 1598.

Pero en el siglo de Oro la zona de Buhaira o Huerta del Rey no sólo fue un lugar que albergaba un convento y una finca. En una época terrible en la que la homosexualidad estaba penada con la hoguera, también era un lugar alejado en el que las personas del mismo sexo que se amaban o atraían entre sí podían verse lejos de los ojos de los tribunales de la ciudad (como los de la Audiencia, y los de la Inquisición) con relativa paz y calma, pues seguían corriendo el riesgo de ser descubiertos, ya que en la época la particularidad de esta zona era muy conocida por los sevillanos.

En lo negativo de la ciudad, la Huerta del Rey fue un burdel clandestino (en la Sevilla de la época abundaban los clandestinos y los “legales”) de favores con jóvenes e incluso niños que vagaban por las calles de una Sevilla empobrecida (sobre todo desde la peste de 1649). Además las cercanías del matadero eran zonas de maleantes y pillos, que no habían sido “ganadas por el rey” según dijo Cervantes, hoy diríamos que estaban fuera de la ley.

A mediados del siglo XVIII el convento contaba con treinta y tres religiosos pero su vida va languideciendo y en 1803 sólo había siete monjes. En la epidemia de fiebre amarilla de 1800 se usó como hospital y fue definitivamente desamortizado en 1835, entonces el inmueble y la huerta del convento fueron cedidos a particulares y finalmente abandonados y destruidos.  

No se conserva nada del edificio del convento dominico de Portaceli o Porta Coeli y muy poco nos queda hoy de las obras de arte que contenía. Del retablo mayor de la iglesia, realizado por Juan Martínez Montañés entre 1605 y 1609, ha llegado a nuestros días la imagen de Santo Domingo de Guzmán penitente, esculpida por Martínez Montañés y policromada por Francisco Pacheco, que se situaba en el cuerpo central del retablo, y que hoy podemos ver en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

  

Santo Domingo de Guzmán penitente, por Martínez Montañés, entre 1605 y 1609

Museo de Bellas Artes de Sevilla. Fot. Santi León para la Exposición del IV centenario de Nicolás Antonio 

En el centro del segundo cuerpo de este retablo existía un relieve de la Asunción de la Virgen María y en el centro del tercer cuerpo un relieve de la Santísima Trinidad, que se llevaron a la Iglesia de San Bernardo. El incendio provocado en 1936 en esta iglesia destruyó dichos relieves de los que sólo existen hoy fragmentos. También en el Museo de Bellas Artes de Sevilla se conservan los cuadros del Beato Enrique Susón y de San Luis Beltrán, realizados por Francisco de Zurbarán entre 1636 y 1638 para el convento. 

 

Enrique Susón, por Francisco de Zurbarán, Museo de Bellas Artes de Sevilla

La finca Huerta del Rey, antigua Buhaira, siguió en poder de la misma familia desde el siglo XVI hasta que llegó a ser propiedad de María de los Ángeles Medina y Garvey (1864 –1933), por su matrimonio en 1891 con el Marques de Tarifa. Esta señora en el año 1892 encargó un pabellón neomudéjar, con el nombre, “María de los Ángeles”, que no puede ser de Aníbal González (como se ha dicho tradicionalmente) pues entonces el que sería gran arquitecto tenía sólo 16 años de edad.  En esta época la Huerta del Rey fue una finca de recreo que acabó siendo donada a los jesuitas (se ha dicho en algunas fuentes que fue comprada por estos), que ya tenían en propiedad en 1919.

En 1928 se inició la construcción en estos terrenos de Huerta del Rey de una gran basílica destinada al culto de una imagen de la Inmaculada Milagrosa de gran devoción popular, que se veneraba en una capilla de la céntrica calle Quevedo; esta imagen tuvo en la época una devoción popular que adquirió enorme dimensión, lo que motivaría un ambicioso plan adjudicado al arquitecto más popular de Sevilla y máximo representante del movimiento regionalista en arquitectura: Aníbal González, que proyectó la construcción de una basílica para esta imagen en la finca de los jesuitas. 

 

Altar de la Virgen Inmaculada Milagrosa en la iglesia del Sagrado Corazón de calle Jesús del Gran Poder

Se pretendía levantar una iglesia neogótica con dimensiones propias de una catedral, la fachada principal tendría  45 metros de altura con dos torres de 100 metros de alto. La primera piedra fue puesta el 5 de mayo de 1928 con la presencia de la Casa Real, pero sólo se construyó hasta el basamento pues en un año se paralizó la obra y se abandonó el proyecto, coincidiendo con el fallecimiento de Aníbal González.

 

La fachada de la Basílica según el proyecto de 1927 de Aníbal González

La Compañía de Jesús poco a poco fue vendiendo terrenos de la Huerta del Rey, que en esos tiempos llegaba desde la avenida San Francisco Javier a la Fábrica de Artillería, y desde Eduardo Dato a la Pirotecnia. Pero quedó suficiente superficie para hacer una nueva construcción y trasladar el Colegio, el antiguo de Villasís y Pajaritos. El colegio, llamado del Inmaculado Corazón de María, había sido fundado en 1905 por el Padre Tarín en la Casa de los Marqueses de Villasís, en la plaza del mismo nombre (justo donde hoy vemos una tienda de artículos deportivos), aunque en los años de la Segunda República funcionó como institución particular en la calle Pajaritos. De este colegio nos hablaría Rafael Montesinos en «Los años irreparables».

Este antiguo palacio o Casa (dicho al modo sevillano) de los Marqueses de Villasís donde radicaba el colegio se vendió en la década de los años 40, lo que motivó su citado traslado a los terrenos que la Compañía poseía en la Huerta del Rey, cerca del emplazamiento del desaparecido Convento de Santo Domingo de Porta Coeli, por lo que el nuevo colegio comenzaría a ser popularmente conocido como Portaceli.

 

El antiguo colegio de Villasis antes de los ensanches y derribos
realizados de 1920 a 1940

 

El proyecto de 1947 Antonio Illanes del Río.
Archivo General de Andalucía, Junta de Andalucía

El cardenal Segura bendijo el 19 de marzo de 1946 la primera piedra del nuevo edificio, encargado al arquitecto sevillano Antonio Illanes del Río (1883-1973), quien ya había realizado anteriormente varios proyectos educativos, bajo su dirección se edificó el nuevo colegio de los jesuitas con cuatro pabellones iniciales. La actividad docente empezaría en el tercer trimestre del curso 1949-1950, y plenamente en el curso 1950-1951. El proyecto de Basílica se retoma como una construcción complementaria de este nuevo complejo educativo, aunque poco se hizo y sería definitivamente abandonado. Hacia 1950 se cerró el centro y la capilla de la calle Quevedo, y la imagen de la Virgen pasó a la iglesia del Sagrado Corazón en la calle Jesús del Gran Poder, junto con un magnifico retablo de plata obra del orfebre Cayetano González.

 

Portaceli en los años 50. Archivo General de Andalucía, Junta de Andalucía

 

La Basílica, imagen de Google

Cuando los jesuitas abrieron el colegio, la denominación Portaceli pasó popularmente a toda la zona donde se encontraba aunque se llamara tradicionalmente Huerta del Rey, pero recientemente el nombre de todo el área se sustituiría por el muy antiguo de Buhaira; ello a pesar de la cita de Cervantes recordada en un azulejo cerca de la Fábrica de Artillería, precisamente en la calle Portaceli.

Así, tras la Expo del 92 con la apertura de la Avenida de la Buhaira se fue olvidando el nombre de Huerta del Rey, e incluso de Portaceli, para toda la que fue extensa finca. Como Huerta del Rey ya solo se conoce el edificio que levantó OTAISA en 1967 en terrenos vendidos por la Compañía de Jesús. Como dice Antonio Burgos: incluso “a los terrenos de la vieja plaza de toros Monumental y de la Huerta del Pilar le llaman Buhaira”. En 1999, se rehabilitó la zona, añadiendo unos jardines urbanos de estilo musulmán de 35.000 m2 y se declaró “Bien de Interés Cultural” comprendiendo algunos restos arqueológicos, la alberca, la portada de las Almenas, la puerta de San Agustín, la calle Nueva y la portada de Tejaroz. 

 

Cerámica conmemorativa de las obras de Cervantes,
Javier Montiel

La historia del colegio Portaceli ha tenido muchos momentos importantes pero vamos a destacar algo: la promoción que finalizó sus estudios en 1972. En el curso 1971 a 1972, cuando aún en la enseñanza se cursaba el curso Preuniversitario (el que habían estudiado nuestros padres), la Compañía de Jesús en Sevilla tuvo una gran visión de futuro incorporándose a las novedades del momento, como tantas veces había hecho a lo largo de su historia en el mundo de la Educación.

En ese curso el colegio Portaceli impartió el entonces nuevo y experimental Curso de Orientación Universitaria, el conocido como COU. Además se dio un paso más allá en la modernización pues en ese curso 71-72 se incorporarían a Portaceli las primeras alumnas, para cursar el COU. Una incorporación llena de ilusión, de expectativas e incluso de curiosidad, pues apenas había unas cincuenta alumnas compartiendo las clases de COU con ochenta compañeros y entre un total de 1.650 alumnos. Fue todo un hito histórico en el colegio Portaceli, que marcó un antes y un después, algo que hizo posible una época de compañerismo y amistad que hoy vive en nuestros recuerdos de juventud después de … ¡Cincuenta años!. ¡Felicidades promoción 72!

 

Curso de COU, 1971-1972. Colegio Portaceli

 

Reyes Pro Jiménez
Historiadora y bibliotecaria

Dedicado a todos los antiguos alumnos de la promoción 72 de Portaceli,
a los profesores y al personal del colegio.
Especialmente a todos aquellos que durante estos cincuenta años
han pasado a acompañarnos desde otra existencia.










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