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Sevilla sintió la Redención de Dios en el vía crucis de las hermandades


DSCF8285__Copiar__1.JPGJuanma Labrador. Con el sol en lo más alto de los cielos de Sevilla, en un ambiente plenamente primaveral cuando aún le queda al invierno un mes para su marcha definitiva, la Hermandad de la Redención escribía este pasado lunes 19 de febrero, primero de este tiempo cuaresmal que todavía está estrenándose, una nueva página de su historia y de los propios anales de las cofradías de la ciudad, pues Nuestro Padre Jesús de la Redención en el Beso de Judas salía de su Iglesia de Santiago para presidir en la Santa Iglesia Catedral el vía crucis penitencial que desde 1976 organiza, fiel a la cita, el Consejo General de Hermandades y Cofradías.

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Un minuto antes de lo previsto, a las 16:09 horas, se abrían las puertas del templo para que saliese la cruz de guía y, tras ella, los numerosos hermanos que acompañaron a su titular cristífero en esta jornada histórica. En la antigua Plaza de López Pintado se oían los sones de los metales de la agrupación musical propiedad de esta joven cofradía, anticipando sueños de Lunes Santos de calor en este enclave hispalense, y ahí se quedaron al tomarle el relevo las voces elegantes y armoniosas de la Escolanía de María Auxiliadora de los Salesianos de la Trinidad, que quebraron el silencio predominante en la atmósfera cuando Jesús de la Redención cruzó el dintel de su casa a las 16:21 horas, buscando de inmediato las frescas sombras de las calles Santiago y Cardenal Cervantes sobre los hombros de los almonteños de la Hermandad Matriz del Rocío.

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DSCF8292__Copiar__1.JPGA pesar de la complejidad del día, al tratarse de una fecha laborable, el número de fieles que iba acompañando desde fuera de la comitiva a la bendita efigie de Antonio Castillo Lastrucci fue creciendo a medida que avanzaba la tarde. A catorce minutos para las cinco de la tarde, las agustinas del Convento de San Leandro, junto a la popular Pila del Pato, ofrecían sus cánticos angelicales al Mesías que abre sus brazos, y seguidamente recaló en San Ildefonso, su parroquia, la de su feligresía, donde ha residido tres años ante las recientes obras acometidas en su sede canónica. Allí aguardaban las hermandades del Santísimo Sacramento y de los Sastres, con el Cautivo ubicado en un altar efímero en la misma portada. Iba dorándose la luz cuando el Señor de la Redención se adentró en Boteros recién marcadas las cinco en el reloj. Y después de nueve años, una corporación penitencial, camino de la seo para este ejercicio, pasaba por la calle San Juan para recalar en una Alfalfa ya más atestada de cofrades que querían presenciar este traslado. 

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Atravesó el Hijo de la Virgen del Rocío la calle Alcaicería, acariciando sus estrecheces mientras los hermanos marcaban con sus cirios la senda hacia la antigua Plaza del Pan, hoy dedicada a Jesús de la Pasión, ante cuyo azulejo pasaron las andas sobre las seis menos veinte. A partir de aquí fue ralentizándose el ritmo, ya que se iba con su considerable adelanto para un trayecto poco extenso.

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Destacaba, entre las insignias, el espléndido guión sacramental, recientemente restaurado y enriquecido por Joaquín Salcedo. Al pisar la Cuesta del Rosario, bordeándose la antigua Colegial del Divino Salvador, para desembocar en Álvarez Quintero, la bulla fue incrementándose. Pasaban escasos minutos de las seis de la tarde, y cuando ya eran y media, el Señor alcanzó la Plaza de San Francisco.

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Restaba oficialmente una hora para que la cruz de guía tuviese que hallarse en la Puerta de Palos, y, obviamente, el discurrir fue cada vez más parsimonioso, aunque en algún momento se producían apreturas ante las andas, como en Hernando Colón, al no poder avanzar los tramos de hermanos ya que la catedral no tenía previsto abrir sus puertas con antelación a lo previsto.

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DSCF8319__Copiar__1.JPGIban extinguiéndose las últimas luces del sol al ir expirando la noche para darle paso a la noche, y al irse echando ésta tímidamente, los cofrades de la Redención fueron penetrando en el mayor templo metropolitano, mientras en el órgano sonaba la marcha "Estrella Coronada" de Juan Velázquez, y el Señor de la Redención arribó diez minutos antes de lo planificado al sacro recinto, iniciándose entonces el rezo de las estaciones del vía crucis, cubriéndose el itinerario acostumbrado de los últimos años: por la nave de Palos, y bordeando el altar del jubileo, llegó al trascoro para girar en la puerta de San Miguel en busca del monumento de Colón para ser llevado al altar mayor.

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Se notó una mayor afluciencia de fieles en el culto, porque el vía crucis es este, lo que ocurre bajo las góticas naves catedralicias, pues lo que ocurre antes y después son los traslados de ida y vuelta de la imagen que preside el ejercicio, el cual ha vivido este 2024 su XLIX edición, por lo que la próxima Cuaresma se cumplirá la quincuagésima. 

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A las nueve y cinco tomaba la palabra el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, cuando la efigie cristífera se ubicaba ante el altar mayor de la catedral, pronunciando el prelado hispalense la acostumbrada reflexión final del vía crucis, manifestando, entre otras cosas, que "no tengamos miedo ante el Señor, porque con su muerte nos dio su Redención, pues por sus llagas hemos sido curados, y en la cruz nos hizo a todos hijos de Dios", implorándole a Jesús de la Redención "la paz para el mundo entero y la lluvia tan necesaria".

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Su alocución fue breve, concisa, directa y clara. Tras ello, y como es igualmente tradicional, la imagen que preside el piadoso ejercicio no se marchó de la seo sin visitar a la Santísima Virgen de los Reyes en su capilla real, abandonando el templo a poco después de las nueve y media de la noche, a la par que en el órgano se interpretaba la marcha "Rosario de la Aurora" de Pantión.

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DSCF8335__Copiar__1.JPGRodeó Nuestro Padre Jesús de la Redención la fuente de la Plaza de la Virgen de los Reyes, y se dejó abrazar por los naranjos de Mateos Gago, donde fue dificilísimo el discurrir de la comitiva, de hecho, el Señor tardó poco menos de una hora desde Palos hasta la Parroquia de Santa Cruz, donde aguardaba con su estandarte la cofradía residente en este lugar. Seguro que los Yruela se emocionaron al ver juntas a dos de sus hermandades, al tiempo que una saeta hizo brotar el silencio de un público que se arremolinaba animoso en torno a las pequeñas parihuelas. Las once menos veinte, el recorrido continuaba estrechándose por Fabiola y por Federico Rubio, y sin llegar a la Iglesia de San Nicolás, la Candelaria recibió al Cristo redentor en la puerta de su casa de hermandad.

DSCF8336__Copiar__1.JPGDSCF8338__Copiar__1.JPGDSCF8339__Copiar__1.JPGDSCF8343__Copiar__1.JPGDSCF8354__Copiar__1.JPGDSCF8358__Copiar__1.JPGDSCF8361__Copiar__1.JPGDSCF8363__Copiar__2.JPGDSCF8365__Copiar__1.JPGDSCF8367__Copiar__1.JPGDSCF8370__Copiar__1.JPGDSCF8373__Copiar__1.JPGDSCF8376__Copiar__1.JPGDSCF8377__Copiar__1.JPGDSCF8379__Copiar__2.JPGDSCF8382__Copiar__1.JPGDSCF8383__Copiar__1.JPGDSCF8393__Copiar__1.JPGDSCF8403__Copiar__2.JPGDSCF8407__Copiar__2.JPGDSCF8408__Copiar__1.JPGDSCF8409__Copiar__2.JPGDSCF8412__Copiar__2.JPGDSCF8413__Copiar__2.JPGDSCF8414__Copiar__2.JPGDSCF8416__Copiar__1.JPGDSCF8415__Copiar__2.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9165_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9168_DxODSCF8417__Copiar__2.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9175_DxODSCF8423__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9177_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9201_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9197_DxODSCF8430__Copiar__1.JPGDSCF8435__Copiar__1.JPGDSCF8438__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9189_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9202_DxODSCF8452__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9205_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9203_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9214_DxODSCF8456__Copiar__1.JPGDSCF8457__Copiar__1.JPGDSCF8460__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9215_DxODSCF8463__Copiar__1.JPGDSCF8470__Copiar__2.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9209_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9212_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9224_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9225_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9228_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9233_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9230_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9231_DxODSCF8477__Copiar__2.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9240_DxODSCF8481__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9252_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9249_DxODSCF8483__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9259_DxODSCF8487__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9262_DxODSCF8492__Copiar__1.JPGfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9267_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9274_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9275_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9285_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9288_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9292_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9298_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9302_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9300_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9303_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9307_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9304_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9308_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9312_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9318_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9325_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9326_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9341_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9331_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9336_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9349_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9352_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9357_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9355_DxOfjmontiel_Via_Crucis_Hermandades_2024_DSC_9360_DxO

Prosiguió el traslado de retorno a Santiago, no viéndose la cofradía sola en ningún momento. Los ciriales anunciaban en cada esquina que, al fin, iba a aparecer el Señor, que transitó con mayor agilidad por Cabeza del Rey Don Pedro hasta entrar de nuevo en Boteros, punto a partir del cual el itinerario sería el mismo que a la ida pero a la inversa.

A las once y media dejó atrás la Plaza de San Ildefonso para volver a pisar la Pila del Pato toda vez que superó, una vez más, las angosturas de Zamudio. Numerosos devotos iban tras la imagen del Cristo escoltándolo en una noche en la que la temperatura se caracterizó por su agradabilidad.

En algunas tertulias volvía a salir el manido tema del cambio de día de celebración, pero no puede ser, es el primer lunes de Cuaresma porque ninguna hermandad, salvo una, celebra cultos de regla, todo tiene su sentido.

Se acercaba la media noche, y el Señor retomaba la calle Cardenal Cervantes para reencontrarse con su calle Santiago y con la plaza que lleva su nombre. En los naranjos se intuye algún botoncillo blanco de azahar, y su aroma ya se degustaba discretamente entremezclado con el incienso.

Muere el primer lunes de Cuaresma, y en los minutos iniciales del martes, Jesús de la Redención bendice a sus hijos en el cúlmen de un día inolvidable. Había bastante gente presenciando la entrada.

Sin duda, hay ganas de cofradías. Suena el llamador para la última chicotá, parpadean los doce codales que iluminan el rostro del Redentor, y a las doce y cinco minutos concluyó este sueño, un gozo que no ha terminado del todo, porque ahora, sí, ahora, empieza la cuenta atrás para coronar a la Virgen del Rocío. Que Él nos permita vivirlo y contarlo dentro de un año y poco más de cuatro meses.

Fotos: Juan Alberto García Acevedo y Fco Javier Montiel









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