Crónica de una decepción anunciada. Mariano López Montes
Algo parecido a lo que relata Gabriel Garcia Márquez en su novela “crónica de una muerte anunciada” nos va a pasar a todos "hoy", aquí la responsabilidad no es colectiva, sino totalmente individual al comprar “el decimito”, en cuanto a la naturaleza del destino, si tiene más puntos de coincidencia, porque todos soñamos creemos y fantaseamos que, al día siguiente, el deseado Sr Gordo que viene de Madrid, nos va a cambiar la vida.

Al final como todos los años, ese Señor que tiene nombre numérico y sale de un bombo, como un recién nacido, no tiene ningún interés en venirse para Sevilla, aunque este plagada de turistas y le digan que es la ciudad más bonita de este mundo.


Las hermandades, como grupos sociales nunca han sido ajenas a este juego, desde hace mucho tiempo, ya que se consideraba un juego serio como Dios manda, alejados de otros juegos considerados viciosos e impropios de nuestras hermandades y cofradías.
La instauración monárquica de este juego de azar por Carlos III (1763) le daba seriedad al asunto, y aunque en la realeza y la corte siempre hubo sus devaneos, había la suerte de que no existía la televisión y a la gente le daba miedo las mazmorras y los patíbulos.

Este juego o sorteo desde hace más de un siglo siempre ha sido un recurso eficaz para los mayordomos de las cofradías sobre todo en época de “vacas flacas” cuando la economía o “los dinerillos” y las subvenciones escaseaban y había que poner las cofradías en la calle fuera como fuera.
En la actualidad prácticamente han desaparecido aquellas coloristas y personalizadas papeletas ilustradas con las imágenes titulares a todo color, o bien con el anagrama o el escudo de la corporación, dependiendo de la seriedad o no seriedad de la corporación como decían aquellos cofrades antiguos, que les parecía impropio que sus Imágenes devocionales sirvieran como reclamo publicitario.
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En la actualidad el que manda es “Don Decimo”, que, aunque es más uniforme e impersonal que antes, tiene dos ventajas una para La Hermandad y otra para el ilusionado comprador, para la primera es que al costar “veinte euritos”, la hermandad pude ganarse, tres, cuatro o cinco euritos tan ricamente, según la avidez recaudadora del Mayordomo. La segunda tan importante o más está en el lado del agraciado comprador de las papeletas y acudir a la hermandad a cobrar su más o menos cuantioso premio, se da cuenta que El Señor Mayordomo que es el que paga se ha convertido desde hace unos días en el famoso Mago Houidini, que en un numero de ilusionismo y sobre todo “escapismo” ha desaparecido por arte de birlí biloque. Otras veces aparecía una virtuosa señora que pertenecían al círculo militante de la hermandad que con voz algo imperativa o dulce y plañidera te pedía parte de las ganancias para una toca de sobre manto preciosa que le iban a hacer a La Virgen.
En la actualidad si te toca algo, aunque es raro, o por lo menos, “lo metío” te vas a la administración del barrio que depende de la hora y los pensionistas con sus bonolotos y primitivas, suelen estar más tranquilas.
También es cierto que al contrario de aquellas administraciones míticas, que creemos han sido tocadas por la varita de La Diosa Fortuna, donde “los premoniciosos”, los que han escuchado que algún mago o bruja esotérica o simplemente la fecha de nacimiento de sus niños, esperan horas en una cola sin fin para comprar el número buscado, en nuestras hermandades el número no se busca, se impone y además se le denomina “La Lotería de La Hermandad”, la elige normalmente también el Mayordomo u otro miembro de la junta por afinidad, amistad o tradición con el lotero.

El número puede ser bonito o feo o como tenga que ser, algo parecido como pasa con la túnica de nazareno, que también te puede gustar o no, pero es la que te tienes que poner cuando salga la cofradía, aquí no se elige. Es el número de La hermandad y con eso basta, lleva años sin tocar, pero hay que comprar por lo menos uno, porque si este año toca y yo no llevo, me da un “patatús” y además me he enterado que aquel hermano que va con un palermo disfrutando de la cofradía, por enchufe claro, ha comprado hasta cinco decimos y además de creído y antipático, no me voto cuando yo me presenté a La Junta y perdimos por ocho votos.

Sana o mala envidia cofrade, que existe, aunque la miopía de algunos le impida verla. Pequeños o grandes “cuentos de la lechera” de lo que vamos a hacer con el dinero que le va a traer la Diosa Fortuna al son de la voz machacona y reiterativa de “los niños de las bolitas”, y al final nada de nada la decepción de todos los años y eso que ahora con la moderna tecnología lo puedes ver rápidamente, no como antes que tenías que esperar al día siguiente, comprar el ABC y mirar con lupa esa ristra inmensa de números y premios interminables.
Siempre me recuerda este famoso día veintidós de Diciembre a la película “Bienvenido Míster Marshall” del Berlanga (1952) ya que estos personajes de ficción se asemejan mucho a estos que esperan que a partir del día siguiente, su vida cambie por el simple y a la vez complicado hecho de tener la suerte de que te toque “El Gordo”, chalet , pisos en la playa, final de la hipoteca, viajes, cambios de enseres que deslumbrarían a otras hermandades, en el caso de nuestras cofradías desaparecen en un visto y no visto cuando el niño/a, actualmente “multirracial” con esa voz cadenciosa y “poco salerosa” al contrario que Lolita Sevilla en la película, sube el tono monótono varias veces y saca el premio. Es en este momento cuando a todos nos pasa como a esos castellanos disfrazados de andaluces la decepción anunciada pero no creída, no hay necesidad que los americanos pasen en sus coches de la época “a todo trapo”. En ese justo momento es cuando te das cuenta de la misma realidad de todos los años; que no te ha tocado.
El chalet en la playa, la hipoteca y los estrenos cofrades quedaran aletargados en el olvido, como aquel arado, tractor, clarinete, o traje para ir a bailar los domingos que pedían aquellos españolitos rurales de los años cincuenta.

Pero en la actualidad nadie debe “una explicación a nadie como repitiera Pepe Isbert, nadie se guarda rencor, ni esta triste y al final otro día y otro año volverá a nacer de nuevo la ilusión, o quizás mucho antes porque muy pronto viene El Niño, y los niños son siempre imprevisibles.
Fotos: Archivo de Mariano López Montes
