Euforia Baratillera. Antonio Sánchez Carrasco
Debía de ser el pasado domingo o quizás el lunes cuando suspendí mis cuentas de Twitter y Facebook. La semana se presentaba algo complicada una pequeña operación de mi Madre, la revisión de mi cuello para ver si aquella cosa mala seguía siendo un mal recuerdo, afortunadamente el estrés de la tarea diaria, y no tenía necesidad en una semana tan bonita y complicada a la vez como esta, en la que se coronaban dos de las tres imágenes de mi infancia, de aguantar tanta crítica, tanto entendido, tanto experto en sevillanía. Así que me pareció muy drástico quitar mis cuentas pero por un tiempo las puse en suspenso. No necesitaba saber lo que pensaba la gente de mi hermano Joaquín porque se hubiese sorprendido de que hubiera que coronar al Cristo, yo tampoco lo sabía, bendito aquel que aún tiene algo que aprender en esta vida. A mí también me pareció curioso que las dos dolorosas del Baratillo fueran a estar coronadas como a mí hermano Ignacio y para pensarlo no me paré a menospreciar ninguna devoción de otras provincias. A mi también me pareció que hubo momentos del traslado de ida con bulla, o al menos eso vi yo como José Manuel que iba delante del martillo. Me cansé de explicar porque íbamos a Triana o el hecho de que la Virgen llevara diadema, me daba igual el número de procesiones extraordinarias, algo que nadie se cuestionó nadie en otras extraordinarias o coronaciones..., sólo necesitaba Baratillo. Y allí estabas Tu sin desentonar delante del retablo de los Vizcaínos, recogida en la Capilla de Santa Marta del Convento de la Encarnación. Coronada entre las lágrimas de alegría de los que te rezamos desde pequeñitos. En una ceremonia emotiva y justa en su medida hasta que llegó ese momento dividido a entre lágrimas, sonrisas y aplausos a partes iguales. Y por la tarde la euforia Baratillera. El cruce hasta la Virgen de mi Padre, aquel niño de la calle Evangelista que nos llevaba cada Viernes Santo por la mañana a ver la belleza morena de la Virgen de la calle Larga. Y ya dio igual de todo, de los que pensaban que una hora de retraso era mucho, de los que les ponían pegas si había mucha o poca gente, de los que justificaban la ausencia de policía por el exceso de religiosidad en las calles. Te me apareciste en la penumbra iluminada de Santa Ana y entre los focos que el Mora tiene para su Esperanza y el Sol tocando Soleá dame la mano, y los míos de cera azul cansados pero contentos y tu sobre el puente ¡Madre mía!, el Puente con mayúsculas, aquel que recibió nombre de Reina y el pueblo lo llamó a su modo.
Y no, tampoco fue sola de vuelta, el clavel reventón de lágrimas que es mi Piedad. Coronada de diadema, para chirriar de rancios y aburridos, y su Hijo el de la Misericordia divina también Coronado sin necesidad de abrir agujeros en su divina cabeza. Faltaron los baratilleros que nos enseñaron a querer a los tres, desde arriba los miraban, desde el cielo azul mecánico. Y estuvieron todos esos nombres que viven el día a día de una Hermandad humilde que nació a los pies de una Cruz y el día de la Santa Cruz coronó a sus imágenes para gozo y alegría de los que nos sentimos unidos a aquella corporación que nació cerca del monte del Mal Baratillo, aquel lugar donde de la peste y de la muerte nació nuestra hermandad, y la felicidad de estos días nos será complicado olvidar.
#LosLunesAlSol
Foto: Antonio Sánchez Carrasco.