…A la memoria de Juan Lérida. Mariano López Montes
Sí, porque hoy has dado tu ultima “chicotá” hacia un cielo hecho de arpillera, alpargatas
y costales hechos de gloria, una gloria que se cuantificaba con los parámetros de los kilos, la vitalidad de la juventud y la ilusión de tomar un mundo o mejor dicho mundillo que necesitaba un relevo generacional para que no muriera para siempre, o se transformara en algo que nunca fue.
Tiempos duros para algunas cofradías donde las “solvencias económicas” no eran como las actuales. Jóvenes que supieron que este trabajo, que no creaba plusvalías ni honores, y en muchas ocasiones se realizaba desde el anonimato, llevaba implícito la belleza y el sentimiento personal y colectivo que muchos no querían ver.
Hombres curtidos en el duro yunque del trabajo que esta Sevilla olvidadiza e injusta en muchos aspectos quiso olvidar y menospreciar por el mero hecho de cobrar un salario.
Los “niños” y “los viejos”, “los de toda la vida” y estos niños que no saben dónde se han metido y como va a terminar todo esto. Mitos leyendas optimismo, miedos y a veces incomprensión por ambas partes en aquella Sevilla de mediados de los setenta, en la que unos jóvenes sintieron la llamada de ese mundo de abajo, y poco a poco fueron asimilando los valores que esta encierra y la mayoría de los cofrades no querían ver.
Recuerdos que ya se volvieron añejos, los recuerdos de noches de frio, pasos semivacíos y extrañeza de todo aquel que veía la estructura de un paso en enero.
Años difíciles de apresurados cambios en una sociedad que quería seguir anclada en un pasado y otra que apostaba por otros con vistas a un futuro y esto pasó también con las cofradías y como no con el mundo antes oculto y reservado de los costaleros que con el impulso de la juventud ilusionada apostaba por una visión de futuro que continua en la actualidad.
Reconozco que existieron hermandades que conformaron sus cuadrillas con hermanos o miembros afines a la hermandad con una motivación predominantemente devocional, pero también reconozco que existían otros jóvenes que sin desechar la motivación anterior de cada uno en particular querían ser costaleros y sacar con el mismo pundonor y entusiasmo otros pasos en otras cofradías, sería lo que algunos negativistas de la época, denominarían “Deporte Sacro”, en su primer estadio, ya que afirmo, pese a quien le pese, que actualmente se da mucho más.
Y entre aquellos a los que me quiero referir desde ahora un grupo de jóvenes, algunos descendientes del antiguo modelo y otros totalmente ajenos al denominado mundo de abajo fueron convirtiéndose poco a poco en un grupo de amigos o conocidos que querían vivir de otra manera diferente su propia Semana Santa.
En esta cuadrilla casi originariamente del barrio de San Julián y con parada marcada en aquella forma moderna de tasca o bar cofrade en el recuerdo, que se denominaba Azahar que regentaría como barman mi querido Juan alias Cachotren.
Integrantes de este primer mundo de costaleros no asalariados provenientes de diferentes sectores sociales culturales y económicos con una motivación o afición según se mire, de salir bajo las trabajaderas duras en aquella corrías sin relevos donde quizás la ilusión primaba más que la fuerza, pero que al final el sueño de un principio termino convirtiéndose en realidad.
Mi amigo Juan Lérida, Fernando Morrondo, El Macías, El Phoskitos, Niebla, Gume, Arturo, El Loquito, que arreglaba máquinas de escribir, Pachuli, Paco Arnáiz, Pepe Andreu, Fernando Moreno, Casados y otros muchos que sembraron esta semilla en otros barrios y cofradías, Fran Narbona, Vizcaya, la Heidi, Bienvenido y otros, son estos a los que quiero dedicar este recuerdo, más que el puro homenaje que tanto gusta en las Cofradías, sobre todo con ese cuadro que al final no sabes dónde ponerlo.
Niños, jóvenes y hombres de todos los perfiles, picaros dignos de los escritos de Mateo Alemán. Rinconete y Cortadillo del siglo XX y muchos con la experiencia de la vida que a otros nos faltaba, al igual que le pasó al Lazarillo de Tormes que después de sufrir el “coscorrón” de aquel avaro ciego, que le dijo: “Lázaro yo no puedo darte dineros, pero si consejos para vivir”
En fin, Juan, tú que ya no estas entre nosotros igual que muchos otros a los que he nombrado, has marchado a esa igualá eterna en la que aquella trabajadera eterna donde siempre hay hueco, para los que están y los que un día u otro iremos, donde no hay listas de espera ni otras cosas actuales que se les parezca y donde tienen sitio esos “hombres buenos” a los que se refería con tanto énfasis el bueno de Manolo Santiago.
Solo vivís en los recuerdos de todos aquellos que tuvimos la suerte y la edad de poder conoceros y vivir mil aventuras, como prometía El Quijote a su escudero Sancho, porque solo el olvido significa la muerte para siempre.
Fotos: Mariano López Montes