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La misión de la Macarena. Marco Antonio Coronel Ramos


macarenaVivimos tiempos caracterizados por el empeño en vaciar las palabras de contenido. Un ejemplo es el verbo evangelizar convertido en mera justificación de salidas procesionales. Con ello se olvida el hecho trascendental de que la evangelización es una llamada que lleva al creyente a proclamar su fe poniendo en peligro lo que hoy llamaríamos zona de confort. La auténtica fe nace de la experiencia de depender en todo de Dios y de la certeza de que, como proclamaba Isaías (46,10) “Mi designio prevalecerá y ejecutaré todo lo que me place”. En una época en la que nos han hecho creer que el criterio fundamental de la vida es la voluntad del individuo, resulta muy difícil decir con Jeremías (10,23): “Reconozco, oh Adonay, que no es el hombre dueño de su camino”.

Escribo estas cosas después de haberme propuesto hace meses mantenerme lo más lejos posible del mundo de las cofradías, porque lo sucedido con la restauración de la Macarena se me ha revelado como un auténtico milagro. La Macarena, sin poner un pie fuera de su Basílica, ha protagonizado la misión más profunda de los últimos tiempos en Sevilla, una ciudad enredada en la seguridad de su belleza. La Macarena ha dicho a Sevilla a través de su hermandad: “Me voy y regreso a mi lugar, hasta que se reconozcan culpables y busquen mi rostro” (Oseas, 5,15). Lo digo con total convencimiento: la Macarena guió las manos de sus restauradores para eclipsarse y, en misión, decir a sus hermanos y devotos: “La corrección de Adonay, hijo mío, no la desprecies, ni sientas repugnancia a su amonestación, pues Adonay reprende a quien ama y como un padre al hijo en quien se complace” (Prov. 3,11-12).

macarenaEsta ha sido la misión de la Macarena en estos días. No ha salido de su templo, no ha recibido ningún reconocimiento, ninguna autoridad la ha visitado. Ha sido ella la que ha tomado la palabra para decir que ya está bien de miedos y soberbia; que ya esta bien de eslóganes vacíos y de dirigentes que asumen responsabilidades para las que no tienen la más mínima preparación. La Macarena ha querido eclipsarse una horas porque no han querido oírla antes. No la oyeron cuando no se oía a sus hermanos; no la oyeron cuando usaron el resentimiento y la venganza como regla de comportamiento; no la oyeron cuando acallaron los consejos bien intencionados; no la oyeron cuando se atoraron de vanidad por ser la hermandad más numerosa. Tras hablar tantas veces alto y claro, las Macarena ha decidido apartar su rostro de su hermandad durante unas horas para hacer patente que la soberbia opaca la belleza, que la ignorancia envenena la convivencia y que el miedo confunde el corazón. No quepa duda a nadie. Ha sido la Macarena la que se ha ocultado hasta que en su templo santo vuelva a reinar la justicia y la misericordia.

Su restauración pone de relieve la soberbia, la ignorancia y el miedo de la Junta de Gobierno, pero también ha revelado que sus hermanos y devotos son un torrente de voces que deben contener la cólera y volverse a Dios con profundidad: “Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos y volveos a Adonay, pues es clemente y misericordioso” (Joel 2, 13). Cuando así suceda reaparecerá su rostro y todos podréis decir: “Tu faz, Adonay, busco. No escondas de mí tu rostro, no rechaces a tu siervo con ira; mi auxilio has sido; no me abandones ni me desampares, Dios de mi salvación” (Sal. 27, 8-9).

Esta ha sido la misión de la Macarena.

Prof. Dr. Marco Antonio Coronel Ramos
Catedrático de Filología Latina / Full Professor of Latin Philology
Web: www.marcoantoniocoronel.com

Fotos: Fco. Javier Montiel.









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